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Algo más sobre el 2001 que nos parió

Fuentes: Rebelión

20 años: de 2001 a 2021, lastimosamente el mapa de las injusticias se ha remarcado aún más en Argentina. No se trata de otra cosa que la gráfica de una reiterada escena: voluntades populares visibles frente a las manos del “mercado” que no se dejan ver.

Podríamos decir aquí que la historia oficial de toda Nuestra América encierra un caprichoso apetito: el uso estatal atávico se encoge al mismo momento productivo y, por tanto, el ápice estatal no será nunca, con relación a esto, sino una apariencia vagamente respaldada;[1] dicho de otra manera, las formas simuladas de igualdad procedimental se desgastan en el imaginario, cuando son el hambre y la pobreza las que le doblan el brazo. ¿Cuánto avanzamos en democracia? ¿Cuál es el margen de porosidad de este sistema imperfecto que hemos construido con lucha social, Abuelas, Madres e Hijos peleando en las calles? ¿Basta con celebrar el recambio electoral?, ¿qué significa un 2001 en la historia breve de las organizaciones nacidas en aquellos años?…

Algunas certezas posibles

Argentina transita por estas horas el diciembre de los calendarios. El diez de este mes conmemoramos 38 años de democracia ininterrumpida –todo un logro para el país de los golpes cívicos, militares y eclesiales del siglo XX-, sin embargo la fecha que recorre portales, diarios, editoriales y referencias solemnes, es la de los 20 años del 2001. Esa fabulosa y dolorosa crisis que gestó rebeldías y asociaciones por abajo, también tuvo sus cierres por arriba. La muestra más cabal de cómo un número importante de las narrativas políticas se forjaron en el periodo pos-2001, la exhiben los dos costados de la grieta: tanto el kirchnerismo como el macrismo son hijos de ese año;[2] así como lo son también el millar de organizaciones de base y movimientos populares que se articularon después de ese momento constitutivo.

El 2001 funcionó como un cuadro conceptual que ordenó los clivajes políticos del mundo popular argentino, mundo que había sobrepasado el menemismo con creces. Algo así como la revancha no querida de los olvidados de esos años: los y las obreras, los despedidos, las excluidas del neoliberalismo impenetrable. Una generación ampliada de personas que reaccionaba en las grandes ciudades, y de grupos humanos que se reunían pueblo adentro para enfrentar la desolación de ese sistema económico. Miguel Mazzeo[3] lo define siempre mejor:

La generación de marras está compuesta, entonces, por todas aquellas y todos aquellos que no vivenciamos los procesos históricos de las décadas de 1960 y 1970 y sus acontecimientos profundos; por atravesarlos en la infancia, por haber nacido en esas mismas décadas, o incluso en la de 1980. Hijas e hijos mayores de la derrota, esa primogenitura pesó (y pesa) sobre nosotras y nosotros como una loza de cemento. Además, como seres condenados a un mundo de apariencias y a una temporalidad opaca: al contrato, la competencia, la meritocracia, la socialización individualista y la soledad; agobiadas y agobiados por el fatalismo y el escepticismo de la década de 1990, nunca habíamos asistido a la combinación de bronca, coraje, dignidad, determinación y confianza…

Las lecturas infinitas sobre la crisis del 19 y 20 de 2001 -que a muchos nos encontraba púberes- encierran el diámetro de visibilidad desde el cual cada sujeto político pudo asistir entonces. Los que habían tenido laburo hasta allí y se quedaban en la calle, los y las que perdían sus ahorros, los que no toleraban ver caer los años gloriosos del glamour neoliberal y la convertibilidad y, finalmente, quienes arriesgaban hipótesis de recambio integral de la sociedad, todos a su manera apostaron cuerpo y cabeza al 2001. Tal vez, en buena medida la mirada sobre los años de la crisis haya devenido un espejo quebrado[4] que obtura la posibilidad de ver los mismos condimentos, dada la heterogeneidad social que armamos en veinte años. De cualquier manera, hoy convivimos con niveles de pobreza inauditos pese a que las condiciones de una estatalidad contenedora, a fuerza de su apariencia y debilidad, permiten evitar los escenarios de aquellos años. Entonces, ¿qué paso en el intersticio de la mano estatal y los vaivenes del mercado?

El nacimiento de otras formas de resistir

Si en algo conecta la rememoración de la joven democracia argentina con el hito del estallido social de 2001, es en el grado de autonomía social y política que un universo de organizaciones del campo popular supieron construir, como repelente de una “paradójica antinomia”.[5] Esto es: una cierta performatividad del 2001 vio emerger escuelas populares, coordinadora de movimientos, articulaciones vecinales, cooperativas comunitarias, grupos de base sin tierra, asociaciones civiles, en fin, movimientos sociales/populares que supieron hacer coincidir el trípode subsistencia, resistencia y esperanza.

No pensamos aquí en las evidentes distancias entre organizaciones hermanas que difieren en su valoración gubernamental, sobre todo desde la llegada de Néstor Kirchner al poder. Al referirnos a la capacidad autónoma de los movimientos populares argentinos, traemos de nuevo al presente la incalculable capacidad de construcción territorial que caracterizó al mundo popular que emergió en la primera década del siglo XXI. Más que el análisis puntilloso que cuenta costillas hacia adentro, intentamos decir que tanto las organizaciones piqueteras autónomas, la afluencia de sectores medios comprometidos, los espacios más institucionalizados del mundo “multiorganizacional” que trabó vínculos “oficiales” con el gobierno, como los espacios sociales que armaron tienda en aquellos años; todos ellos y ellas persisten en su trabajo de base. Esa es la herencia más visible de los años duros de crisis política argentina.

Este breve texto se ubica lejano en las inferencias o explicaciones sobre las distancias ideológicas, materiales y políticas de universo de las izquierdas societales y el campo popular argentino. No estamos en condiciones de enhebrar disquisiciones sobre la fragmentación infinita de un universo de izquierdas consolidadas ideológicamente, mucho menos de hipotetizar sobre cuán prolífica ha sido la estrategia de las organizaciones ahijadas bajo la experiencia kirchnerista. Lo cierto es que de un lado y otro de esa pequeña-gran grieta se concibieron proyectos prefigurativos, comunitarios, de base, territoriales, enraizados con grados diversos de autonomía y soberanía popular. Todos, con sus múltiples tácticas y sus más altas decisiones estratégicas, abrigaron la posibilidad de rearmar ese mundo popular devastado.

Si de algo puede dar cuenta este abigarrado territorio provincial, desde el cual surgen estas letras, eso es la posibilidad de ver el retrovisor del 2001 como el momento inaugural de otros espacios de resistencias. A riesgo de ser injustos, solo entre 2001 y 2002 al calor de la crisis nacieron en Mendoza experiencias como La Mosquitera, la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra y el Centro Padre Carlos Mugica, experiencias que fortalecieron su trabajo territorial y sus resistencias en estos largos 20 años.

Notas:

[1] Tapia, L. (2002) La producción del conocimiento local: historia y política en la obra de René Zavaleta. Bolivia: CLACSO.

[2] Martín Rodríguez: “¿Qué hace cambiemos? una política que les guste a los que no les gusta la política” http://margenes.unsam.edu.ar/urgentes/martin-rodriguez-cambiemos-una-politica-les-guste-los-no-les-gusta-la-politica/

[3] Mazzeo, M. “19/20 de diciembre de 2001,. a veinte años. Esbozo para un enfoque generacional” https://contrahegemoniaweb.com.ar/2021/12/06/19-20-de-diciembre-de-2001-a-veinte-anos-esbozo-para-un-enfoque-generacional/

[4] Semán, P. y Wilkis, A. (2021) “El espejo roto”. Le Monde Diplomatique/ Dossier 2001-2021 De crisis en crisis.

[5] Mazzeo resalta sobre la experiencia de los Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), en particular su “corriente autónoma”, la capacidad de superar el dilema entre sobrevivir o rendirse a los artefactos. -Mazzeo (2016) Piqueteros. Breve historia de un movimiento popular argentino. Ediciones Escaparate.

Oscar Soto. Politólogo y militante de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra y el Centro Mugica. Mendoza

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.