Los argumentos se invierten. Los perseguidores se convierten en perseguidos y éstos se reubican donde corresponde, en la zona de los inocentes. «Me parece una falsedad que las multinacionales culpen a los usuarios de piratería». Santiago Auserón lo calificó de «hipocresía». Crítico y reflexivo, revisó los problemas que acucian al actual modelo de explotación cultural en la antesala del concierto que ofreció en Tantín, en el marco del ciclo ‘Escénicas en el Casyc’ que organiza la Universidad Internacional. Recordó el modo en el que la «progresiva electrificación de la vida cotidiana ha llevado los recursos a la gente. Lo que no se puede pretender es que no le den al botón».
Desde su faceta filosófica y con la misma voz con la que continúa escribiendo textos y artículos en prensa especializada, orientó las críticas hacia el sistema comercial cultural, en manos de «los poderes políticos y económicos» y relegó a los soportes a un segundo plano para localizar la importancia en el contenido. Olvidamos el «arte antiguo» de hacer canciones «que debiera pensarse de forma independiente a la tecnología y los soportes», matizó para poner especial atención sobre otra reflexión. «Parece que nadie duda sobre la inversión que debemos hacer para adquirir un ordenador; sin embargo está asumido que los contenidos han de ser gratuitos. Quizá tengan razón, pero en ese caso convendría redibujar el panorama de la explotación si no queremos que los músicos pasen a constituir el primer oficio que se realiza de forma gratuita», reivindicó el ex miembro de Radio Futura mientras legitimaba el papel de la Sociedad General de Autores y Editores Españoles (SGAE).
«Me parece estupendo que haya una asociación encargada de gestionar los derechos de quienes nos atrevemos a inventar. Podría incluso haber varias. Quizá lo que falla está más en relación con la falta de un sentido crítico de lo que debe significar realmente la propiedad intelectual», y fue más allá.
«Probablemente también es necesario una renovación de los gestores», criticó para denunciar la política actual de la sociedad administradora. «No creo que la mejor inversión del capital sea la adquisición de inmuebles», confesaba irónico, mientras dibuja una media sonrisa. Mantiene el sentido del humor, a pesar del panorama, aunque en realidad no todo es negativismo. Las nuevas tecnologías abren un nuevo mundo de posibilidades a la producción independiente, y facilitan la comunicación artística entre el creador y su público.
«La aventura emprendida en la red social Facebook me ha proporcionado los instrumentos para colgar en Internet maquetas caseras, en las que el sonido no es profesional, pero permanece la esencia, el espíritu de la canción». En el ciberespacio alimenta un público fiel «y tremendamente exigente, capaz de darme respuesta inmediata a cada nueva propuesta», explica cuando detalla su método de trabajo. «Ninguna canción tiene un acabado definitivo. Todas experimentan revisiones, y cada novedad es publicada».
Temas inéditos
Ocho temas integran la propuesta que los internautas pueden escuchar a través de su perfil en el portal social, el único recurso, por el momento. «La idea se queda ahí. No hay mayores pretensiones, al menos no a corto plazo, e independientemente del proyecto discográfico me proporciona ese intercambio con el público y me enriquece muchísimo».
No necesita más. Un simple ordenador le ha proporcionado la manera de «trabajar las ideas a través de la música y viceversa». El mismo motivo por el que justifica el abandono de Radio Futura. Aludió de forma sutil a la progresiva comercialización de la banda, aunque achacó a la democratización de la cultura. «Cuando el arte se desligó de la aristocracia llegó el momento de hacerlo llegar a todo el mundo. Pero en este país, al contrario que en otros lugares de Europa, parece que se ha perdido cierta nobleza que debiera ser irrenunciable».