Por más que los adversarios y críticos de López Obrador busquen con lupa alguna medida o acto del Presidente que pudiera ser considerado lesivo para el pueblo, hasta el momento no han podido encontrarlo. Y por eso mismo se estrellan contra la pared los esfuerzos de la derecha pripanista para desacreditar al jefe del Poder […]
Por más que los adversarios y críticos de López Obrador busquen con lupa alguna medida o acto del Presidente que pudiera ser considerado lesivo para el pueblo, hasta el momento no han podido encontrarlo. Y por eso mismo se estrellan contra la pared los esfuerzos de la derecha pripanista para desacreditar al jefe del Poder Ejecutivo.
A falta de esos actos antipopulares, esa derecha pripanista se ha valido de todos los recursos de la guerra sucia para atacar al Presidente: calumnias, difamaciones, falsas noticias, tergiversaciones y toda clase de trampas discursivas.
El campo de batalla de esta guerra sucia ha sido, obviamente, la arena mediática. La tradicional (prensa, radio y televisión) y la digital (internet y redes sociales). Pero a pesar de los grandes recursos financieros invertidos ni la una ni la otra han conseguido menguar el prestigio y el apoyo popular del Presidente.
Y es obvio. Una realidad virtual no puede competir contra una realidad real y objetiva que resulta constatable para la inmensa mayoría de la población: la ausencia de medidas, políticas o actos gubernamentales que incidan negativamente en la situación económica del pueblo trabajador.
¡Cómo conseguir echarle encima a la gente cuando ésta no encuentra una razón para reclamar o para soliviantarse contra el obradorismo! Más bien ocurre lo contrario: en su gran mayoría, digamos ocho de cada diez, la gente respalda y hasta aplaude las decisiones del presidente. Y luego de seis meses de furibunda campaña mediática es evidente el fracaso de los afanes descalificadores y satanizadores contra López Obrador.
Es claro, por supuesto, que el Presidente, su equipo de trabajo y Morena pueden cometer errores que resulten lesivos para algún o algunos sectores de la población. Pero, como ya ha ocurrido, una vez denunciado o detectado el yerro, éste se corrige de inmediato y lógicamente las críticas y los ataques se quedan sin materia, sin sustancia.
La oligarquía, desde luego, confía en que el simple ejercicio del gobierno desgaste el prestigio y la aprobación popular del Presidente. Pero se trata de una confianza sin bases objetivas. Estas sólo podrían ser actos de gobierno lesivos para el pueblo. Y nada de esto es previsible en el gobierno de López Obrador. Ni ahora mismo ni en lo porvenir.
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