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Blackie y lo que nos queda de radio

Fuentes: Rebelión

El 6 de diciembre de 1912 nacía en Basavilbaso (Entre Ríos) Blackie… Y en su memoria, y a la de uno de sus colaboradores y amigo, Ricardo Horvath, van estas palabras de quien escribe robándole tiempo al descanso para que la radio se escuche en tiempos de oyentes «rotos» y de «vidas grises». La radio como susurro y lenguaje materno derrotada por el orden patriarcal y burgués de las pantallas y sus contenidos on demand que se ven/espejan pero no escuchan ni comprenden.

El seis de diciembre de 1912 nacía en Basavilbaso, Entre Ríos, Taibe Efron, más conocida como “Paloma o Blackie”, aunque no tan reconocida por quienes actualmente ejercen el periodismo en radios o la televisión. Es más, tras revisar “¿Quién se acuerda de Blackie (1)?”, ese bello y valiente texto de Ricardo Horvath, cabe preguntarse si las nuevas generaciones: ¿la conocen?

Blackie falleció el tres de setiembre de 1977. De adolescente viajó y vivió en Estados Unidos, estudió antropología y música en la Universidad de Columbia y se abrazó al “canto del pueblo negro”. Una vez Jaime Yankelevich la llamó a su oficina de Radio Belgrano y quiso convencerla que cantara tangos. Paloma contó así ese momento: “¿Qué haces que no cantas tangos?” Me dio una partitura de Mano a Mano para que la estudiara, diciendo: “Con esa voz que tenés podés cantar tangos bravos como este. Te doy cuarenta y ocho horas y te pago diez veces más”. Me decidí a ensayar porque el tango me había gustado siempre, pero no estaba satisfecha, algo no andaba, yo no era el barrio y así como para entrar en la canción negra hay que conocer el dolor de los esclavos sureños, penetrar en el misterio de los ritos africanos y en la noche de Harlem, para el tango había que sentir el suburbio, penetrar en la profundidad de su sensibilidad. El tango era para mí otro modo de decir, otro lenguaje. A los dos días le devolví la partitura diciéndole que no podía. Mi honestidad musical me impedía cantar el tango porque no sé hacerlo, yo había nacido con esa cosa misteriosa para cantar jazz (1)”.

Blackie actuó y trabajó en radio Stentor, Municipal, Antártida, Splendid, Belgrano, El Mundo y en el Canal de TV de Alejandro Romay; una notable trayectoria con talento subversivo y creativo. Fue Paloma quien produjo el retorno de Astor Piazzolla a la noche porteña en 1975. Ricardo Horvath recuerda que “los mecanismos del sistema radial y televisivo la obligaban a brindar concesiones. Cuando realizábamos “Derecho a réplica”, por Canal 9, solía decirme: “Hoy los alcahuetes de Romay nos saludan muy cordialmente, seguro que tuvimos buen rating, cuando perdamos un punto nos darán una patada en el culo, no lo dudes… (1)”.

El seis de diciembre de hace 111 años nacía en estos lares del mundo, en Basavilbaso, Blackie; y en su memoria y a la de Ricardo Horvath, o a partir de ellos, pretendemos ir aportando a las respuestas de los interrogantes planteados en nuestro artículo anterior: ¿qué hacer para desalienarnos? ¿qué hacer con la radio frente a la alienación social? ¿qué hacer entre tanta crueldad (materializada en vínculos e instituciones) que se expresa en la elección presidencial de Javier Milei a modo de “encerrona trágica”?

¿Qué hacer?

Aunque existen varios modelos de radio que se entrecruzan y guían el quehacer de la producción de los “sonidos prefabricados” vía antenas o web: hay que remitirse al “padre” del mundo contemporáneo radiofónico… En “Comunicación de masas e imperialismo yanqui” Herbert Schiller subraya: “La economía de mercados empujó a las comunicaciones radiofónicas en primer lugar a los brazos de los fabricantes de aparatos, y luego a los de la radiodifusión comercial. Los demás intereses, cualquiera fuera su mérito, carecían de poder. La radio llegó a ser participante eficaz en la aceleración del ciclo producir-consumir. Hasta la llegada de la televisión, era el vendedor más persuasivo y, en consecuencia, el mejor pagado de la nación (2)”.

La radio en Argentina se formó bajo esas ideas/modelo: producir contenidos y públicos con la lógica del libre mercado. Mario Kaplun en “El comunicador popular” explica que los norteamericanos para legitimarse se apropiaron del término comunicación y empezaron a denominar a los Mass Media como “medios de comunicación social”. Kaplun es categórico al respecto: “La forma de operar de estos medios se convirtió en modelo referencial, en paradigma de comunicación. Para estudiarlos, se construyó toda una “teoría de la comunicación” que se centraba exclusivamente en la transmisión de señales y mensajes. Lo que ellos hacían –transmitir: eso era la comunicación. Así, en lugar de partir de las relaciones humanas, fueron la técnica, la ingeniería, la electrónica –y las poderosas empresas propietarias de los medios- los que impusieron la forma de concebir la comunicación (3)”.

Definir que se comprende por comunicación es definir en qué tipo de sociedad queremos vivir.

En 1929 Aníbal Ponce escribió que “la palabra, como la vida, no tuvo un origen, sino un desarrollo, no aparece, se organiza” (4). En la misma dirección-materialismo histórico mediante- el poeta y ensayista Luis Franco destaca: “El hombre nació mudo. De la necesidad de comunicarse para el trabajo en común con algo más que señas, guiñadas o gruñidos, nació el lenguaje articulado, reforzador del pensamiento. El hombre fue creado por esa trinidad terrena, no celestial: el cerebro, el lenguaje y las manos. Es decir, el hombre es un invento de sí mismo, no de las divinidades (4)”. En síntesis, el hombre oyó sonidos antes de escribirlos, sintió el afecto/pecho/beso materno hasta que la palabra del “macho” –con el régimen del corte- halló una excelente excusa para hacer de ese acto la sacrosanta propiedad de los demás mientras la “hembra” se quedaba en lo “doméstico”.

Si bien los Mass Media surgen al calor de las revoluciones burguesas contemporáneas (el siglo XX es considerado el siglo mediático), entre lo obsoleto y las innovaciones, el mundo de las nuevas tecnologías y las múltiples pantallas en maridaje con el ciberespacio –sin embargo- abre la oportunidad de agrietar tal argamasa hegemónica con otra manera de fusionar e integrar la dimensión de lo afectivo/conceptual y lo inconciente/conciente. En reflexiones de Ricardo Horvath: “La radio es el medio perfecto para transmitir ideas a través de la palabra. Según encuestas la radio es el medio con mayor credibilidad en materia informativa y triunfó sobre el resto cuando el transistor facilitó su cómodo traslado y ubicación. La radio acerca palabras, pensamientos y sugiere con los silencios. Porque la radio es sonido, pero también silencio. “La radio es una perpetua creación; cada emisión es nueva, es reciente”, dice el profesor colombino Fernando Vázquez. La radio es capaz de crear climas diversos (de intimidad, diversión, sensualidad, placer, entretenimiento, tensión, suspenso, intriga, misterio, relax, gozo). La radio logra producir cierto grado de connivencia entre el locutor y el escucha. La radio ha sido definida como “el teatro de la mente (4)”.

Parafraseando a Luis Franco, escritor catamarqueño que vivió en Mar del Plata, sostenemos que la radio “es el más profundo sistema de comunicación de los cuerpos y las almas inventado hasta hoy (4)”. El sonido es como un beso susurrante que acaricia al sentir para darle cabida y sostén a los conceptos… El filósofo León Rozitchner parece contribuir a nuestra hipótesis: “Por eso no podemos menos que seguir pensando que el afecto es el que contiene el sentido, y si cuando pensamos no se reaviva para sostenerlo, y no sentimos que conmueva al cuerpo, dejamos de lado la prolongación ensoñada del cuerpo materno que es el “elemento”, el “éter” que da sentido pleno al pensamiento aunque sea “abstracto”, así como silenciamos el sonido originario de las palabras al leerlas sin que ni siquiera se muevan los labios (…) Y deberíamos pensar entonces que el amor materno sigue sosteniendo, y se despliega, en todas las relaciones adultas generosas, fraternas y amorosas (5)”.

Tal vez le televisión, las plataformas, las pantallas (y el narcisismo que se replica con ellas) vengan o pretendan borrar el desarrollo del “orden amoris” materno… ¿Matricidio? El TELE-VER reemplazó a la palabra oral y escrita, sus caricias, el susurro y sus gestos subjetivantes por las imágenes y los espectadores de las representaciones sociales de la decadencia burguesa. Ya no hay trabajadores ni proletarios leyendo ni escuchando…pues “Dios-Padre” pantalla…”es el que da la leche materna”.

¿Volver a la radio, al libro leído y compartido en voz alta y atentos…será “recuperar el sentido histórico de la experiencia con la madre”? Si de suposiciones y relaciones hablamos y afirmamos, otra vez León Rozitchner nos cobija: “Ocultamos el secreto histórico de la mater-ialidad materna, como si la densidad ensoñada que la madre le agrega a la naturaleza de las cosas no fuera el fundamento de la materialidad humana que quedó suspendida (…) Ya no hay más lengua materna originaria: la lengua patriarcal, que es segunda, se convirtió en primera. Y se la llama “materna” para encubrir el matricidio, y todos los que allí nacen circulan ahora cual niños expósitos, con su nueva identidad falsificada (5)”.

Volver a escuchar, a leer… esa es nuestra propuesta: una radio participación donde las dos dimensiones (afectivas y conceptuales) se pronuncien en los sonidos que emitamos, en los entrevistados que escojamos, en las canciones y autores que difundamos, en la ética/estética que se promueva, en el punto de vista proletario para informar y opinar, en las preguntas que lancemos al éter para que se despierten orejas, cerebros y corazones. Una radio participación como “un grupo de reflexión” que contribuya a la desalienación social. Una práctica social radiofónica.

Paloma Efron, Blackie, fue una transgresora para el status quo del establishment de la radio y la TV. De su padre -¿casualidad?- recuerda lo siguiente: “Yo había escuchado decir a papá que ninguna mujer podía considerarse emancipada mientras dependiera económicamente del hombre, y tomé el toro por las astas. Desde entonces no paré nunca más. Y desde entonces ofrezco la imagen de una mujer dura, temperamental. Era además la única forma que una mujer se impusiera en la década del treinta: exteriorizando dureza (1)”.

El poder creador y la influencia de la radio –a partir de mediados del siglo XX-ha disminuido y ahora retoma con los podcast y los nuevos usos que la involucran. Esto último es un gran aliento para quienes hacemos radio como forma de recuperar lo olvidado: lo común, lo colectivo, la solidaridad, lo vincular, el ida y vuelta entre emisores y receptores. Cabe mencionar que comunicación viene de communis, compartir lo propio con los otros, reciprocidad.

Asimismo, la radio debe ser amparo, respeto por el escucha y producción de conocimientos. Y en ese entrecruzamiento de entretener, educar, formar y conocer por medio de la radio emergen las experiencias de Blackie y Horvath: sus memorias, sus legados, las diferencias. Y en esa articulación tensa de cultura y lucha de clases se nos hace presente la historia de Shunko y de un maestro rural en el norte argentino (libro llevado al cine) como aporte y camino a recorrer: “Cuando el maestro se vio así, diez años atrás, tuvo un gesto de ternura para aquel que fue, para ese muchacho que en un quejoso carro de mulas llevaba hacía el río Dulce. Y, hermano mayor, le dijo: “Vete, camarada, te espera una dura lucha, te esperan muchos sinsabores. Te acosará la soledad y la angustia te estrangulará muchas veces. ¿La recompensa? No, camarada, no hay recompensa. Debes buscar la felicidad en ese grupo de changos rotosos que hablan un idioma que no es el tuyo y que te esperan en la escuela de barro. Todos son buenos y te ayudarán a vivir (6)”.

¿Qué hacer con la radio en medio de tantos “rotosos”, “rotos” y “escuelas de barro”? “Sonará a Nostalgia”, pero el párrafo que aquí transcribimos y elegimos a modo de cierre del presente artículo, además de homenaje a Blackie, es un canto proteico de esperanza y aliento entre los rugidos de un “león” que logró convencernos que votando a los opresores nos liberaremos de su opresión malsana y la degradación social. Ricardo Horvath describe y relata a modo de semblanza: “Una figura de los quilates de Paloma, una luchadora por la elevación del nivel de los mediocrizados y generalmente comercializados medios electrónicos de difusión, una divulgadora de la cultura nacional, de la música popular, de la amistad y la paz entre los distintos países de la Tierra, una tenaz trabajadora del periodismo con un rico pasado en la música, el canto y el teatro, ha quedado en una nebulosa, recordada solamente en la intimidad por un grupo de amigos y colaboradores y por aquellos que se sintieron acompañados –a través de un aparato radiofónico en la soledad de sus hogares- recibiendo un mensaje de aliento, de información seria, de buena música, de ternura y de la posibilidad de ampliar conocimientos, elevar su nivel cultural (1)”.

Eso fue y es Blackie. Sus desafíos y los nuestros. El de escuchar, escribir, preguntar y hacer radio, remando a contracorriente en ríos torrentosos, con el peligro de perder en el viaje algunos enseres… En fin, el oficio de guardar palabras antes que las pantallas nos dejen ciegos y mudos.

Notas:

1) Café-Bar-Billares. Daniel Divinsky. Norberto Folino. Ricardo Horvath. Ediciones Desde la gente.
2) Colección Punto y Línea. Editorial Gustavo Gilli. S.A. 1976.
3) Lumen-Humanitas. 1996.
4) ¿Qué hacer con la radio? Ricardo Horvath. Ediciones Letra Buena. 1994.
5) Materialismo ensoñado. Tinta Limón Ediciones. 2011.
6) Shunko. Jorge W. Ábalos. Losada S.A. 1969.

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