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Aunque Bolivia se descentralice de seda, Bolivia se queda

Fuentes: Rebelión

Todos quieren descentralizar, algunos piden autonomías, unos mas y otros menos, unos así y otros asá. La descentralización y la cuestión autonómica están en el candelero, en el centro de todas las batallas tanto en la asamblea constituyente como fuera de las paredes del teatro Mariscal. Las apelaciones de descentralización y autonomías tienen infinitos trajes, […]

Todos quieren descentralizar, algunos piden autonomías, unos mas y otros menos, unos así y otros asá. La descentralización y la cuestión autonómica están en el candelero, en el centro de todas las batallas tanto en la asamblea constituyente como fuera de las paredes del teatro Mariscal. Las apelaciones de descentralización y autonomías tienen infinitos trajes, todos muy variados y de diferentes colores. Unos le ponen trajes futuristas, otros acuden al pasado, otros lo emperifollan demasiado, algunos les ponen trajes colonizadores, otros solicitan el desnudo, otros desean que la engalanen con mucho glamour, y otros prefieren ataviarla con trajes modestos. Cada cuál habla de descentralización como quiere. Todos se animan a hacer demandas muy variopintas sobre distribución de competencias y repartos fiscales. Sin embargo, pocos cuestionan el tamaño y/o forma del actual pastel. Pocos prestan atención a los cambios del tamaño y/o de la ecuanimidad de este actual pastel competencial, fiscal y económico. Pocos miran el cuerpo, y todos se fijan en su traje. Puede que el cuerpo no sea lo suficientemente digno como para ponerle traje tan elegante, tan exorbitante y tan pretencioso. Puede que el pastel no sea suficientemente justo como para envolverlo en papeles de regalo tan ilustre, tan grandioso y tan noble.

La descentralización y la autonomía, per se, pueden que no ayuden mucho si no se goza de un sujeto previamente equitativo y sobresaliente. Pongamos dos sencillos e ilustrativos ejemplos. Primero, si tenemos un trozo de pan a las puerta del colegio, y queremos repartirlo entre cien niños hambrientos, cabe a dos migas de pan a cada niño. En este escenario parabólico (tanto en el sentido narrativo como en el matemático), la descentralización sirve de poco porque el efecto de las migas del pan es marginal. El tamaño importa, ¡y tanto! Segundo ejemplo, menos sencillo pero igualmente ilustrativo, sea un impuesto nacional injusto basado en que aquellos que tengan mas pagan menos que aquellos que tienen menos. Si este tributo injusto es descentralizado, ceteris paribus (manteniendo las mismas características intrínsecas que el impuesto nacional), que yo sepa seguirá siendo injusto. El único cambio cualitativo es que ahora el impuesto es injustamente descentralizado. Estos dos argumentos permiten aseverar que la demanda de descentralización debe ir precedida de un notable cambio de la actual estructura económica y fiscal. Sin este cambio previo, la descentralización me parece una cuestión de mal menor aunque ello no quiera decir que no sea necesaria y pertinente.

Las demandas de descentralización y de autonomías solo serían razonables desde la solicitud de cambio del actual régimen económico. No tendría mucha lógica reivindicar la descentralización solo para descentralizar las desigualdades e injusticias, sin ningún cambio estructural en el pastel, ya sea de tamaño y/o forma. Este momento histórico de demanda de cambio debe aprovecharse para verdaderamente cambiar el leitmotiv de las políticas que se deban llevar a cabo en Bolivia para resolver los problemas reales de este país. Debe explotarse esta coyuntura política e histórica de refundación del país no solo para plantear una descentralización y un régimen autonómico ajustado a los diferentes pueblos, sino para propugnar un cambio en profundidad del actual modelo económico. Aquellos que verdaderamente desean cambiar no caigan en las trampas de los que no quieren cambiar un ápice este sistema que les beneficia y les sigue proporcionando una situación exageradamente ventajosa. Aquellos que desean cambio, cambien y después descentralicen y den autonomías. O descentralicen y den autonomías para cambiar. La descentralización y las autonomías en si misma no debe ser el único objetivo. En el otro lado, están aquellos que no quieren modificar nada, y solo desean descentralizar y autonomías, para tener más competencias sobre lo que ya es injusto, y además, desviar la atención de la auténtica preocupación de las organizaciones indígenas y campesinas, y del MAS. No se debe perder el rumbo en el fragor de la batalla contra la derecha de Santa Cruz, que solo plantea la distribución territorial de un pastel dado (mejor dicho, concentración del pastel dado). Por el contrario, deben explicar y profundizar en el cambio de régimen económico que estaría en las bambalinas de un estado Plurinacional, porque éste por si mismo no resuelven los efectivos problemas de Bolivia y sus pueblos. La redistribución territorial de un pastel pequeño que apenas supone el 32,5% del PIB (en 2005) no arregla mucho, a pesar que se quiera destacar las ventajas de eficiencia cuando quien asigna está más cerca de la población. Un pastel obtenido regresivamente seguirá siendo regresivo si lo administra el Estado central, las autonomías departamentales o las municipales, o las autonomías indígenas. Si los actuales principios impositivos permanecen a pesar de la descentralización, seguiremos bajo el mismo paraguas neoliberal descentralizado. El principal impuesto en el cuadro tributario boliviano es el IVA (representa un 40% del total en el 2005), impuesto regresivo por excelencia. Si éste sigue teniendo su misma estructura, la descentralización municipal, indígena o departamental no mitigará sus efectos nocivos sobre la desigualdad y pobreza. Por otro lado, se puede asumir que la descentralización de las políticas de gastos mejora la eficiencia si nos dejamos convencer por los argumentos neoliberales de la eficiencia, sin embargo, dicha descentralización no resolvería por ella misma los problemas de regresividad de muchas partidas presupuestarias.

Nadie del MAS ni las organizaciones sociales debería entrar en el juego maquiavélico de la derecha. Un juego repetido hasta la saciedad cuando se trata de distraer la atención. Ahora, hablan de autonomías cuando el propósito no es más que todo permanezca igual, o quizás más polarizado. Por ello, el MAS y las organizaciones sociales deben alentar al cambio de la estructura económica y fiscal, sean reformistas o transformistas. El MAS y las organizaciones sociales ya reclaman un nuevo régimen económico, con lógica comunitaria, basado en principios de complementariedad, reciprocidad y justicia social. Evidentemente, el Estado Plurinacional puede responder satisfactoriamente a las objetivos anteriores. Pero no deben creer ni hacer creer que el recurrente y necesario Estado plurinacional solucionará los problemas por el mero hecho de existir. En esto, se percibe demasiado ímpetu en la exigencia de lo plurinacional en detrimento de una reivindicación de un cambio integral del régimen económico. Todavía (y mantengo mis esperanzas) no se propugna un nítido e iluminado nuevo modelo económico que acompañe a la propuesta de Estado Plurinacional. Ambas cosas deben ir de la mano, porque la una sin la otra sería como ser infiel a los verdaderos problemas. El MAS y las organizaciones sociales deben «zizaguear» las provocaciones de la derecha en cuanto a la descentralización y autonomías, y no debatir sobre su mismo estadio, porque la derecha solo piensa en descentralizar o dar autonomías sin cambios. El MAS y las organizaciones sociales deben evitar la confrontación en ese nivel de discusión donde lo único de lo que se habla es del grado de descentralización o de la capacidad autonómica sin profundizar en los cambios del actual pastel, ni de tamaño ni de forma.

La derecha pretende seguir con sus juegos de magia, haciendo que todos centren su mirada en el mago y nadie atienda a la chistera. Esta vez, no podemos ni debemos caer en esa trampa histórica. Podemos discutir el orden que quieran: 1) descentraliza y/o concedes autonomías para transformar, 2) transformar al mismo tiempo que se descentraliza o concedes autonomías, y 3) se transforma y luego se descentraliza y das autonomías. Pero en todos los casos, la transformación no debe ser solo explicada por una descentralización o un modelo autonómico, sino el cambio debe ir más allá, y ni el MAS ni las organizaciones social deben descuidar este objetivo. Porque si Bolivia se descentraliza de seda, Bolivia se queda.