España es sin duda un país de buenos dibujantes que con sus insignes monigotes han creado escuela, y ello tanto en las revistas satíricas como en las páginas de la prensa privada desinformadora, esa que los anglófonos llaman mainstream media. El final de la dictadura franquista, al cobijo de aquella inolvidable publicación que fue La […]
España es sin duda un país de buenos dibujantes que con sus insignes monigotes han creado escuela, y ello tanto en las revistas satíricas como en las páginas de la prensa privada desinformadora, esa que los anglófonos llaman mainstream media. El final de la dictadura franquista, al cobijo de aquella inolvidable publicación que fue La Codorniz, vio surgir una pléyade de genios de humor negro decapante, entre quienes mis preferencias personales destacan a Chumy Chúmez y Gila. Sus túneles negros que representaban el futuro o sus lisiados arrastrándose por las calles en un carrito de ruedas eran la radiografía exacta del país y despertaban el eco de sables y botas militares. Cómo no olvidar asimismo al incombustible Francisco Ibáñez, que a tantos niños de entonces nos alegró la triste rutina desde el Pulgarcito con sus personajes Mortadelo y Filemón o con la humilde y desternillante casa de vecinos situada en el número 13 de la rue del Percebe.
La mal llamada «transición», que desembocó en esta impresentable democracia que padecemos, con su fascistona derecha y su izquierda derechizada en absurda alternancia perpetua, ha visto surgir nuevos genios del dibujo político. Entre ellos, también, mis preferencias son selectivas y, si alguien me pidiese un par de nombres, le respondería sin dudar que no suelo perderme a diario los inconfundibles dibujos feministas de Antonio Fraguas «Forges» ni los trazos amargos y metafísicos de Andrés Rábago «El Roto». Junto a ambos, a la misma altura en mi estima, hay otro nombre que brilla como el sol: Juan Kalvellido.
Decía Albert Camus que «todos cuantos luchan hoy por la libertad combaten en última instancia por la belleza». Una frase como ésta -al mismo tiempo sencilla y profunda- le viene como un guante al trabajo cotidiano y tesonero de Kalvellido, que desde unos años para acá ilumina las páginas digitales de Rebelión e InSurGente con sus monigotes. Como todo maestro del dibujo satírico que se precie, nuestro Juanito ha desarrollado un estilo tan personal que ni siquiera necesitaría firmar para que todo el mundo lo reconociese. Lejos están ya las convencionales líneas monocrómicas en tinta negra de sus comienzos, pues Kalvellido, ahora, «pinta» sus dibujos a todo color, de tal manera que cada uno de ellos es una pequeña obra de arte que bien podría reproducirse en serie para ser admirada en un museo. Y digo más: su cultura pictórica es tal, y tan arraigada, que no es infrecuente descubrir rastros de Picasso, Munch, Miguel Ángel o Matisse en algunos de sus dibujos.
La creación de Adán, de Miguel Ángel
El habano de Dios, de Juan Kalvellido
¡Asombroso Kalvellido!, que va dejando huellas de su sabiduría por doquier y, sin embargo, no olvida nunca su origen popular y reivindica con orgullo para sí mismo la olvidada y esplendorosa palabra proletario. Con ella como estandarte ha entrado ya en el selecto pelotón de los grandes dibujantes satíricos españoles de todos los tiempos y los ha superado a todos ellos por la izquierda, ya que sus flechas envenenadas no son nunca genéricas o abstractas ni se limitan solamente a fustigar a la derecha clásica, sino que se dirigen a personajes concretos de todo el espectro «democrático» burgués y se adentran sin miedo ni ambigüedad en el ámbito revolucionario, un terreno tabú y prohibido a sus compañeros de oficio por los censores corporativos de la prensa convencional.
¡Asombroso Kalvellido!, que con su último álbum, Salud y ni un paso atrás!, acaba de poner el listón de la excelencia a una altura casi inalcanzable. Somos muchos los amigos que lo hemos acompañado en esta última aventura con textos de todo tipo interpuestos entre las imágenes y sé hasta qué punto nos lo agradece, pero permítaseme añadir que hay algo de tremendamente injusto en esa inquebrantable sencillez que lo caracteriza, pues en realidad el favor nos lo ha hecho él al permitirnos zarpar a bordo de este barco pirata en el que, con nosotros de tripulación, el capitán Kalvellido surca los mares de la injusticia siempre dispuesto a enfangarse en la eterna lucha de clases.
Ya he dicho en otras ocasiones que el arte -cualquier arte- es un arma, pero sólo a condición de que transcienda la belleza y se adentre a pecho descubierto en el campo de batalla de la ideología revolucionaria. El arte de Juan Kalvellido, su lápiz mágico, es un fusil automático repleto de balas cuya pólvora pictórica lleva incrustados los genes heroicos de la Comuna, de los brigadistas de la guerra civil española, del Che Guevara, de negros africanos hambrientos, de palestinos desposeídos, de iraquíes muertos en el combate contra el invasor y de indios americanos desheredados por el capitalismo.
Repito con él: ¡Salud y ni un paso atrás!
Juan Kalvellido
Salud y ni un paso atrás!
Tiempo de Cerezas Ediciones, Madrid 2006
[email protected]
96 páginas, 15 euros
En Valencia: librería Primado, Tres i Quatre, 9 D´Octubre, El Puerto, La Costera…
En Madrid: Librería Muga, Traficantes de Sueños…)
Se pueden pedir a kontrarreembolso: a [email protected].
Precio 15 euros más gastos de envío.
Kolectivos y asociaciones interesados: deskuentos especiales.
Si hay librerías o puntos de venta interesados y no llega la distribución, ponerse en kontacto kon la editorial.
Manuel Talens es escritor español. Pertenece a los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística.