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Los acontecimientos sucedidos en Bolivia en octubre-noviembre de 2019 y en agosto de 2021 se han convertido en temas recurrentes para analizar, estudiar e investigar los procesos políticos, sociales y culturales del país, no solamente en términos de las raíces profundas en que se manifiestan la lucha de clases, la lucha nacional y antiimperialista y las formas del colonialismo interno y externo, sino sobre los rasgos característicos, entre otros, de la democracia, la violencia, las instituciones, los medios de comunicación, el racismo, el regionalismo, los proyectos en disputa o la integración latinoamericana en un país semicolonial como Bolivia.
Los enfoques de las presentaciones informativas o de estudios más amplios y sistemáticos han sido muy diversos y han producido distintas interpretaciones que, en general, han sido realizados con fines políticos coyunturales, en algunos casos, o se han presentado como ensayos o libros de balance de los acontecimientos ocurridos, en otros.
En ningún caso los estudios realizados han sido neutrales, aunque pretendan presentarse como tales, si tomamos en cuenta que los procesos de crisis, conflicto, contradicciones, tensiones y luchas en el país impulsan a asumir un punto de vista o perspectiva que responde a intereses u objetivos determinados de alcance mediato o inmediato. Más aún cuando la huella profunda dejada por el Golpe de Estado define un proceso histórico que lleva una fuerte polarización de los discursos acerca de su profundidad y alcance.
Por otra parte, ha estado presente la necesaria comparación de la ruptura institucional, legal y constitucional de 2019 con otros acontecimientos similares en Bolivia y otros países de la región en el pasado. En el caso nacional se recuerdan los Golpes de Estado de 1964, 1971 y 1980 encabezados por jefes militares como los generales René Barrientos, Hugo Banzer y Luis García Mesa y en el caso regional los Golpes militares violentos impulsados por la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos o por el Plan Condor en el siglo pasado o los Golpes “blandos” de los últimos años en Brasil, Paraguay y Honduras bajo el padrinazgo del imperialismo y la implementación realizada por las oligarquías locales y sus instrumentos jurídicos, parlamentarios y mediáticos.
La presente publicación se orienta a presentar, a través de artículos publicados en distintos medios alternativos como Rebelión, ALAINET, Bolpress, La Época y otros, los procesos, hechos y fenómenos de la realidad boliviana y latinoamericana y caribeña desde una posición nacional, popular, patriótica y antiimperialista recogiendo en cada momento y frente a cada situación, entre 2018 y 2021, lo que ocurrió precisamente en el mismo momento, en su tiempo contemporáneo.
En los medios de comunicación indicados y en otras revistas de divulgación periodística, académica, científica, de análisis histórico y sociológico o de posicionamiento político se han publicado distintos tipos de estudios e investigaciones de mi autoría a lo largo de los últimos cuarenta años y, en este último periodo de las dos décadas del siglo XXI, asumiendo una posición de apoyo militante a los procesos nacionalistas, antiimperialistas, bolivarianos y de liberación nacional y tomando una clara definición de resistencia y enfrentamiento al Golpe de Estado y al Gobierno de Facto en Bolivia entre noviembre de 2019 y noviembre de 2020 en el mismo terreno de los hechos desde el periodismo, la entrevista, la conferencia, el debate, el coloquio y el ensayo comprometidos, sea de manera presencial o virtual.
El corte establecido de 2018 a 2021 para presentar estos artículos tiene el objetivo de concentrar la atención en todo el proceso histórico, político y social que se relaciona con la conspiración, el golpe de Estado, la represión del gobierno de facto, la resistencia nacional-popular y la recuperación de la democracia participativa de autodeterminación de las masas en Bolivia, en el contexto de los vaivenes geopolíticos mundiales, las políticas de dominio e intervención del imperialismo norteamericano en la región, los procesos de integración emancipadora en América Latina y el Caribe y la organización y movilizaciones de los pueblos por su liberación.
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Esta posición desde la sociología política, -ni neutral, ni independiente- se ubica en la concepción de la lucha antiimperialista desde los pueblos y clases oprimidas de la semicolonia que resisten las agresiones e intervenciones imperialistas apoyadas por sus aliados de las oligarquías locales y luchan por la liberación nacional. Los artículos reflejan una trayectoria marcada por la militancia y lucha teórica y práctica en contra de las dictaduras de Banzer y García Mesa, del neoliberalismo antinacional y apátrida y del gobierno de facto de Añez y, al mismo tiempo, por construir una democracia de liberación nacional, de participación deliberativa del pueblo, que supere el racismo y el colonialismo y abra el horizonte del socialismo latinoamericano.
La concepción planteada aquí recupera plenamente las luchas históricas por la independencia de América Latina y el Caribe desde los pueblos indígenas contra la invasión colonial europea con los levantamientos de los Amarus y Kataris, siguiendo con la Guerra de la Independencia de la primera mitad del siglo XIX llevada adelante por los guerrilleros de las Republiquetas altoperuanas y los Ejércitos libertadores encabezados por Simón Bolívar y José de San Martin, quienes vislumbraban ya en esos tiempos la unidad de la Patria Grande.
Asimismo, recupera el pensamiento de la generación del 900 que instaló en América Latina y el Caribe las banderas intelectuales, periodísticas y políticas del antiimperialismo y la unidad de América Latina con José Martí, José Enrique Rodó, José Vasconcelos o Rubén Darío, entre otros, al mismo tiempo que emergían el marxismo latinoamericano de Manuel Ugarte, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, la reforma universitaria y el ideal revolucionario. Están también presentes las luchas populares de la Revolución Mexicana, la resistencia de Sandino frente a la ocupación norteamericana, las revoluciones nacionales de Perón en Argentina, Cárdenas en México, Arbenz en Guatemala, la gesta del MNR y los sindicatos en Bolivia y el triunfo antiimperialista y socialista de Cuba.
En este recuento no pueden obviarse los procesos antiimperialistas de los gobiernos de Velasco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá, Alfredo Ovando y Juan José Torres en Bolivia, o Salvador Allende en Chile en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Sin duda la lucha armada de resistencia, la lucha popular revolucionaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y su triunfo fueron una inspiración para las fuerzas revolucionarias de América Latina y el Caribe.
En todos estos procesos históricos está presente el dilema dependencia o autonomía, liberación o dominación, unidos o desintegrados, emancipación de los pueblos o sometimiento al imperio y colonia o nación en cada país o en el conjunto de ellos tomando en cuenta las fases de desarrollo y evolución del orden capitalista internacional.
Pero, sin duda el proceso de liberación, independencia, soberanía e integración de la Patria Grande más importante desde la Guerra de la Independencia se ha producido en los primeros quince años del siglo XXI con la confluencia de movimientos nacional-populares, líderes, luchas del pueblo, gobiernos nacionalistas y antiimperialistas y proyectos comunes.
Ahí se han fundado la Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA), la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños (CELAC) y Petróleo del Caribe (PETROCARIBE) para enfrentar la intervención y el anexionismo de Estados Unidos en la región a través de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Corresponde destacar las figuras más importantes de este proyecto: Hugo Chávez, Fidel Castro, Lula Da Silva, Evo Morales, Pepe Mujica, Daniel Ortega, Rafael Correa y Néstor Kirchner. Ahora se suman a este ideal Pedro Castillo y Andrés López Obrador.
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En el caso boliviano, los hitos se identifican en relación a la importancia de las luchas sociales y políticas contra las formas de colonialismo interno y externo, contra la dominación imperialista y contra la exclusión, el racismo y la discriminación y la constitución y fortalecimiento de la conciencia y el Estado Nacional. De ahí que los levantamientos de Tupak Katari y Bartolina Sisa representan la resistencia frente al colonialismo español y su continuidad son las luchas populares de la proclama del 16 de julio de 1809 y la lucha de los guerrilleros de la Independencia y las Republiquetas altoperuanas.
Su continuidad está en el proyecto de la Confederación Perú-Boliviana con Andrés de Santa Cruz y con la sublevación popular, mestiza e india, apoyando a Manuel Isidoro “tata” Belzu que encarnó la lucha proteccionista y liberadora frente a la invasión comercial y económica de los intereses ingleses, primero, y norteamericanos, después, que tuvieron como aliados firmes a los herederos del orden colonial: las oligarquías de los terratenientes, de los mineros de la plata el siglo XIX y los del estaño el siglo XX. Otro eslabón de las luchas populares es la emergencia político-militar de los indígenas en la Guerra Federal de 1899 que, luego de su alianza con los liberales, fueron traicionados y su líder Pablo Zárate Willka ejecutado sumariamente.
La Guerra del Chaco genera la crisis del orden oligárquico minero terrateniente y de sus representantes políticos, al tiempo que surgen posiciones de militares nacionalistas de Germán Busch y Gualberto Villarroel en contra de las imposiciones imperiales, recuperando recursos naturales, espacios de soberanía, al tiempo que los movimientos sindicales mineros, fabriles y ferroviarios, entre otros, e indígenas y campesinos
avanzan en sus reivindicaciones.
El desarrollo de la conciencia nacional y la idea de construir la nación está en proceso de maduración y tendrá en la Revolución de abril de 1952 su momento culminante con la derrota armada de la oligarquía económica, social y política provocada por los trabajadores mineros y los indígena-campesinos organizados.
La crisis del nacionalismo revolucionario del 52 va a tener un interregno con la recuperación nacional-popular durante los gobiernos de Ovando y Torres, como indicamos antes. Luego vendrá la dictadura de Banzer y la transición democrática con el ascenso neoliberal que va a destruir las estructuras sociales, regionales y económicas de Bolivia que, después de casi dos décadas, va a entrar en crisis por su debacle interna y por la emergencia de los movimientos populares que producen la rebelión de octubre de 2003 y luego se articulan alrededor del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos-Movimiento Al Socialismo (MAS-IPSP) que va a ganar varias elecciones con más del 50% de votos bajo el liderazgo de Evo Morales.
Este proceso avanzará con la nacionalización de los hidrocarburos, -en la que Andrés Soliz Rada tuvo un papel muy importante como Ministro de Energía e Hidrocarburos-, la recuperación de varias empresas estatales, la realización de la Asamblea Constituyente, la redistribución de los excedentes entre todos los sectores y regiones del país en el marco de un conjunto de políticas antiimperialistas y nacionalistas que se articulan con procesos similares de otros países de la región.
Tanto las oligarquías locales neoliberales como sus partidos políticos y las políticas estadounidenses en Bolivia van a sufrir un conjunto de derrotas históricas en un país que recuperó la dignidad nacional y la soberanía y generó la presencia protagónica de los sectores populares en la conducción del gobierno.
Es en este marco que se comprenderá el conjunto de hechos que se presentan en este trabajo desde 2018 a 2021 y, en particular la crisis de octubre y el Golpe de Estado de noviembre de 2019, así como la resistencia popular en Bolivia en 2020 que recuperó la democracia y el proceso nacional-popular con la elección de Luis Arce y David Choquehuanca.
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Para profundizar en la comprensión y conocimiento de la realidad y los problemas históricos, pasados y presentes de Bolivia es imprescindible tomar en cuenta que los momentos y coyunturas de crisis, como la de octubre de 2003 o la de octubre -noviembre de 2019, muestran de manera descarnada las contradicciones, conflictos, fuerzas en pugna, mentalidades y creencias subyacentes en las clases sociales. Las manifestaciones de racismo contra los indígenas, que se aplacaron durante algunos años, volvieron a manifestarse de manera abierta y descarnada no solamente en las manifestaciones de sectores sociales medios y acomodados de las ciudades sino en la casi totalidad de los impulsores del Golpe de Estado, sus dirigentes y autoridades del gobierno de facto, incluida Jeanine Añez.
De igual manera los editoriales, enfoques, lenguajes, titulares y comentarios de los medios de comunicación escritos, televisivos, radiales y de agencias de noticias que impulsaron y se adhirieron a la conspiración desnudaron también su orientación y posición política de manera muy nítida marcando los estigmas, epítetos y adjetivos descalificadores para referirse a las clases populares y a sus movilizaciones, repitiendo la mentalidad oligárquica y señorial de las elites tradicionales y conservadoras. Estos medios y las redes virtuales se convirtieron en instrumento estratégico y punta de lanza para generar en la opinión pública un conjunto de versiones falsas acerca de los acontecimientos.
De esta manera se fueron develando los sentimientos más fuertes del colonialismo interno con los discursos de discriminación a los sectores populares de las periferias de las ciudades y del campo, como el colonialismo externo con las acciones y tareas que cumplieron los jerarcas de la iglesia católica, especialmente los obispos europeos, los embajadores y diplomáticos de la Unión Europea, Brasil y Estados Unidos y otros ejecutivos de fundaciones y Organizaciones No Gubernamentales.
Al ritmo de un plan muy bien diseñado, los distintos actores sociales, políticos, cívicos, periodísticos, diplomáticos, regionales y eclesiales consiguieron que los grupos paramilitares en varias ciudades país actuaran de manera abierta, que las fuerzas policiales se amotinaran y que los mandos militares definan la ruptura constitucional y la asunción de un gobierno ilegal e ilegítimo.
La aventura golpista solamente duró doce meses no solamente por su incoherencia y apuro en favorecer a las oligarquías terratenientes, financieras y comerciales, en cometer graves hechos de corrupción en un contexto de crisis sanitaria y en impulsar un régimen de terror social, sino, sobretodo, por la resistencia popular y la coordinación organizada de las mases de los distintos sectores y de las distintas regiones del país para recuperar la democracia y su autodeterminación orientada a avanzar en los procesos de transformación iniciados quince años antes.
La recopilación de materiales, artículos y entrevistas de esta publicación tiene en objetivo de recordar y revelar lo que ocurrió en el proceso histórico y social del país desde una perspectiva nacional-popular para el conocimiento, debate e identificación de los hechos y acontecimientos en su propio contexto y hacer un aporte para entender los procesos históricos bolivianos a través de coyunturas de conflicto y de definiciones históricas fundamentales. El libro fue organizado de manera sencilla al definir capítulos identificados por los años de publicación de los materiales y artículos, 2018, 2019, 2020, y 2021, sintetizado en su título: vida, pasión, GOLPE y resurrección.
octubre-noviembre 2021
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente de la UMSA
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.