1. Andrés Manuel López Obrador advirtió que «en caso de ganar la Presidencia de la República en 2018 perseguiría a los corruptos y los metería a la cárcel, empezando por los que han saqueado al Estado de México: Enrique Peña Nieto, César Camacho, Emilio Chuayffet, Arturo Montiel y Eruviel Ávila, que representan como mil años […]
1. Andrés Manuel López Obrador advirtió que «en caso de ganar la Presidencia de la República en 2018 perseguiría a los corruptos y los metería a la cárcel, empezando por los que han saqueado al Estado de México: Enrique Peña Nieto, César Camacho, Emilio Chuayffet, Arturo Montiel y Eruviel Ávila, que representan como mil años de cárcel juntos». Pero si AMLO metiera a la cárcel a cinco (como en el Estado de México) de cada estado y del DF, sólo serían 160 muy representativos. Pero en México merecerían prisión más de 3000 políticos, más de 3000 empresarios, más de 100 de los más altos clérigos y unos 10 mil asociados y en contacto con el narcotráfico. Necesitaríamos una penitenciaría de unos 20 mil personajes.
2. Pero eso en México -con respeto por el dicho de AMLO- es sólo un discurso engañabobos o para salir del paso. Quizá algunos se conformarían como ilusos con menos, aunque sea otro imposible: que se fueran a la cárcel los ex presidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña; los empresarios Slim y Azcárraga Jean, arrastrando tras sí a Beltrones y Gamboa, a Madero y Cordero, así como a Zambrano y Ortega. Pero no es posible en México sin una revolución radical, profunda, que cambie el texto constitucional. Con excepción de Rusia en 1917, China en 1949 y Cuba en 1959 -donde triunfaron revoluciones armadas y pudieron expropiar propiedades y encarcelar a explotadores- ni en Chile, Venezuela, Bolivia, Ecuador, se ha podido hacer.
3. En México bastaría con la amenaza de encarcelar a Salinas y Calderón o a Slim o Azcárraga, para que la embajada yanqui intervenga de manera directa para evitarlo. Bastaría incluso que algún gobernante en funciones diga que se juzga a altos políticos o empresarios, para que los medios de información pongan todos sus programas a volar condenando a quien lo mencione. Otra cosa sería si en México se hiciera una revolución del tipo de Rusia, China o Cuba; pero no se si habrían condiciones para hacerla en un pueblo dominado casi totalmente por la conciencia burguesa, capitalista, individualista, competitiva y hasta pro yanqui. Quizá habría que conformarse con decirlo con fuerza en discurso.
4. En Rusia, China, Cuba, a pesar de que las revoluciones armadas triunfaron y en sus primeros años de vida realizaron grandes transformaciones en beneficio del pueblo, el capitalismo y el imperialismo mundial fueron más poderosos. En esos tres países se llevaron a la cárcel a los más grandes explotadores y despojadores de los medios de vida del pueblo; se repartieron los grandes latifundios y las fábricas para beneficiar a los trabajadores; pero el imperio yanqui, inglés, francés, la ONU, terminaron por imponerse. Los expropiados no se rindieron y acudieron a sus protectores para restaurar su poder. Nunca hubo socialismo, aunque sí mucha voluntad, honestidad, que sirvió muy poco. El poder imperial se reimpuso.
5. A pesar de ello, aunque se tenga que lamentar los sacrificios por construir una sociedad socialista o igualitaria por el camino de la revolución armada que fracasó, no dejó de ser un ensayo, una experiencia, como las muchas que vendrán en el mundo. Las nuevas experiencias en los países de Suramérica -con carácter de socialdemocracia o socialismo del siglo XXI- todavía no terminan y no han dejado de enseñarnos acerca de lo que hay que hacer o no. Siguen vigentes todas las formas de lucha (pacífica, armada, electoral, de masas, con huelgas generales, grandes movimientos en la calles) por transformar revolucionariamente el mundo. Quien defienda sólo una forma se mostrará muy limitado.
6. Que se debe dar cárcel a todos los asesinos, invasores, explotadores, acumuladores de riquezas, engañadores de la humanidad y de los pueblos, es indiscutible. Que asesinos como Bush y Obama deben estar en prisión es obvio. La pregunta es cómo. Está bien que los López Obrador lo digan y lo repitan porque ello ayuda a hacer conciencia de que los que deben estar en la cárcel son los grandes magnates del capital y no quienes se roban una gallina o una cartera. Pero hay que estar conscientes que si todos los políticos y empresarios se fueran a la cárcel no alcanzarían las prisiones de todo el país ni tampoco los salones de fiesta para los bailes y festejos que hará nuestro pueblo por alegría.
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