Compórtate indaga en las causas de los comportamientos humanos, el cerebro, la función de las hormonas, el pasado, la genética, la cultura, la ecología.
En tiempos oscuros que no caben dentro de eufemismos como «emergencia habitacional», cuando siguen vigentes las letras de Chicho Sánchez Ferlosio, «es guerra contra nosotras la paz de la explotación», ¿qué sentido tiene leer un libro de casi mil páginas sobre la biología del comportamiento humano? Compórtate (Capitán Swing, 2018), del neuroendocrinólogo y primatólogo Robert Sapolsky, es extraordinario y útil para estos tiempos oscuros por múltiples razones, para empezar por el tono con que está escrito.
En los libros de ciencia el tono tiene que ver con cómo se sabe lo que se sabe y, en especial, con cómo se sabe lo que no se sabe. Cuenta Sapolsky que las arqueólogas hacen algo impresionante, reflejo, dice, de su humildad disciplinaria. Cuando excavan en un lugar, reconocen que las arqueólogas futuras se sentirán horrorizadas por sus técnicas primitivas, por la destructividad de sus excavaciones. Por eso, a menudo, dejan una parte del lugar sin excavar, esperando a sus descendientes de profesión, mucho más diestras. Y dice: «Nuestros intentos de explicación no tienen el lujo de atrasarse durante un siglo hasta que alguien comprenda realmente la biología del comportamiento. Pero, en último término, el sistema necesita la humildad de la arqueología, la sensación de que, por encima de todo, no deberíamos actuar irrevocablemente».
Tal es el tono del libro, uno que no exige asentimiento u oposición, sino seguir pensando. A veces extrapola, pongamos, experimentos realizados con las ratas madre y sus crías, y parece olvidar que, en la crianza de los seres humanos, los padres -masculino específico- parientes, amistades, la tribu evocada por Del Olmo, pueden desempeñar papeles ausentes en otras especies. Sin embargo, esa y otras divergencias no recaen sobre el libro sino que se convierten en una nota más tomada al margen para, como decía, seguir pensando.
Compórtate indaga en las causas de los comportamientos humanos, el cerebro, la función de las hormonas, el pasado, la genética, la cultura, la ecología. «Es complicado», diría el autor si alguien le pidiera un resumen, una clave, un hilo del que tirar. Que sea complicado no significa que sea relativo, ni que se eludan el argumento o la propuesta, y las respuestas, sino que lo comprobado y lo causal convive con lo que solo correlaciona, con lo que apenas describe, lo ausente y lo aún por entender.
Pongo en conexión este libro con dos textos de César Astudillo acerca de un nuevo artilugio para mecer bebés con cólicos destinado sobre todo a padres y madres de mellizos y trillizos. Escribe Astudillo, padre de múltiples, que no querría haberlo usado porque pasearse balanceándose, canturreando, cansado e impotente, por toda la casa, y co-sufrir su cólico con los bebés forma ahora parte de lo que él es y de su visión vitalista del mundo. Añade que si un ejército de neurocientíficos le dijera que la reacción del cerebro del bebé es exactamente la misma con un Babocush que con su abrazo no cambiaría de opinión.