Querido hermano: El pasado 10 de abril, aniversario del asesinato del general Emiliano Zapata Salazar, en México se celebró, por fin, la consulta de revocación de mandato que Andrés Manuel López Obrador ofreció promover en una de sus promesas de campaña.
Creo que te hubiera gustado estar aquí y participar en ella; no lo sé. Tampoco sé cómo lo hubieras hecho; es decir, cuál habría sido el sentido de tu voto; pero, sospecho que de no cancelar la boleta quizás habrías señalado que siguiera en la Presidencia de la República para ser una de las 15 millones 159 mil 323 personas… 24, contigo… que así lo hicieron.
¿Yo? Yo no. Eso quizás también lo sabrías. Llámame obtuso si quieres; pero, para mí, el instrumento de revocación de mandato tiene sentido si lo convocas para eso: revocarle el mandato a quien lo recibió en una votación de esas que llamamos por comodidad “popular” (aunque no lo sea), luego de que no hiciera lo que prometió en campaña, traicionara esa misma “voluntad popular”, cometiera algún crimen de lesa humanidad o sirviera a intereses particulares (nacionales o extranjeros) en lugar de a esa entidad difícil de definir que algunos llaman Nación.
Y, no es que yo no crea que el actual residente de Palacio Nacional no cupiera en alguna de esas variables; sabes bien que, por lo menos, creo que sirve a intereses de un capital nacional e internacional que lo ha contratado como gerente de un país hecho pedazos por el saqueo, la burla, la explotación, la represión y, en general, la cultura de muerte que esos mismos intereses representan: un botón de muestra son los megaproyectos que está impulsando para darle continuidad al “Proyecto Mundo Maya”, de Salinas de Gortari; que luego fue el “Programa Integral de Desarrollo” para el Istmo de Tehuantepec, de Zedillo; más tarde el “Plan Puebla Panamá”, de Fox; después el “Proyecto Mesoamérica”, de Calderón; recientemente las Zonas Económicas Especiales, de Peña Nieto, y ahora son el Corredor Multimodal Interoceánico, la Zona Libre de la Frontera Norte y el mal llamado Tren Maya; entre otros.
Necesitaban un gerente que, además de los saberes que describe Manuel Vázquez Montalbán en su Panfleto desde el planeta de los simios para el político contemporáneo, tuviera habilidades de bombero y apagara los muchos incendios que el sistema-mundo capitalista (para decirlo con Wallerstein) o necrocapitalista (para decirlo con Agamben y Mbembe) ha prendido en este territorio que llamamos México, y AMLO, si bien no los ha pagado (muchos de ellos más bien los ha alimentado), los ha sabido administrar… como el buen gerente que es.
El quid de la cuestión, para mí, es que no se discutió con seriedad ni rigor cuál ha sido el desempeño de AMLO como presidente, materia nodal de la consulta de revocación de mandato; lo que se discutió públicamente fue el “valor”, la “importancia”, la “trascendencia” o el “hecho histórico” del instrumento de democracia participativa, o, cuando no, la “farsa”, el “circo”, la “tomadura de pelo”, el “sinsentido”, la “burla” o el “gasto innecesario” de un mecanismo instrumentalizado, tanto por quien se supone sería evaluado por la consulta de marras, como por quienes desean sacarlo de Palacio Nacional sin tener más proyecto que seguir saqueando el país.
Y, carnal, no creo que la no evaluación del quehacer presidencial haya sido un descuido de la clase política; todo lo contrario: evaluar a AMLO hubiera sido evaluar también a sus detractores en esa caricatura de oposición que es la socialdemocracia o la derecha partidistas; porque, a final de cuentas, revocarle el mandato al actual bombero-gerente del capital en México habría sido, en términos legales, abrir la puerta para que se sentara en la Silla del Águila alguien peor que él: ¿Te imaginas al secretario de Gobernación como presidente interino? (es el mismo represor que siendo gobernador de Tabasco promovió la ley que criminaliza la protesta social en el estado natal de AMLO… con la venia del mismo AMLO), o, ¿a cualquiera de esos personajes de su partido, que en el marco de esta consulta se distinguieron por violar las leyes federales en materia de delitos electorales, para presidir al país?, o ¿a quien fuera de esa derecha política que va dando tumbos entre su racismo y su ambición sin reparo y sin medida? De sentir escalofríos, ¿no crees?
Sin embargo, no está en el hecho (bastante discutible) de que quizás AMLO sea el menos peor de los males que nos prodigaría la clase política, la razón de que no haya participado en una consulta como ésta (consulta que, en otros tiempos, me hubiera hecho sentirme convocado) radica justamente en que a mí esta consulta no me convocó. No puedo sentirme convocado por la celebración (para algunos lo fue) de un ejercicio cuya esencia se trastocaba en la manipulación de su promotor principal: la Consulta no sería, nunca lo fue, una convocatoria a revocar el mandato del presidente; sino todo lo contrario: la fiesta electorera de su ratificación. ¿Cómo sentirse convocado por una consulta cuyos promotores guardaron sus chalecos de ‘servidores de la nación’ (sic) y, por ende, de operadores en campo de los programas sociales electoreros de la actual administración, para disfrazarse de ciudadanos de a pie como yo y abordarme con frases como: “¿deseas firmar para que nuestro presidente siga en la Presidencia?”?; en las mesas de recolección de firmas para promover la consulta de revocación de mandato se leía: “Recolección de firmas para ratificar a nuestro presidente”.
Voy a sonarte repetitivo, acaso monotemático; pero, ¿te acuerdas de aquella consulta de abril de 1994 echada a andar por la CONAC-LN, organización intermedia del ya para entonces Partido de las Fuerzas de Liberación Nacional (PFLN), consultando la pertinencia de los 11 puntos de la Primera Declaración de la Selva Lacandona?, los agentes de Gobernación del salinismo estarían pisándonos los talones durante meses a quienes estuvimos allí. Aquél ejercicio sería en el ensayo para la Consulta Nacional e Internacional por la Paz y la Democracia convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1995, que definió el futuro del EZLN y, después lo sabríamos, abriría la senda de su ruptura con el PFLN años más tarde tras la creación del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN): el primer ejercicio de consulta que una organización político-militar clandestina hiciera a la informe sociedad civil, y que, por respetar a cabalidad sus resultados, le saldría tal vez demasiado caro a lo interno.
De dimensiones territoriales más acotadas que la consulta nacional e internacional zapatista de 1995, en Morelos vendría después la consulta organizada por el Frente Cívico Morelense para exigir el juicio político al general Carrillo Olea, quien fungía de gobernador del estado; la exigencia llegaría al Congreso local y, a pesar de la negativa inicial tanto de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) como de la Secretaría de Gobernación, y de que la consulta desde luego no tenía carácter vinculante, al también amigo y condiscípulo de armas de Absalón Castellanos se le hizo un juicio político que lo inhabilitó por 14 años.
Caso contrario fue la consulta que organizara el Partido de la Revolución Democrática (PRD) desde la oposición para determinar la conversión de los pasivos del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) en deuda pública. AMLO presidía al PRD y, aunque la consulta no impidió que los 552 mil millones de pesos del Fobaproa se volvieran deuda pública de todas y todos los mexicanos, que a los banqueros se les entregaran bonos que les permitieron obtener 32 mil millones de pesos anuales como intereses, que se remataran bienes otorgados en garantía de los créditos de los deudores de la banca destruyendo el patrimonio de miles de personas y que se abrieran las puertas a grandes grupos financieros extranjeros para que se adueñaran de los bancos mexicanos, en la reforma constitucional de 1996 se colaron figuras de la democracia participativa como el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular de legislación federal. Honor a quien honor merece, López Obrador se convirtió en el principal promotor de aquella consulta; pero, si bien se trataba de un ejercicio harto valioso porque se organizaba desde un partido de oposición y con clara impronta popular, no pasaba desapercibido que para su organización y realización el PRD había echado mano de entre 8 y 10 millones de pesos de recursos públicos, equivalentes al 10 por ciento de sus prerrogativas como partido en 1998.
Luego vendría la Consulta por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos Indios y por el Fin de la Guerra de Exterminio, de marzo de 1999. ¿Te acuerdas?, una verdadera fiesta por la democracia participativa. Si la consulta zapatista de 1995 le había dado la pauta al PRD, entonces ubicado a la izquierda del espectro político partidista, para organizar la consulta contra el Fobaproa de 1998; la consulta zapatista de 1999 (que no podía tener el alcance en números de la consulta perredista porque no contaba con los mismos recursos económicos) marcaría un nuevo hito en la historia mexicana de las consultas populares. Esa vez, la consulta zapatista ya no preguntaba a la informe sociedad civil sobre el que podía ser su futuro político; sino que la encaraba, junto a la clase política, para demandar el respeto a los Acuerdos de San Andrés (que tanto han regateado los gobiernos neoliberales, incluyendo el del AMLO actual) y denunciar la escalada militar que esos mismos gobiernos (desde Salinas hasta AMLO, pasando por Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto) han protagonizado contra las comunidades, pueblos y naciones indígenas que disienten del modelo de explotación económica capitalista y de su expresión neoliberal.
Frente a esas experiencias, incluyendo la del PRD lopezobradorista, todas ellas promovidas, o desde la sociedad civil, o desde un partido de oposición y de izquierdas, o desde una organización político-militar que le declaró la guerra al Estado mexicano, ¿qué tiene de histórica la consulta por la “revocación del mandato” del pasado 10 de abril, promovida por quien detenta el poder Ejecutivo y, en consecuencia, quien hoy por hoy sirve de garante y gerente de los intereses de un Estado capitalista y su clase en el poder?, ¿qué hay de democrático y, más aún, de popular que quien gobierna nos invite a usar instrumentos de democracia participativa para ratificarlo en el poder y no para ratificarle el mandato otorgado en las urnas?
Andrés Manuel no es ya aquél líder político que, a pesar de provenir del muy corrupto y criminal Partido Revolucionario Institucional (PRI), desde la izquierda partidista encabezó el “Éxodo por la Democracia” de 1991 o la “Caravana por la Democracia” de 1996; es el jefe de Estado que, quizás por provenir del muy corrupto y criminal Partido Revolucionario Institucional (PRI), ha invertido su capital político de antaño para cooptar a las luchas más progresistas de la sociedad civil y hacerlas aplaudir lo que antes habrían denunciado: la instrumentalización clientelar del apoyo popular para usos electorales a cambio de programas sociales y la abierta comisión de delitos electorales por sus correligionarios y colaboradores, la militarización sin precedentes como no la había logrado ninguno de sus antecesores, el reordenamiento territorial que le permitirá al capital nacional y extranjero saquear recursos naturales del sur y sureste mexicanos a destajo como siempre lo había deseado, la impunidad para exfuncionarios de los regímenes del pasado y sus delitos y crímenes (v.gr.: Bartlett o Gertz Manero), la incapacidad y falta de voluntad verdadera para llevar a juicio político y penal a expresidentes asociados con esos mismos crímenes, los fraternos encuentros con familiares de capos de la droga y, en contraste, las simulaciones de ejercicio de justicia en casos como Ayotzinapa, la descalificación del movimiento feminista y de comunicadoras y comunicadores críticos, la persecución, desaparición forzada y asesinato de defensoras y defensoras de tierra y territorio (medio ambiente) y de derechos humanos.
Parecen, todas las anteriores, razones suficientes para haber acudido a la consulta y marcar la opción de que se le revoque el mandato por pérdida de la confianza, ¿cierto?; pero, y, ¿si yo, de por sí, no le tenía confianza antes y por lo mismo no tengo confianza que hubiera perdido?; no, gracias. Y, ¿si la discusión pública en los medios de comunicación, impresos, electrónicos o digitales, insisto, no versó sobre cómo preside AMLO, sino sobre la importancia y pertinencia de la consulta? y, ¿si, por eso mismo, la lectura más simple es que el voto por revocación lo sufraga, no quien denuncia todo lo anterior, sino quien quiere que regresen los saqueadores del pasado y que se acaben los programas sociales que AMLO intitula bajo el paraguas del “bienestar”?; no, gracias. Y, ¿si acudir a la consulta se traduce como la validación del desprecio y el abaratamiento de un ejercicio tan valioso e importante como la misma consulta, a manos de quien la instrumentaliza para enseñar el músculo de su popularidad electoral?; no, gracias. Y, ¿si como cada vez más se dice desde los movimientos sociales: “nuestros sueños no caben en sus urnas”, así estas urnas se vistan de democracia participativa?; no, gracias. Y, ¿si la democracia participativa es usada para beneficio, no de quienes esperan ser gobernadas y gobernados de mejor manera, sino de quienes les mal gobiernan pero cuentan con la aprobación de una izquierda (para decirlo con Bueno) políticamente indefinida que llega a coquetear con posturas de la derecha liberal?; no, mil veces no, gracias.
¿Por qué tengo que sentirme convocado por una consulta promovida por un gobernante que, junto con quienes lo aplauden, desprecia consultar previamente, de manera libre e informada, de buena fe y de forma culturalmente adecuada a los pueblos originarios sobre los megaproyectos que afectarán el ejercicio de sus derechos colectivos, como es el caso del Proyecto Tren Maya o el Corredor Transístmico? ¿Por qué tengo que sentirme convocado por una consulta promovida por un gobernante y quienes lo aplauden, y no por las organizaciones y colectivas de mujeres cuyas protesta criminaliza, no por las y los periodistas que cada que es asesinada o asesinado uno de sus colegas el gobernante dice que no se trata de crímenes de Estado y con eso se lava las manos, no por las madres y padres de niñas y niños con cáncer que esperan ser tratados mientras los medicamentos se caducan en alguna bodega, no por las madres y padres de Ayotzinapa o la Guardería ABC que esperan la justicia tantas veces prometida, no por las familias de las y los agentes socioculturales que se endeudaron esperando un pago por su trabajo artístico y cultural que llegó después que la muerte, no por las y los familiares de a quienes la muerte les alcanzó entre los llamados a no usar cubrebocas y no quedarse en sus casas del mismo gobernante durante la pandemia, no por la familia y las y los compañeros de lucha de Samir Flores Soberanes, asesinado tras enfrentar al operador político del Proyecto Integral Morelos, el mismo que hoy promueve el gobernante que siendo candidato pensaba que era, además de una estupidez, un crimen? No, gracias.
Celebro, no obstante, el ejercicio. Celebro que el instrumento exista y pueda ser usado sin la instrumentalización del gobernante en turno. Celebro los 16 millones 502 mil 635 votos de quienes acudieron y participaron, o queriendo revocarle el mandato al gobernante, o queriendo que siguiera en el puesto, o anulando su voto; sí, sé que la cifra total es de 16,502,636 votos; pero, hay un voto que no celebro, hermano: el de Andrés Manuel, el gobernante que debiendo ser evaluado, no lo fue; porque su voto nulo es el reflejo del uso que hizo de toda la consulta. Escribir: “¡Viva Zapata!” el día que se conmemora el asesinato del jefe del Ejército Libertador del Sur en la boleta de una consulta que usa para autonombrarse demócrata como Madero, no sólo es instrumentalización de ciertos símbolos caros a las luchas de los pueblos: es una burla soez y descarada, propia del modelo de producción capitalista que defiende con sus políticas económicas y sociales. Pero ¿qué puede esperarse de quien el año que ataca y desprecia a periodistas que no le quedan a modo, el año que impulsa un tren desarrollista al más puro estilo porfirista, el año que aplaude los delitos electorales de sus correligionarios, es el año que pisotea la memoria de Ricardo Flores Magón?
Y, no, yo en lo personal no tengo nada en contra de él; es más, me da la sensación que es de ese tipo de sujetos que en una conversación informal podría caerme estupendamente. El asunto es que esta consulta no era para validar mis afectos o mis antipatías… ni los de nadie; pero, el amor romántico, cuando se politiza, es también una buena carta a ser usada: si en abril de 2005 la consigna fue: “los amo desaforadamente”, ¿qué de malo hay que en abril de 2022 sea: “amor con amor se paga” y en la propaganda del partido del presidente se sugiera que no votar por su continuación es perder los beneficios de seguir recibiendo programas sociales? ¿Alguien recuerda el condicionamiento que el PRI ejercía de los programas a cambio de votos a su favor en las urnas? ¿No fue contra este tipo de prácticas que el hijo de Macuspana organizó el “Éxodo por la Democracia” y la “Caravana por la Democracia”? En Brasil, cuando el PT cayó en esas mismas prácticas siendo Lula presidente, se decía que la política (y el PT mismo) se había mexicanizado (léase: priizado).
¿Qué precedente se asienta con estas triquiñuelas (y muchas otras) en la primera vez que se pone en práctica un instrumento de democracia participativa como la revocación del mandato? ¿Por qué no les causa rubor a quienes publicaron sus deditos entintados en yodo en sus parcelas de los feudos Zuckerberg y Dorsey (lo que ingenuamente llaman: “mis redes sociales”) la sonrisa descarada de un Mario Delgado, presidente de Morena, acarreando votantes el día de la consulta? ¿Será porque creer que participaron de un acontecimiento “histórico” es patente de corso para la comisión de delitos electorales?
Y, sí, a pesar de todo, celebro la consulta, hermanito; celebro que sucediera, aunque no fuera lo que se suponía que era. Celebro que la gente salga a las calles a votar por lo que cree importante votar, independientemente de que detrás suyo haya un político instrumentalizando su voto para usarlo como amague en sus prácticas corruptas. Celebro, también, que haya quien con toda consciencia diga: “conmigo no cuenten” o, como decíamos hace casi 20 años: “No en mi nombre”, porque, repito, “nuestros sueños no caben en sus urnas”. Celebro que haya, igual, quien habiendo perdido la confianza acudiera a la consulta a emitir su voto por la revocación aunque éste, anónimo, se perdiera entre los votos de quienes por desprecio de clase y racismo prefieren presidentes güeritos educados en Harvard o Yale. Celebro que hubiera quienes en lugar de “¡Viva Zapata!” anularon su voto con: “¡Zapata Vive! ¡La lucha sigue!”, o “Fue el Estado” “Fue el ejército” “Nos faltan 43” “¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!”
No me interesa, si he de serte honesto, si hay quien cree que antes del pasado 10 de abril no ha habido una sola experiencia de democracia participativa y que su dedito entintado es un hecho histórico; si alguien necesita pensarlo así, está bien… a mí eso me explica su frase esa tan manida de: “¿Dónde estaban ustedes cuando…?”: no es extraño que quien en el pasado se quedó en su casita abrigado por su indolencia e indiferencia crea que las y los demás hicieron lo mismo. Me interesa menos aún la aritmética electoral de tirios y de troyanos; me resulta irrelevante si los más de 15 millones de votos a favor de que AMLO terminara su administración son la mitad de los más de 30 millones que votaron por él en 2018, o más de los 12 millones y algo que votaron por Anaya ese mismo año, o si son más o menos los mismos que votaron por Fox en 2000. Lo dijimos en 2006, cuando llamábamos al lopezobradorismo y al perredismo todo a no quedarse de brazos cruzados ante la represión en Atenco y la tortura sexual a nuestras compañeras: mientras allá arriba lo que importan son los números, acá abajo lo que importan son las ideas y las acciones.
Y, ¿allá abajo donde estás ahora?… Estoy bromeando, lo sabes: descansa, hermanito; descansa.
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