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Aumentar la intensidad democrática

Fuentes: Rebelión

La crisis del FPV plantea interrogantes sobre la consistencia y la eficacia de la dirección política del movimiento de resistencia al gobierno macrista. El FPV es la dirección actual de la oposición, por más debilidades que tenga. Si su crisis llega al extremo de la completa desintegración, o queda reducido a un grupo minoritario de […]

La crisis del FPV plantea interrogantes sobre la consistencia y la eficacia de la dirección política del movimiento de resistencia al gobierno macrista. El FPV es la dirección actual de la oposición, por más debilidades que tenga. Si su crisis llega al extremo de la completa desintegración, o queda reducido a un grupo minoritario de dirigentes, el pueblo se quedará sin dirección por un tiempo. Cuánto tiempo tardará en surgir una nueva dirección, si es que surge, y cómo evolucionará la resistencia si queda sin dirección, son interrogantes que hoy no se pueden responder.

El FPV no ha demostrado capacidad de dirigir e impulsar la resistencia. No tiene una presencia pública de CFK que plantee un programa y una consigna de acción que unifique y eleve el nivel de la resistencia. Para dirigir al pueblo hay que poner el cuerpo. A nivel masivo nadie del FPV lo hace. Sí lo hacen en reuniones a las que concurren dirigentes como Kicillof, Mariano Recalde, Sabbatella, Rossi, etc., que tienen una gran concurrencia. Pero ese trabajo de base necesita una dirección política pública y global. Y esta dirección necesita plantear una consigna que unifique y eleve el nivel político de la lucha popular. ¿Por qué debe luchar el pueblo? En las décadas del ’60 y ’70 era «luche y vuelve». Todo se resumía a ese objetivo, todas las luchas parciales impulsaban la vuelta de Perón. Y eso motivaba y mantenía unida la lucha opositora a la dictadura de Lanusse. Era otra relación de fuerzas, otra crisis de menor intensidad que la actual, menor ofensiva del capital concentrado, etc., pero esa consigna unificadora era vital para el movimiento de resistencia. Hoy esa consigna unificadora falta.

Pero ¿qué consigna y qué programa deberían tener los nuevos dirigentes que eventualmente surjan, o incluso la actual dirección del FPV?

Tiene que ser un programa y una consigna de acción que responda a las necesidades objetivas de la población, y de una comprensión accesible a su nivel de conciencia actual. Un programa correcto pero que contenga consignas que estén muy lejos de ser comprendidas hoy por el pueblo es muy bueno como propaganda, es decir, va elevando la conciencia lentamente, pero no servirá para potenciar la lucha actual de la población y dar pasos sucesivos en la elevación del nivel político del pueblo.

La ex-presidenta CFK dijo que es una democracia de muy baja «intensidad», la más baja desde 1983. Sería una alternativa empezar por ahí, impulsar la consigna de elevar lo más posible la intensidad democrática. El objetivo estratégico sería generar una revolución democrática, que es la necesidad objetiva de la actual coyuntura, y que se volverá una necesidad cada vez más apremiante a medida que la política destructora del macrismo vaya dando nuevos pasos.

La elevación de la intensidad democrática puede ser una buena consigna, que permitiría unificar políticamente todas las luchas, más allá de las pertenencias partidarias y de las diferentes ideologías de la resistencia.

Existe una barrera institucional que debe franquearse: los límites de la democracia burguesa, en los que se encuentran atrapados el FPV y la población en general. Por otra parte, el gobierno macrista es cada vez más dictatorial. Y lo seguirá siendo cada vez más, porque su política no cierra sin represión. Pero necesita no solamente represión, sino una represión que termine por desalentar la resistencia, reducirla a la impotencia, y de esa manera instalar el desánimo, la resignación y la apatía generalizada.

Hay una forma de evitar que esto suceda: que el pueblo encuentre una consigna de lucha que permita el éxito de la resistencia y la caída de la dictadura macrista, como pasó con De la Rúa, primer presidente en la historia argentina que renunció por la rebelión popular. La consigna estratégica sería la revolución democrática, pero se podría empezar planteando la elevación al máximo de la «intensidad» democrática. De esa manera el pueblo podría desarrollar su propio debate interno y se podría llegar progresivamente al convencimiento político de la necesidad de la revolución democrática.

El pueblo tiene derechos irrenunciables que no pueden ser restringidos por ningún tipo de instituciones, ni siquiera las de la democracia burguesa, las cuales tuvieron vigencia en buena medida, comparativamente, durante el gobierno anterior, y que este gobierno está pisoteando cada vez más.

Las masas necesitan agruparse, discutir, impulsar acciones, organizándose en forma espontánea, a la manera de las asambleas del año 2002, pero a un nivel muy superior de masividad, organización, discusión y elaboración política, y con la participación masiva y dirigente de la clase obrera. Esas asambleas podrían funcionar como centros de convocatoria y referencia para todo ciudadano que quiera participar activamente de la resistencia. De esa manera se podrán ir traduciendo a nivel político, todas las luchas parciales de la resistencia que se vienen realizando a lo largo y ancho del país, con la consigna unificadora de aumentar la intensidad democrática, y con el objetivo estratégico de la revolución democrática. Una democracia en que gobierne directamente el pueblo, cuyas decisiones se tomen día a día en lugar de votar una vez cada cuatro años.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.