Acabo de conocer por dos amigos de Espai Marx, Joan Tafalla y Manuel Martínez Llaneza, el fallecimiento de Armando López Salinas, «un comunista de una pieza» con palabras del segundo. La noche del martes estará en el tanatorio de la M30 y hoy miércoles lo incineran en el cementerio del Este. Como otros comunistas, Luis […]
Acabo de conocer por dos amigos de Espai Marx, Joan Tafalla y Manuel Martínez Llaneza, el fallecimiento de Armando López Salinas, «un comunista de una pieza» con palabras del segundo. La noche del martes estará en el tanatorio de la M30 y hoy miércoles lo incineran en el cementerio del Este.
Como otros comunistas, Luis Landínez por ejemplo, López Salinas fue finalista del premio Nadal en 1960 con la obra Caminando por las Hurdes. Fue promotor del manifiesto en apoyo a la huelga minera de 1962 que suscribieron 102 intelectuales.
Joan Tafalla ha escrito sobre él. «Lo conocí cuando era director de Nuevo Rumbo (periódico del PCPE) y yo director de Avant. Cuando asistía a las reuniones del CC del aquel partido solíamos charlar extensamente. Una de sus frases predilectas en aquellos momentos era: «Los capitanes están cansados». Decía que quería escribir una novela con ese título. Asistimos juntos al XXVII Congreso del PCUS. Yo era pipiolo. Él, con cerca de treinta años más que yo, con su experiencia y conocimiento de aquel mundo, me desveló algunas de las claves de las cosas que pasaban en aquel acontecimiento histórico. Siempre le estaré agradecido por ello.»
«Fidelidad a sus orígenes y determinación clara de objetivos» ha añadido y nos ha dado esta referencia de hace un par de años http://www.publico.es/443499/
Armando López Salinas, nacido en 1925, lleva una vida dedicada a la lucha «de los humillados de la tierra». Su batalla ha sido la batalla de la clase obrera. «Los más de cinco millones de parados, los recortes en Sanidad, el asalto que sufre la democracia o como dice Armando el «diluvio universal de mierda» que sufre España es una muestra de que la lucha de clases nunca desapareció para el capitalismo. «Ellos sabían que estaban en lucha, muchos de nosotros no».
A sus 87 años (ha fallecido a los 89), Armando pasaba las horas en su despacho, devorando libros y plasmando sobre el papel sus pensamientos. «No hace falta ser marxista para darse cuenta de lo que está pasando. Hay que salir a la calle a seguir luchando. Lo que no se gana en peleando en la calle no se gana nunca en la mesa de negociación».
A sus espaldas acumulaba la experiencia de quien con apenas 16 años, en plena posguerra, se juntaba con sus vecinos del barrio para escribir «panfletos» comunistas y lanzarlos a la calle bajo la firma del PCE y a los 50 celebraba la muerte de Franco en un calabozo de Madrid cantando La internacional. «Era el tiempo de posguerra y estaba finalizando la II Guerra Mundial. El partido pensaría que éramos unos alborotadores, pero éramos unos chiquillos y aunque no recuerdo exactamente que decíamos, seguramente estaríamos llamando a tomar el palacio de invierno». Con apenas 14 años, recién terminada la Guerra Civil y con su padre preso, comenzó a trabajar. En fábricas, en el campo, como pintor o como «portador de la maleta de un representante de zapatos por Madrid».
No sería hasta el año 1959 aproximadamente cuando comenzaría a trabajar en Radio España Independiente, en La Pirenaica, donde escribió «más de mil crónicas» que serían leídas para España desde Bucarest.
«Cuando murió Franco no me hice demasiadas ilusiones. Durante la transición sucedió lo mismo en España que en la revolución francesa de 1789, salvando las distancias. Sobre las espaldas de los obreros que derrumbaban un régimen cabalgó la burguesía. Una gran parte de ella cambió de caballo y de la noche a la mañana se hicieron demócratas. Ahora tenemos a Mayor Oreja expidiendo certificados de democracia». «Quisieron cambiarlo todo, para no cambiar nada. La historia demuestra que la monarquía es el régimen que más beneficia a la burguesía y que más protege sus intereses. Aquí ni siquiera se pudo elegir. La constitución dice que la soberanía reside en el pueblo, pero es mentira. La Constitución miente, porque al pueblo soberano ni siquiera le permitieron votar si prefería república o monarquía. La soberanía del pueblo está secuestrada».
«Otro tipo de transición hubiese abierto otro tipo de caminos. La derecha y el PSOE, los que fueron bendecidos desde Washington, querían hacerla con el menor ruido posible. Para mí era un error. Se tendría que haber constituido un Gobierno provisional sin signo político y haber dejado más tiempo para el asentamiento de los partidos políticos». Fruto de aquel pacto que fue la transición «poco abierta a la población» y con un rey «que llegó a España como el Mesías instaurando la democracia e incluyendo a todas las fuerzas políticas» se tomaron decisiones que acarrean problemas en la actualidad. España debería configurarse como un estado federal plurinacional que reconociera el derecho de autodeterminación. Armando era partidario de la unidad de España porque la historia «demuestra que también podemos estar juntos y que ha habido ocasiones en la que hemos estado de acuerdo como en la defensa de la República» y porque todos los obreros del Estado español hablan el mismo idioma, el del socialismo. «Independientemente de si hablamos en vasco, catalán, gallego o castellano, creo que hay un idioma que une a todos: el idioma del socialismo. El idioma de los que tienen que hacer un ajuste de cuentas con su burguesía. A lo mejor ahora es el momento de ese ajuste. ¿O es que cree Mas que los que acudieron a la manifestación el día de la Diada no habían salido a la calle contra sus recortes? En este país, los sufrimientos han venido de la derechización global que ha sufrido».
«Hay cinco millones de personas que se levantan sin trabajo. Hay dos millones que no tienen absolutamente nada y que no saben donde enviar a sus hijos. Hay siete u ocho millones de jubilados perdiendo poder adquisitivo. Hay millones de científicos que no tienen que investigar porque no se invierte en I+D+i y cientos de miles de jóvenes sin trabajo tratados como mercancía. La corrupción se ha incrustado en los aparatos del Estado: ayuntamientos, diputaciones, autonomías, gobierno central y la casa del rey. Este país atraviesa un diluvio universal, pero de mierda».
«Cuidado. Aquí hablamos muchas veces de hacer un pacto entre empresarios y sindicatos o entre fuerzas políticas. A veces, el pacto o el convenio, en determinadas circunstancias, significan la muerte de la democracia y tienen la misma duración que el tiempo que trascurre hasta que los patronos tienen la fuerza suficiente para romperlo… Son [PP y PSOE] los Cánovas y Sagasta de la Restauración». El pacto que López Salinas reclamaba se parecía más al Pacto de San Sebastián, el que suscribieron en 1930 la mayoría de partidos republicanos y en el que se sentaron las bases para un nuevo régimen: la Segunda República Española. «Los cambios se organizan. Me parece que el papel que jugaron los intelectuales de la República hay que planteárselo. Una especie de Pacto de San Sebastián que siente las bases de algo nuevo. No puede ser que Rubalcaba hable de que se sienta republicano pero que defienda a Juan Carlos I. Parece una broma, siniestra, pero una broma. Hay que plantearse un pacto con las fuerzas sociales que están en las calles manifestándose y elaborar una Constitución de alcance republicano y carácter federal».
Muchas cosas de las que lee y ve a su alrededor le recuerdan a los años 30 cuando «había una canción que decía algo así como «paciencia obrero, paciencia» y la Iglesia contaba que el trabajador tenía el paraíso asegurado. «Yo era un niño por entonces y aunque no eres consciente de todo, te vas enterando».
«Vivimos un proceso de concentración de las empresas, están desapareciendo bancos, y se van quedando menos, mientras los derechos sociales van desapareciendo. El ataque va más allá de la clase trabajadora. No planteo asaltar el palacio de invierno. Pero sí digo que hay que luchar y buscar aliados en este camino. La batalla la está ganando el capitalismo, pero no todos una pequeña parte de ellos», añade. La lucha de Armando la que lleva defendiendo se pelea en las calles, mediante la protesta social, en los círculos intelectuales mediante las ideas, en las instituciones y en el Congreso mediante la política. «La cultura debe disputar en el terreno ideológico las razones del capitalismo porque sino la derrota esta cantada», añade Armando que que «si cinco millones de parados es una clara muestra de la derrota».
«A la gente le digo que luche, que yo no puedo. Ayer, hoy y mañana la única manera de ganar derechos ha sido la calle. Incluso huelgas generales, aquí va a hacer falta mucho más para ganar el pulso. Yo sé que la lucha no garantiza la victoria. Pero la batalla que no se gana es la que no se lucha».
«Yo, por decencia intelectual ya no hablo del marxismo como solución, pero tampoco condeno la violencia venga de donde venga. Para mí violencia es que la gente esté en los contenedores recogiendo basura, los desahucios de los bancos o las cargas de los antidisturbios que hemos visto estos días. ¿Qué se han creído que eso no es violencia? El mundo está construido a base de violencia. La política no se hace sólo con buenas intenciones, ni sólo con palabra, ni sólo con urnas. Porque lo que está ocurriendo en el mundo, en Libia, Siria, Kosovo… lo están haciendo los poderes fácticos, los poderes reales con armas y con violencia en la lucha que se libra.»
Armado recurre a Antonio Machado y recita de manera literal la última parte del escrito Los coches locos, incluido en la obra de 1915 Los complementarios en el que Machado arranca con una comparación entre conductores y políticos: «Si el auriga sabe su oficio, sigamos con él y paguémosle puntualmente su salario. Si guía mal, habrá que despedirlo. Porque dentro de su coche vamos todos. Mas ¿qué haremos con un cochero loco o borracho que nos lleva a galope y alegremente al precipicio? Habrá que arrojarlo a la cuneta del camino, después de arrancarle por la fuerza las riendas de la mano. Revolución se llama a esta fulminante jubilación de cocheros borrachos. Palabra demasiado fuerte. No tan fuerte, sin embargo, como romperse el bautismo», escribe Machado, recordó Salinas
A mi sólo me queda recordar un fragmento del gran poema de Luis Cernuda, «1936». En su memoria.
Que aquella causa aparezca perdida, Nada importa; Que tantos otros, pretendiendo fe en ella Sólo atendieran a ellos mismos, Importa menos. Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece Como en aquellos días: Noble y tan digna de luchar por ella. Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido A través de los años, la derrota, Cuando todo parece traicionarla._ Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, Compañero, gracias Por el ejemplo. Gracias porque me dices Que el hombre es noble. Nada importa que tan pocos lo sean: Uno, uno tan sólo basta Como testigo irrefutable De toda la nobleza humana.
Salvador López Arnal es nieto del obrero cenetista asesinado en el Camp de Bota de Barcelona en mayo de 1939 -delito: «rebelión»- José Arnal Cerezuela.
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