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Arte, guerra cultural y neoliberalismo

Fuentes: Rebelión

La guerra también es cultural, los artífices del capitalismo lo saben y en el contexto actual es una de sus principales armas, es una guerra suave, blanda, que va destruyendo poco a poco la cultura de los pueblos, su memoria, su historia. Se orquesta desde muchos frentes, desde ONGs, instituciones culturales y secretarías de estado, hasta fundaciones que funcionan como tapaderas de los grandes aparatos de inteligencia y contrainsurgencia como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), en todas las regiones del mundo, con rutas y políticas culturales que fortalezcan al poder hegemónico, al capitalismo y el neocolonialismo. Tapaderas que también funcionan para lavar dineros de gobiernos terroristas como el de Estados Unidos y gobiernos compinches y lacayos en todo el mundo. 

            México y América Latina, han sido los laboratorios sociales de la guerra cultural de estos finísimos especialistas desde hace más de medio siglo y en la que la primera ruta es socavar la memoria de los pueblos para someterlos, utilizar a los propios sujetos creadores como frente e instrumento, a través de la manipulación, el engrandecimiento y ensanchamiento de su ego para ponerlo al servicio de los intereses del colonialismo. Y en gran medida desde una de las actividades humanas más generosa y liberadoras: el arte en todas sus expresiones y todos sus frentes. Por eso siempre a la hora de los golpes, artistas y trabajadores de la cultura son los primeros en recibirlos y pagar los platos rotos. Pero más grave aún cuando las políticas culturales de los gobiernos se implementan bajo las directrices de sometimiento disfrazadas desde el capitalismo, como «libertades» y «derechos» a modo.  

            Así, tenemos una libertad de expresión que cuando cuestiona, es señalada como intolerancia y violencia cuando la hace el otro, cuando la ejerce el poder le llaman libertad y respeto. Tenemos también, el derecho a la protesta, que cuando la ejerce el otro se señala como vandalismo, pero cuando la ejerce el estado se llama manifestación pacífica. Tenemos el derecho a la creación, al arte y a la cultura, pero cuando la autoridad o los representantes del capitalismo aparecen, dejó de ser arte para convertirse en violencia y en la que los artistas pagaran con la persecución o la censura en el mejor de los casos. 

            La realidad de lo artística y culturalmente «correcto» para el capitalismo es su única ruta porque no cuestiona, no debate, no enseña y por el contrario tergiversa, manipula y niega cualquier otra ruta que los cuestione y provenga del libre albedrío, de la libre expresión y del pensamiento y memoria de los pueblos y a un pueblo con memoria, cultura e historia no se le puede someter. 

            El desmantelamiento de la infraestructura cultural parece ser nuevamente una de las estratagemas del actual gobierno mexicano para reconfigurar un imaginario colectivo que se ponga al servicio del fortalecimiento del gobierno y utiliza toda una serie de estrategias similares a los manuales de inteligencia para la guerra de baja intensidad, la contrainsurgencia y operaciones sicológicas. 

            Vale la pena destacar que, en los mencionados manuales, las operaciones de guerra sicológica son, entre otras cosas y en términos generales, el uso de la propaganda y comunicación para influir en la percepción, actitud y comportamiento para el logro de objetivos políticos, sociales y militares de una nación sobre otra esencialmente, pero eso aplica también de manera interna en la consecución de objetivos que fortalezcan el ejercicio del poder. Desde la reconfiguración del imaginario colectivo a través de la manipulación hasta la construcción de símbolos, memorias, comunicaciones y afectos para auto legitimarse y donde el arte y la cultura cumplen un papel fundamental. Esto conlleva a la cuestión dialéctica del bueno y el malo en el que este último es el enemigo interno a vencer y nos lleva a todo un entramado de rutas que se utilizan con manual en mano, ahora en el terreno del arte y la cultura, cuyos actores se han vuelto el enemigo a vencer y no precisamente a convencer: Satanización del oponente con discursos y acciones clasistas y racistas (artistas fifís, conservadores, reaccionarios, grupúsculos, enemigos de la transformación, de la democracia, etcétera); desacreditación de organizaciones legítimas como los colectivos culturales ante grupos neutrales para crear divisionismo, desorganización, desactivar, bajar la moral; captación con programas clientelares y estímulos que ponen a competir por migajas presupuestales pero que otorgan un supuesto prestigio a través de un reconocimiento del Estado al individuo; desarticulación de fuerzas reales organizadas como sindicatos, asociaciones civiles, fundaciones. Desmantelamiento de la infraestructura cultural creada por la sociedad civil y artistas independientes; desarticulación de los patrimonios culturales y artísticos en manos de la población, entre otras muchas cosas y todo en el marco de un patriotismo exacerbado fundamentado en la reconfiguración de la historia patria y los héroes nacionales de un gobierno que con bandera falsa navega con el discurso de una supuesta izquierda. 

            No es la primera vez que se usa el disfraz de un gobierno de izquierda y México no está exento, sólo recordemos las operaciones encubiertas de la CIA en nuestro país en materia cultural, desde el financiamiento de medios, editoriales, intelectuales, artistas, galerías, museos, traductores indígenas, científicos y ahora también antropólogos (como ha señalado el Dr. Gilberto López y Rivas en su libro Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos, 2020); hasta el trazado de rutas estéticas o líneas editoriales en políticas supuestamente de izquierda, dentro de todo un entramado parte de las operaciones de guerra sicológica contra México. 

            Las concepciones y consignas de «libertad de expresión», «libertad de creación», «derechos culturales», «derechos humanos» «ahora sí los pueblos originarios», etcétera, son manipuladas de tal manera que hacen parecer que la censura no existe. La manipulación de la información ante organizamos internacionales es tal que pareciera que el desarrollo y apoyo al arte mexicano está en gloria, además las actividades y apoyo en el marco de la pandemia por parte de la comunidad, por encima y pese al gobierno, se han vuelto facturas que cobra el gobierno actual a través de la Secretaría de Cultura, como quedó documentado en la reunión de embajadores y cónsules convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en abril del 2020, donde la secretaria de Cultura, mintió descaradamente sobre la situación de la cultura en México. Incluso pese al discurso de «primero los pueblos originarios» estos siguen convertidos en garambainas folclóricas para el turismo nacional e internacional y siguen siendo despojados de sus territorios ancestrales. Sin embargo, el hambre, la miseria, el cierre de espacios, el desmantelamiento de la infraestructura, la pantalla de «negociaciones» con la comunidad y el discrecional apoyo para un diminuto sector, son las peores formas de censura y la mejor herramienta para respaldar una política cultural de dientes para afuera que va mucho más allá de una simple política donde la cultura sólo es el parte de todo el engranaje. 

            A partir de aquella reunión de la UNESCO, con la participación de 130 ministros de cultura, la comunidad artística y cultural representada en un frente conjunto formado por los colectivos y movimientos Asamblea por las Culturas de la Ciudad de México, No vivimos del Aplauso y el Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México hemos entregado al representante de la UNESCO en México, Frédéric Vacheron, dos Informes Sombra, donde se expone de manera fehaciente, con pruebas y documentos, no solo las omisiones de la representante de la Secretaría de Cultura sobre la crisis de la comunidad artística y cultural en el marco de la pandemia, donde señaló que la comunidad gozaba de total acceso a la salud, sino también expusimos, junto con una denuncia a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, todas las violaciones a la Constitución Mexicana, leyes, reglamentos, tratados, y convenios internacionales como el convenio 169 de la Organización Internacional Trabajo (OIT) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.  De la misma manera se informó sobre la alteración de informes oficiales sobre el ejercicio presupuestal, alteración de cifras sobre la cantidad de ciudadanos que tienen acceso a sus derechos culturales y a la infraestructura cultura como la asistencia de 15 millones de visitantes a museos y zonas arqueológicas cuando se encontraban cerrados por la pandemia, por citar solo un ejemplo. El gobierno mexicano no solo ha hecho caso omiso de estas denuncias, sino que además ha estado encubriendo a los funcionarios involucrados.  

            En este sentido, desde este Foro Social Mundial reiteramos la petición nuevamente a la UNESCO para que en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales Mondiacult 2022 que se llevará a cabo en México en próximas fechas, se le de voz a esta comunidad artística y cultural mexicana independiente a través de sus mecanismos de participación reconocidos por tratados, convenios y recomendaciones internacionales establecidos por la UNESCO, por ser la comunidad anfitriona de este importante evento. Al arte y a la cultura solo la representan sus actores. 

            No es de extrañarnos que la actual política cultural mexicana, responda a intereses creados que ven en el aparato cultural efectivamente un pilar de transformación; pero desde las rutas de la alineación y el sometimiento de la creación de los dominados al poder, como parte de todo el complejo de «transformación» basado en las viejas prácticas de la derecha y de la ultraderecha, clientelares y demagogas, con la pantalla de discursos seudoizquierdistas y populares. Es decir, tienen que generar la suspicacia, la desinformación y la confusión, para que la única verdad la tenga el gobierno. 

            Así, el nuevo enemigo: los colectivos artísticos y culturales que se han concentrado pese a todo, en frentes de lucha por los derechos culturales y humanos tanto de la comunidad como de la población, ahora seguimos teniendo un largo camino por recorrer comenzando por seguir organizándonos y afrontar más un papel de militancia que de activismo coyuntural. 

En estos tiempos neoliberales en los que el fanatismo, la violencia, el deshonor y la traición son lugares comunes y la mentira sirve de ariete para someter a los pueblos, el arte y la cultura no son trincheras, son motores de desarrollo y son y serán frentes implacables de batalla. 

Porque un mundo mejor es posible, muchas gracias. 

Foro Social Mundial 2022 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.