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Big Bang theory: ajuste y «relato» en tiempos de ceocracia

Fuentes: La Izquierda Diario

Después de los globos, se vino el ajuste con todo. ¿Cuál es el plan de Macri -o lo que esbozó del mismo hasta el momento – y a quiénes beneficia? ¿Cuál es la famosa «herencia» dejada por el kirchnerismo de la que tanto habla el gobierno para justificar el ajuste? Comentando las decisiones económicas de […]

Después de los globos, se vino el ajuste con todo. ¿Cuál es el plan de Macri -o lo que esbozó del mismo hasta el momento – y a quiénes beneficia? ¿Cuál es la famosa «herencia» dejada por el kirchnerismo de la que tanto habla el gobierno para justificar el ajuste?

Comentando las decisiones económicas de Macri en sus primeros 4 meses, el economista norteamericano Barry Eichengreen lo definió entusiasta como un ajuste «Big Bang», haciendo referencia a los debates de los años ’80 sobre los impulsores de reformas a paso rápido o a un ritmo paulatino1. Así, lo calificó como un shock en toda la línea, dejando en falsa escuadra al nutrido grupo de economistas locales que vienen condenando el supuesto «gradualismo» con el que se estaría manejando la nueva administración para recortar gastos, «corregir» regulaciones y «sincerar» precios y tarifas.

Según el relato macrista esta «normalización» (uno de los eufemismos a los que es afecto el gobierno) será el «Big Bang» que traerá un vendaval de inversiones. El acuerdo con los buitres, para el cual el oficialismo consiguió en el Congreso el aval de gran parte del peronismo, sería el último obstáculo a remover para lograrlo. ¿Será?

Terapia de shock

En este mes se suman los aumentos de tarifas en el transporte, el combustible, el agua y el gas. Según los datos de la canasta de una familia promedio de la Ciudad de Buenos Aires, que releva el centro de estadísticas de la ciudad, esta pasará de gastar en estos rubros $ 493 a desembolsar $ 1.312 al mes. Crecimiento escalofriante de $ 818, que se realiza sin embargo sobre cálculos que subestiman el alcance real del impacto. Y según el ministro Prat-Gay sería «solo» el 40 % del aumento «que correspondería». A los 100 mil empleos ya perdidos según distintos relevamientos desde la llegada de Macri, los industriales agregan entre 100 mil y 200 mil más en juego.

El costo de vida subió desde diciembre entre 14 y 19 %, según las estimaciones de Miguel Bein. Bajar el costo salarial pasa por mantener los techos de las paritarias. Con algunas negociaciones cerradas por seis meses con aumentos del 20 %, el gobierno no renunció a imponer la «responsabilidad» en las negociaciones colectivas, con la vidriosa promesa de que la inflación bajará.

Bajar los salarios -que durante el kirchnerismo encontraron un techo en los niveles de poder adquisitivo promedio que tenían a finales de 2001 antes de que la devaluación los hiciera caer aún más2– es clave para el empresariado que banca el proyecto. En la Argentina atrasada y dependiente, ajustar el salario es una pieza fundamental para compensar la baja productividad de la economía argentina en la comparación internacional, y para asegurar una rentabilidad acorde a la rapacidad de los capitalistas. No está dicho aún en qué medida este impacto será absorbido por los trabajadores cuando concluya el cronograma de paritarias, más allá de la vocación sindical por mantener la tregua ante la carestía y los despidos.

Todos unidos…

Los puntos al tope de la agenda de Macri pasan por asegurar las condiciones de endeudamiento (caro) e impulsar el ingreso de capitales de empresas extranjeras, y eso guía el apuro del ajuste. Pero resulta forzado concluir que estamos ante la conformación de un «bloque de poder» claramente diferenciado de aquel en el que se sustentó el kirchnerismo como sostiene un documento reciente de Cifra3.

Este planteo parte de la pretensión de que en este terreno los 12 años kirchneristas marcaron una ruptura considerable que cuesta fundamentar. Ni en el plano estructural, donde podemos observar que la cúpula de las más grandes empresas y grupos económicos se mantuvo estable durante el período4; ni en el plano de los esfuerzos por parte del Estado de sostener condiciones económicas favorables para estas empresas. Como sostienen Schorr y Wainer, la economía política kirchnerista tuvo su momento más favorable cuando se daban condiciones donde «(casi) todos ganan», dentro de la cual varios de los grupos hoy identificados dentro del nuevo «bloque» de poder estuvieron entre los mayores beneficiarios, y eso con anuencia del kirchnerismo.

Durante los años kirchneristas se perpetuaron numerosos legados neoliberales, continuidad exigida por el gran capital. Esto fue así sobre todo en las condiciones laborales5. Pero también podemos ver que hasta fecha tan avanzada como 2012 no se había encarado ningún replanteo del esquema energético6. O que la banca, que a pesar de que desde 2010 tuvo mayores regulaciones, no se vio amenazada por ningún intento de modificación de la Ley de Entidades Financieras heredada de la dictadura, ni por la implementación de impuestos a la renta financiera, medidas con las que varias veces se ilusionaron ingenuamente los sectores progresistas que acompañaron a los K7.

Más que una ruptura del gobierno «nacional y popular» con estos sectores de la gran burguesía, se gestó durante el último mandato de Cristina Fernández una disconformidad. Esta fue causada por el estrechamiento de las condiciones de rentabilidad extraordinaria que llevó al empresariado a reclamar un fuerte ajuste, ante lo cual la ex presidenta respondió prorrateando el mismo, ajustando, sí, pero dejando en la medida de lo posible las medidas draconianas para quien la sucediera, para impaciencia del capital.

Las políticas implementadas desde diciembre cuentan con el apoyo transversal de toda la cúpula económica. Incluso entre los mayores beneficiarios de los últimos 12 años hay aval para un «ordenamiento» de la economía (con excepción, obviamente, de los grupos cuyo crecimiento al calor del poder hoy está sometido a un fuerte desgaste, como es el caso de Cristóbal López). Caso aparte es por ahora Paolo Rocca, inquieto por la importación de tubos de China. Permanecen las amenazas de cierre de la planta siderúrgica de Campana por importaciones para obras en Córdoba.

Las mayores preocupaciones y reclamos vienen por ahora por el lado de los sectores industriales afectados por la apertura de importaciones y el incremento de costos que trae el tarifazo energético. Acá puede haber sectores decisivamente afectados por algunas medidas más aperturistas y de recorte de subsidios. Pero, como observa Alejandro Bercovich en la entrevista que puede leerse en esta revista, el entrecruzamiento de intereses entre empresarios de diversos rubros (lo que rige especialmente para el capital más concentrado), no permite afirmar que siquiera acá haya un bloque compacto antagónico a la política gubernamental.

No será magia

El gobierno aspira a que la economía que está hundiendo el ajuste reviva con la inversiones extranjeras, que espera llegarán después de pagarle a los buitres y gracias a la «normalización» en marcha. Que habrá dólares en el país, al menos que hagan entradas de corto plazo para aprovechar las bicicletas financieras que dan oportunidades excelentes, está fuera de duda. Algunos se entusiasman con que si se relanza un blanqueo solo por eso entrarían 20 mil millones hasta diciembre de 2017. Ayuda además la decisión de la Reserva Federal de no subir las tasas en marzo (como sí había hecho en diciembre). Pero, ¿traerá el Big Bang la inversión productiva que mueva la economía como promete Macri?

La visita a Davos y las giras de los presidentes Obama y Hollande por el país dejaron como saldo las promesas de alrededor de 5 mil millones de dólares a concretarse entre este año y el próximo, y en el caso de los EE. UU. la nebulosa cifra de 12 mil millones de dólares para los próximos años. Los anuncios incluyeron inversiones que ya estaban previstas en 2015, como la de Nissan por 600 millones y la de Coca-Cola por 1.000 millones para los próximos 4 años. Nada parecido al vendaval que el Jefe de Gabinete Marcos Peña había anticipado en diciembre.

Jorge Vasconcelos, de Ieral (Fundación Mediterránea), consideró que no cabe esperar «cuantiosas inversiones en lo inmediato» y que «la renovada atracción que está logrando la Argentina tiene un contenido más político que económico»8. Esto responde en primer lugar a que «el mundo está muy lejos de vivir un auge»9. En toda América Latina se registra una disminución de la inversión extranjera directa: la CEPAL registró una caída de 16 % en 2014, que se agravó durante el primer semestre de 2015 (-21 %). En Brasil se desplomó 36 % entre enero y junio de 2015.

Aunque el panorama no luzca despejado para el mundo «emergente», no faltan quienes hablan de «demanda insatisfecha» de inversiones durante los últimos años10, por haber estado mucho tiempo sin acceso a los mercados. Pero es necesario interrogarse sobre a dónde podrían dirigirse estas inversiones.

La Argentina no puede competir en costos laborales11, por ende no se transformará de un día para el otro en una succionadora de inversiones para la exportación manufacturera, por más amigable para los mercados que se esfuerce por ser Macri. Las inversiones están orientadas a las commodities para la exportación (agro, agroindustria, minería), o para producir para el Mercosur. El primer terreno es donde la administración de Macri puso todas sus fichas desde el primer día, recortando los derechos de exportación a la soja en cinco puntos y eliminándolas para el resto de los cultivos, la carne, y la minería. Empresas agropecuarias como San Miguel, Cresud y Molinos, que ya el año pasado tuvieron retornos de hasta tres dígitos, están al tope entre las recomendaciones de diversas consultoras.

Pero el agrobusiness no alcanza para mover el amperímetro. Según estimaciones de la consultora First, entre 2010 y 2015 los agronegocios generaron en el país inversiones por 8 mil millones de dólares. Resulta difícil ilusionarse con que este año y el próximo ingrese una suma muy superior a 4 mil millones de dólares, más aún porque aunque el gobierno mejoró los números para los chacrers, la tendencia mundial sigue siendo incierta.

La ilusión del «oro negro» de Vaca Muerta, que tanto entusiasmo creó en los últimos años, no pasa hoy por un buen momento. Con el barril de petróleo ubicado hoy en 40 dólares y los costos de extracción de las reservas no convencionales cerca de 60 dólares, no cierran los números. Esto no significa necesariamente una clausura irreversible de la explotación del yacimiento (la perspectiva en lo que hace al shale gas parece ayudar), pero sí que no tendrá el ritmo frenético que le permita atraer decenas de miles de millones de dólares.

Las inversiones realizadas mirando al Mercosur, afrontan un panorama más complejo. Brasil va camino a caer 7 % entre 2015 y 2016, y poco indica hoy que 2017 vaya a ser distinto. El gobierno está recortando el gasto drásticamente y la firma calificadora Fitch opina que Brasil es el país con el perfil de deuda privada más riesgoso de los «emergentes». El país vecino explica el desplome de 40 % de las exportaciones industriales de la Argentina. En el mercado interno, el otro gravitante en el Mercosur, la cosa no va mejor por el shock que golpea los ingresos y deprime el consumo.

Una encuesta realizada por Vistage a CEO y dueños de empresas registra que cuando se los consulta sobre qué falta para invertir luego de las señales que el Poder Ejecutivo enfatiza que ya envió, lo primero que surge es la necesidad de bajar la inflación, seguido por «recuperar el crédito» y en tercer lugar, «que mejore la economía internacional»12.

Todo indica que será la inversión en obra pública, y alguna inversión inmobiliaria que pueda realizarse aprovechando la liquidez generada por la entrada de capitales, lo que podría resultar más significativo. Pero la primera se encuentra todavía paralizada por la revisión de contratos de los últimos años, mientras que las tasas de interés por las nubes no hacen esperar que prospere en lo inmediato lo que no sea destinado a los sectores de mayor capacidad de compra, que no dependan de un imposible crédito hipotecario.

Dólares probablemente haya, al precio de alimentar bicicletas con alto costo y tracción limitada sobre la economía. Crecimiento motorizado por inversiones como quiere Macri, es más incierto. La «Big Bang theory» del gobierno de Macri podría verse duramente refutada.

Notas:

  1. Alejandro Rebossio, «Barry Eichengreen: ‘Macri intenta una reforma Big Bang que traería recesión, pero una recuperación más rápida'», La Nación, 29/3/2016.
  2. Esteban Mercatante, La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2015, p. 119.
  3. AA.VV., «La naturaleza política y económica de la alianza Cambiemos», Documento de Trabajo 15, febrero 2016.
  4. Los cambios dentro de la cúpula de grandes empresas fueron limitadas, reduciéndose al relevo de algunos grupos nacionales por otros dentro de la cúpula, y a una «argentinización» de empresas que se explica sobre todo por la estatización de grandes empresas en manos extranjeras, casi siempre al borde de la quiebra, salvo YPF S.A. Ver La economía argentina en su laberinto…, ob. cit., pp. 66 a 77.
  5. El kirchnerismo preservó condiciones estructuralmente favorables al capital en lo que hace a fragmentación y flexibilización de la fuerza de trabajo. Ver dossier «Mundo grúa», IdZ 5, y el especial de IdZ 20.
  6. Ver dossier «Petróleo y política», IdZ 2.
  7. Ver dossier «No va más… Gana la banca», IdZ 15.
  8. Jorge Vasconcelos, «Inversión extranjera: hora de barajar y dar de nuevo», Fortuna, 26/3/2016.
  9. Ídem.
  10. Ídem.
  11. La relación de salarios en dólares con México es de 2,5 a 1 (ídem).
  12. Jairo Straccia, «Para invertir, el 60 % de los empresarios pide que baje la inflación», Fortuna, 3/4/2016.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/big-bang-theory-ajuste-y-relato-en-tiempos-de-ceocracia/