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Con 'El lado frío de la almohada', reivindica a Fidel Castro a través de una historia de espías

Belén Gopegui apoya literariamente la Revolución Cubana

Fuentes: El Mundo

Si lo políticamente correcto para un intelectual de izquierdas pasa hoy por criticar el régimen de Fidel Castro, Belén Gopegui se ejercita con mérito en la incorrección política.Porque su quinta y última novela, El lado frío de la almohada (Anagrama), defiende sin ambages la Revolución Cubana y lo que representa a través de una historia […]

Si lo políticamente correcto para un intelectual de izquierdas pasa hoy por criticar el régimen de Fidel Castro, Belén Gopegui se ejercita con mérito en la incorrección política.Porque su quinta y última novela, El lado frío de la almohada (Anagrama), defiende sin ambages la Revolución Cubana y lo que representa a través de una historia de amor y espionaje ambientada en Madrid. Con la prosa inteligente que ya caracteriza su estilo, la escritora madrileña reintroduce el olvidado espacio de disenso político que siempre tuvo la literatura, sin caer por ello en el maniqueísmo ideológico.

«Me perturba cuando la literatura se lee sólo en términos literarios, tanto las novelas que tienen cierta pretensión política como las que no», explica Gopegui. «La vieja pregunta sobre de qué tratan los libros es una cuestión que se ha ido perdiendo», añade.Cuestión que ella se propone recuperar con esta novela. «Si tuviera que elegir, preferiría que la novela se leyera desde la perspectiva política antes que literaria», advierte.

El lado frío de la almohada conjuga a partes iguales espionaje, amor, reflexión, crítica política y cinismo. «Me interesó el género de espionaje porque trabaja sobre la fantasía de la doble vida», reconoce la escritora. «Es una suerte de contrahomenaje a Graham Greene», asegura.

En vísperas de la Guerra de Irak, agentes del servicio de Inteligencia norteamericano y espías castristas se enredan en una intrincada operación. En un bando figura Philip Hull, diplomático de la Embajada de EEUU en Madrid, cincuentón, solitario y melancólico.En el otro, destaca Laura Bahía, espía cubana de 28 años, militante de la Revolución. La historia de amor -imposible- entre ambos funciona como envés de las dificultades que atraviesa el viejo sueño revolucionario en la isla. Pero el desastrado final quizá vaya más allá de esta metáfora.

Clase dominante

Con todo, la novela trata de «cómo se construyen las individualidades colectivas y las colectividades individuales», explica Gopegui.Y su acercamiento ideológico a Cuba se justifica por varias razones.»Lo que la Revolución Cubana cuestiona fuera de Cuba es nuestro estilo de vida», explica. «Cómo y por qué domina la clase dominante y qué parte de clase dominante hay en cada uno de nosotros», agrega. Al mismo tiempo, señala que «también sirve para plantearse por qué la izquierda española ya no defiende la Revolución, qué ha pasado con la Revolución y qué ha pasado con la izquierda».

«No digo que la Revolución Cubana sea la Inmaculada Concepción», se apresura a disculparse Gopegui, ante quien le recuerda los últimos arrestos y ejecuciones del régimen de Castro acaecidos en 2002. Pero la escritora reivindica la posibilidad crítica que ofrece la Revolución Cubana en el debate político. «La crítica, por más dura que sea, nunca se sale fuera, pero plantear la Revolución Cubana como tema te permite cambiar las reglas de juego», explica la escritora. Entre las reglas del capitalismo que deben ser revisadas está «la necesidad de discutir la propiedad sobre los medios de producción», dice.

Del mismo modo, la base teórica del debate debe ser, según Gopegui, revisada. «La noción de ser humano que manejamos es una construcción ideológica de la cual disiento; al igual que de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que incluye el derecho inalienable a la propiedad privada», explica la escritora.

Gopegui introduce esta voz divergente en la novela en forma de cartas que escribe Laura Bahía al director de un importante periódico madrileño. «Las cartas al director intentan romper la novela, intentan demostrar que el acto de narrar no es transparente», dice Gopegui. Opacidad que en El lado frío de la almohada se contrasta por la mediación de la conciencia de un escritor de clase media que narra por encargo la historia real de espionaje, y al que la intromisión de las cartas en primera persona de la protagonista, Laura, viene a interrumpir. «El director del periódico es un vocero de la clase dominante. Con las cartas me interesaba hablar de cómo funcionan las formas de dominio», explica Gopegui.

Al igual que en su novela anterior, Lo real, Gopegui trabaja con la dicotomía entre el deseo y la realidad, pero aquí con la pretensión de superar esa dualidad. «Realidad y sueño están hechos de la misma materia. Con esta novela he querido defender aquellos sueños que para realizarlos no necesitas llevarte al débil por delante», enfatiza la escritora.