La actual etapa de la vida política boliviana desata pasiones y puntos de vista confrontados. Para unos, el proceso en marcha está instalando cambios profundos en la historia del país andino. Para otros, como el dirigente indigenista Felipe Quispe, la gestión de Evo Morales es una «simple traición» a los intereses de los pueblos originarios. […]
La actual etapa de la vida política boliviana desata pasiones y puntos de vista confrontados. Para unos, el proceso en marcha está instalando cambios profundos en la historia del país andino. Para otros, como el dirigente indigenista Felipe Quispe, la gestión de Evo Morales es una «simple traición» a los intereses de los pueblos originarios. En tanto un sector de la clase política tradicional representado por el ex – presidente Carlos Mesa, aunque muy crítico hacia el Movimiento al Socialismo (MAS) en el Gobierno, propone darle tiempo a éste para ejecutar su proyecto. Caras y caretas de un proceso que no deja a nadie indiferente.
AVANCES SIGNIFICATIVOS
«El Gobierno del presidente Evo Morales, en sus cortos dos años de gestión ha realizado cambios profundos en sectores esenciales de la vida nacional», enfatiza Celinda Sosa, ex -Ministro de la Producción a nivel nacional entre 2006 e inicios del 2008 y en la actualidad Delegada Presidencial para el Departamento de Tarija.
Y la enumeración parece no tener límites: «vivimos una revolución educativa que va a permitir hacia fines del año en curso la erradicación definitiva del analfabetismo. Quedan pendientes de instrucción hasta diciembre dos millones de personas».
En lo social, ya se cuenta con una renta para los mayores de 60 años, históricamente relegados, y se ha comenzado a entregar 200 bolivianos por mes -uno 30 dólares norteamericanos- a los niños de familias más empobrecidas, como parte de un nuevo plan especial para beneficiar la infancia.
La revolución agraria ha permitido avanzar en la distribución de tierras y nos queda como reto pendiente la revolución industrial para satisfacer las necesidades esenciales de la población.
Por primera vez en su historia, el Estado boliviano cuenta con recursos propios suficientes como para no quedarse limitado sólo a importador de alimentos, acota. En cuanto a la salud, «se ha llegado a atender cerca de 8 millones de personas en el nivel primario, en tanto la *Operación Milagro*, con apoyo cubano, permite multiplicar la atención en el campo, concluye Sosa.
En este mismo sector «los avances son consecuentes», explica por su parte Nila Heredia, ex – ministro de ese ramo desde la asunción de Morales en enero del 2006 hasta inicios del 2008.
«Pasamos de una salud señorial, de elite, con un escaso poder rector del Estado y víctima de los planes neoliberales de reducción de los beneficios sociales, a una salud participativa, donde el Estado ha recuperado la hegemonía de las acciones concretas y está ejecutando un programa coherente para el quinquenio», enfatiza.
Dicho programa se sustenta en cuatro ejes esenciales: abolir la exclusión social en la salud; aumentar los años saludables de la población; intensificar la promoción de la participación social en la gestión de la salud pública y, por último, recuperar el rol rector del ministerio.
En estos dos años, enfatiza Heredia, «los logros son una realidad. Ningún caso de rubéola en el 2007; ningún caso de fiebre amarilla en lo que va del 2008; una atención expandida especialmente a las regiones más alejadas de la campaña; un impacto cualitativo y cuantitativo a nivel nacional con el aporte solidario de los cerca de 1.500 médicos y técnicos cubanos – en un país que cuenta con unos 5.000 médicos nacionales».
Lo esencial en los próximos meses, retoma Celinda Sosa, es «institucionalizar en estos logros a través de la ratificación en referéndum del nuevo texto constitucional, aprobado en primera instancia por la Asamblea Constituyente. El mismo respeta la propiedad privada pero al mismo tiempo de le da un valor esencial a los derechos comunitarios, sociales, plurinacionales».
«La nueva Constitución es esencial para que estos cambios profundos en marcha no sean para dos o tres años sino para siempre», enfatiza.
CRITICA DE UN SECTOR INDÍGENA
«Si bien la nueva Constitución tiene algunos aspectos positivos, en su conjunto no responde a la reales necesidades de los pueblos originarios», subraya Felipe Quispe, uno de los líderes históricos y emblemáticos del movimiento indígena, que propone la construcción del gran Estado quechua-aymara.
Luego de llevarlo como candidato presidencial en las elecciones del 2005, el partido de Quispe fue prácticamente barrido por el MAS. Su posición se debilitó y desde entonces el dirigente se mantuvo con perfil bajo.
«En un primer momento teníamos simpatía por Evo, pero ahora ya es el momento de volver a la arena política y recrear nuestra fuerza, ya que su gestión es un simple mamarracho. No cumplió nada de lo prometido y ha continuado el proyecto neoliberal con la careta india», sostiene.
«Evo debería derogar todas las leyes neoliberales, empezando por la que sanciona el cultivo de coca -introducida por presión norteamericana-, ya que la coca es nuestra vida», subraya Quispe. Quien descarga de inmediato su arsenal de críticas contra el Gobierno del MAS: no ha distribuido ni tierras ni territorio a los indígenas; los precios de los comestibles han aumentado significativamente estos dos últimos años; se ha disparado la inflación; no se ha mejorado la infraestructura de caminos para llegar a nuestras comunidades… Ha sido un tiempo perdido».
Y de su lectura hipercrítica de la gestión de Gobierno a la conclusión sobre el futuro hay apenas un paso: «nosotros estamos rezando para que caiga Evo Morales porque perjudica al movimiento indígena en general y nos hace quedar mal a todos».
En caso de caer Evo, según Quispe, se abriría una etapa de posibilidad de cambios reales: «hemos tumbado a Banzer (Hugo), a Sánchez de Losada (Gonzalo), a Mesa (Carlos). No nos preocupa mucho si cae Morales porque estamos estructurados y organizados para dar una respuesta indígena revolucionaria…Tal vez se daría entonces la verdadera liberación de los pueblos indios de Bolivia», concluye.
«NO EXISTE RIESGO DE FRACTURA»
«Me sorprende el estado en que está el país. No hubiera pensado que luego de su triunfo incuestionable y categórico de hace algo más de 2 años, no haya podido implementar el proyecto de cambio», enfatiza Carlos Mesa ex – vicepresidente durante el mandato de Sánchez de Losada y ex – presidente durante veinte meses en el 2004-2005, cuando éste debió quitar el gobierno a partir de la protesta popular generalizada.
Para Mesa, en estos dos años, «los errores de Evo han sido más importantes que los aciertos de la oposición». Y si bien reconoce a Morales «como una personalidad carismática que hoy no tiene la oposición», entiende que el MAS vive hoy uno de los momentos más difíciles desde que llegó al gobierno.
Para Mesa, es evidente que el escenario político expresa hoy la existencia de «una relación equilibrada de fuerzas. Donde el gobierno «no tiene el físico para imponer su proyecto y su hegemonía, pero la oposición tampoco está en condiciones de derrotarlo».
El actual «empate político» deberá necesariamente resolverse por la vía del diálogo. Para asegurarle una viabilidad al mismo deberían revisarse los dos temas esenciales: el texto del proyecto constitucional y el de los Estatutos Autonómicos elaborados en cuatro de los nueve departamentos.
«Las regiones que promueven sus Estatutos le han hecho un jaque muy complejo al Gobierno, a partir de que éste se equivocó con respecto a las autonomías». Institucionalmente, esos Estatutos, en caso de aprobarse, serían problemáticos, «serían hijos sin padre, ya que la Constitución actual no reconoce la autonomía lo que abriría la puerta para que cada región de Bolivia haga lo que se le da la gana», analiza.
Para el ex – presidente, tras la rebeldía de las regiones existen dos temas esenciales que, en caso de resolverse, podría distender la situación: la devolución a las regiones del impuesto directo a los hidrocarburos -que es un porcentaje contemplado en la Ley de Hidrocarburos y que fuera recortado por el Gobierno. Y en segundo lugar, que la nueva Constitución reconozca plenamente la autonomía departamental, elimine la autonomía regional y circunscriba la autonomía indígena al municipio y a la mancomunidad indígena.
Sin duda alguna, enfatiza Mesa, hay temas como la administración de los recursos naturales y el manejo de la tierra que deben ser de la esfera del Estado central, ya que si se aceptara la regionalización -como lo exigen los Estatutos Autonómicos- el Estado perdería el control básico de las políticas centrales que son de su total competencia.
¿Escenario apocalíptico? ¿Riesgo de la secesión y balcanización de Bolivia? Carlos Mesa concluye con contundencia: «absolutamente ninguno». Y las causas son de tres tipos: los bolivianos en general no tienen esa voluntad; sería inviable que esas supuestas nuevas naciones pudieran sobrevivir cada una por su lado; y, por último, a los países vecinos, especialmente Argentina y Brasil, no les interesa para nada una división de Bolivia ni el aumento de del conflicto en la región.
Lo que queda de este primer semestre del año será decisivo en este país sudamericano. Está en marcha la iniciativa de diálogo entre las partes confrontadas con la mediación de la Iglesia Católica. La fecha del 4 de mayo prevista para la votación de la nueva Constitución y de los Estatutos Autonómicos podría ser pospuesta algunas semanas para intentar llegar con un consenso previamente negociado.
En tanto, las expectativas de cambio hacia este proceso inédito encabezado por Evo Morales, son muy elevadas entre los sectores populares que lo siguen apoyando. Bolivia, la nación más empobrecida de América Latina apuesta a un paradigma de redistribución y equidad social. Sin embargo, los tiempos políticos no son eternos y la gente exige mejoras ya.
Colaboración de prensa de E-CHANGER, ONG suiza de cooperación solidaria