Luego del resonante triunfo electoral del 18 de octubre pasado, el gobierno del MAS encabezado por Luis Arce y David Choquehuanca enfrentan, desde su asunción el 8 de noviembre, variados desafíos.
Las certezas
Tienen claro que el primero y más urgente consiste en reconstruir la economía boliviana; destrozada luego de once meses de desgobierno neoliberal de la dictadura encabezada por Jeanine Añez. Sólo a modo ilustrativo del estado de situación, brindamos tres datos económicos:
Bolivia pasó de haber liderado en América Latina por seis años en sus índices de crecimiento económico en el período 2006 – 2019, a tener ahora la caída más grande del PIB en los últimos 40 años: un 11,1%. Las reservas internacionales netas (RIN) del país bajaron un 13% desde noviembre 2019 al mes de octubre 2020: de 6.459 millones de dólares a 5.578 millones. En el mismo período la dictadura endeudó al país en más de 4.200 millones de dólares entre deuda interna y externa.
Estos factores mencionados, sumados a la pésima gestión de las empresas públicas y la paralización de las tareas en las plantas de litio y urea, dieron como resultante un aumento del desempleo y la pobreza. Para enfrentar y superar este complejo panorama económico y social, se propone el objetivo de restaurar el modelo económico social, comunitario y productivo, que dinamice la economía plural y el mercado interno con crecimiento y redistribución del ingreso.
Este modelo hace a la propia concepción de la democracia y sus contenidos esenciales que bien expusiera Arce en su discurso de asunción presidencial: “de nada sirve elegir a las autoridades mediante el voto si a la vez el pueblo al que se debe la democracia está privado de los derechos fundamentales, como los de acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a los ingresos y a la vivienda.”
Estas tareas no serán sencillas ni rápidas de implementar en medio de una coyuntura económica mundial recesiva, ahora agravada por la pandemia del COVID 19. Con este objetivo como meta, se adoptaron desde el vamos algunas medidas anticíclicas urgentes:
-se aplicó el bono contra el hambre, consistente en un único pago de Bs. 1.000
-se aumentaron los salarios y jubilaciones
-se aprobó un reintegro del IVA
-se aprobó la creación de un impuesto a las grandes fortunas
-se aumentó la inversión pública a USD 4.011 millones
-se
crearon fideicomisos de apoyo al sector productivo y a la promoción de
políticas de sustitución de importaciones por Bs. 911 millones
A los 30 días de ser aplicadas, de noviembre a diciembre 2020, ya comenzó a notarse una recuperación económica: Las ventas de supermercados subieron de Bs 365,4 millones registrados en noviembre a Bs 491,5 millones en diciembre, también las ventas de restaurantes aumentaron de Bs 266,7millones a Bs 310,4 millones, la facturación de hoteles subió de Bs 39,8 millones a Bs 55,1 millones y las ventas del transporte aéreo se incrementaron de Bs 129,5 millones a Bs 133,1 millones durante el periodo señalado.
Las incertidumbres
En varias ocasiones nos hemos referido y abundado en lo que a nuestro juicio han sido limitaciones, confusiones y fracasos políticos de los gobiernos progresistas, principalmente en nuestra región. Me referiré en particular a dos habituales confusiones que hemos padecido y que tal vez puedan estar presentes en la actual situación política boliviana.
Sin dudas un gobierno progresista es un componente muy importante del proceso de cambios sociales que se propone.
Pero muchas veces se tiende a confundir un elemento con el todo.
De
ahí el aislamiento progresivo del gobierno (inmerso en la gestión
cotidiana) con la fuerza política a la cual pertenece y al complejo
entramado social que lo sustenta.
También a menudo el variopinto entramado social organizado que sustenta el proceso de los cambios (pueblos originarios, campesinos, trabajadores de las ciudades y el campo, pequeños y medianos empresarios, estudiantes, organizaciones sociales con temáticas específicas) confunde los tiempos del proceso con los de un período de gobierno, cayendo en demandas sectoriales propias de una visión cortoplacista.
Se va perdiendo así la visualización del proceso de cambios como un largo camino que no se agota en uno o unos pocos períodos de gobierno. Con ello se ve afectado ese entramado social en su capacidad de movilización como bloque y de apoyo unitario a la causa común, que fuera clave para lograr en Bolivia la obtención del primer gobierno, el arrinconamiento de la dictadura de Añez, la posterior reconquista del gobierno y sigue siendo fundamental para la defensa y buena salud del proceso.
Papel del individuo y personalismo
Es innegable el rol que han jugado, juegan y jugarán los individuos con sus características intransferibles en la conducción de los procesos de cambios en la historia. Este no es el tema en cuestión.
Las dificultades surgen cuando una figura dirigente comienza a sentirse infalible en sus juicios e irreemplazable; por encima del colectivo, desechando toda postura que no sea de apoyo y halago a la suya. Me temo que ese es un problema político no menor que deberá administrar el gobierno boliviano en funciones (específicamente Luis Arce y David Choquehuanca) en su relacionamiento con Evo Morales, hoy Presidente del MAS, el partido de gobierno.
Para citar un caso concreto como ejemplo de lo antedicho: el próximo 7 de marzo tendrán lugar en Bolivia elecciones subnacionales (de Gobernadores de los 9 Departamentos y Alcaldes para los 337 Municipios del país).
En el proceso de nominación de candidatos del MAS, Evo Morales ha hecho jugar su peso político, nominando candidatos en ocasiones a contrapelo de la opinión de las bases y otros dirigentes del partido. El caso más notorio es el de Eva Copa, Senadora por el MAS desde el 2015.
En noviembre de 2019 al producirse el golpe de Estado y la renuncia de Evo Morales y Alvaro García Linera, renuncian también la presidente de la Cámara de Senadores Adriana Salvatierra y el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda. Ante ese vacío de poder, Eva Copa no renunció y asumió la presidencia de la Cámara de Senadores desde el 14 de noviembre de 2019 hasta el 3 de noviembre de 2020.
Toda su actuación al frente de la bancada del MAS y del Senado, fue un ejemplo de enfrentamiento a la dictadura. Luego fue nominada en el seno del MAS como posible candidata a la Alcaldía de El Alto, de donde es oriunda. Sin embargo y en forma sorpresiva, se nomina como candidato a Zacarías Maquera (que fuera Alcalde interino de El Alto por cinco meses).
Eva Copa se aleja del MAS y es postulada como candidata a Alcaldesa de El Alto por la agrupación “Jallala”. Las encuestas le dan arriba del 66% de intención de voto seguida de Maquera con apenas un 10%. Esto es todo un llamado de atención.
En definitiva, Evo Morales – si asumiera en los hechos que su ciclo como jefe de Estado ha finalizado y apoyara a la actual dupla gobernante – podría jugar un importante papel como presidente del MAS. Con su experiencia política y poder de convocatoria, podría encabezar la tarea de fortalecer sus estructuras y vida política cotidiana, para que se constituya en el necesario instrumento que aporte al diálogo del gobierno con su pueblo nucleado en las propias bases partidarias y en las distintas organizaciones sociales del país.
Ojalá por el bien del proceso de cambios del pueblo boliviano, que así sea.
Carlos Flanagan. Miembro de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio. Ex-Embajador de Uruguay ante el Estado Plurinacional de Bolivia. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)