Las elecciones nacionales del pasado 18 de octubre arrojaron una victoria histórica del Movimiento Al Socialismo (MAS), cuyo candidato presidencial, Luis Arce, obtuvo un 55% de los votos. A pesar del golpe de Estado, de la persecución de toda la dirección del MAS, de la imposibilidad de presentarse de Evo Morales, y de la represión criminal ejercida por el gobierno de facto de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez, el clamor de las urnas fue incontestable.
Este próximo
domingo, 7 de marzo, se celebran en Bolivia elecciones subnacionales,
en las que se escogerán las gobernaciones de los 9 departamentos y
sus respectivas asambleas departamentales, así como las alcaldías
de los 337 municipios del país y más de dos mil concejales, por un
mandato de 5 años. Para las gobernaciones habrá una segunda vuelta
el 11 de abril allí donde ninguna opción obtenga mayoría absoluta
en la primera vuelta.
Mundo Obrero ha conversado
con René Behoteguy, economista, militante internacionalista de las
causas de los pueblos, con años de experiencia sindical y que fuera
cónsul del Gobierno de Bolivia en Madrid, bajo la presidencia de Evo
Morales, para analizar las claves de estas elecciones subnacionales
en Bolivia.
Llama la atención la gran cantidad de
siglas que concurren a las elecciones en los distintos departamentos.
¿Cómo se alinean la izquierda y la derecha?
En
Bolivia, en los años 90 había un predominio absoluto de los
partidos de la derecha neoliberal y del arco de lo que sería la
socialdemocracia, pero muy escorado a la derecha (de hecho, hubo
alianzas del MIR con ADN). Con las guerras del agua y del gas se
inicia un ciclo de movilización anti-neoliberal, y el sistema
tradicional de partidos implosiona: los grandes partidos desaparecen
con las grandes movilizaciones y la crisis del modelo neoliberal. Y
nos vemos en un escenario, con el triunfo de Evo Morales (diciembre
de 2005), en que en Bolivia hay un solo partido nacional, que es el
MAS: es el único que tiene presencia en todos los departamentos. El
MAS tiene una clara hegemonía electoral, arrolladora en el área
rural y con más problemas en el área urbana.
Tras ganar
las primeras elecciones con 54%, gana con 63%, con 61%, y en las
elecciones subnacionales el MAS tradicionalmente gana la mayoría de
los municipios en Bolivia, pero en los urbanos suele haber liderazgos
locales y regionales de derecha que compiten con el MAS. Contra esa
hegemonía del MAS, a partir de ese momento lo que ha hecho la
derecha es tratar de agruparse y generar plataformas ciudadanas, que
han ido cambiando de nombre y que no tienen estructura, cuyo
principio es una oposición al MAS. No hay un discurso claro de la
derecha. En Bolivia básicamente hasta ahora encontrábamos los que
están con el MAS y los que están contra el MAS. Puede ser que en
estas elecciones haya por primera vez una fisura, y se puedan
presentar, sobre todo en El Alto y en el departamento de La Paz, una
diferencia.
En los últimos años, ha habido un quiebre
en los sectores de clase media urbana con el MAS. Eso hace que, en la
elección anterior al golpe de Estado, Evo Morales baje al 46% de los
votos, con una diferencia de justo 10% con el segundo, que era Carlos
Mesa, y esa diferencia tan estrecha permite toda la estrategia de
decir que había habido un fraude masivo y justificar un golpe de
Estado con forma institucional. Todos sabemos que ese golpe de Estado
lleva a un gobierno muy autoritario, con muertos, con represión muy
dura y con un desastre económico de vuelta al neoliberalismo de
Jeanine Áñez, que concluye con las elecciones nacionales en
octubre, donde, contra lo que ellos decían que había sido un fraude
la vez anterior, el MAS vuelve a ganar, esta vez con el 55% de los
votos, con más de 20 puntos sobre el segundo, y sin ninguna duda.
Sale segundo Carlos Mesa, y tercero Luis Fernando Camacho, que había
liderado el golpe de Estado contra Evo Morales. Camacho gana en Santa
Cruz pero no tiene presencia en el resto del país. Su discurso es
ultra-conservador, cercano a la extrema derecha, asimilable a
Bolsonaro, con mucho peso religioso (recordemos que entraron con las
biblias en el palacio, etc)
¿Cuáles son las
perspectivas para las elecciones regionales de este 7 de marzo?
La
derrota de la derecha en las elecciones ha hecho que se fraccione en
muchos espacios políticos, porque lo único que tienen en común es
que están en contra del MAS. No obstante, el MAS también tiene que
saber leer que ha habido un desgaste muy grande en la figura de Evo
Morales con la insistencia de reelegirse, y que no toda la gente que
ha votado al MAS para acabar con la dictadura y derrotar al golpe de
Estado, va necesariamente a votar al MAS.
Las
perspectivas son, en general, que el MAS gane. Que en las
gobernaciones tenga serios problemas en La Paz, a pesar de que es un
bastión suyo; difícilmente gane en Santa Cruz, está muy peleado
entre el candidato del MAS y Luis Fernando Camacho, que representa a
la ultraderecha. En el Beni la candidata de la derecha es Jeanine
Áñez, la expresidenta de facto. Son plazas difíciles para el
MAS.
Los departamentos que forman la Media Luna
boliviana ha tenido un papel históricamente de oposición y
desestabilización del proceso de cambio en Bolivia. ¿En qué
situación se encuentra?
Beni, Pando, Santa Cruz
y Tarija es lo que se llamaba la Media Luna, la zona más cálida de
Bolivia, con predominio de la derecha más conservadora. En Pando
hace mucho tiempo que el MAS tiene mayoría, y eso ha quebrado la
Media Luna; en el Beni está muy peleado, y en Santa Cruz, que es la
base tradicional de la Media Luna, porque es el departamento donde
está la fuerza de la oligarquía agroindustrial, es muy probable que
la derecha gane, pero el MAS tiene un candidato muy fuerte a la
gobernación (Mario Cronenbold), que puede dar la pelea contra Luis
Fernando Camacho.
La ventaja es que la derecha está muy
fragmentada. El partido que salió segundo en las elecciones
nacionales, el de Carlos Mesa, no va a sacar nada en estas elecciones
subnacionales. Lo que sí puede haber es un triunfo de Camacho en
Santa Cruz, que lo convertiría en la punta de lanza de la derecha y
podría tratar de reactivar la Media Luna. Santa Cruz siempre ha sido
gobernado por la derecha oligárquica de los agroindustriales del
oriente. Pero preocupa el discurso de Camacho, que está más
escorado a la derecha radical, con tintes racistas, machistas,
profundamente patriarcales, religiosos. Si tuviera proyección, más
allá de Santa Cruz, sería muy peligroso, es un tipo de ultraderecha
asimilable a la de Trump o Bolsonaro.
Además, el
programa de Luis Fernando Camacho es privatizar la sanidad a nivel de
los hospitales, porque está haciendo una clínica como negocio
propio, y puede generar un polo de resistencia muy fuerte. Hay que
ver también la fuerza que tendrá el MAS en Santa Cruz, que la
tendrá, porque la Media Luna se ha debilitado. El MAS en los
sectores rurales de Santa Cruz gana, donde le cuesta más es en la
capital.
Durante el intento de golpe en 2008,
contra la proclamación de la Constitución, se desplegaron en estos
departamentos grupos paramilitares racistas. ¿Siguen activos estos
grupos?
En el golpe de Estado se vio. Camacho
controlaba Santa Cruz, había que pedirle un salvoconducto para
caminar por las calles.
El origen de la élite cruceña
está vinculada con los croatas que huyeron de Europa cuando Tito
derrotó a los ustacha, aliados de Hitler. Son de extrema derecha.
Eso se había diluido, pero en el golpe de Estado se volvieron a ver
con mucha fuerza. Tanto en Cochabamba, en lo que se llamó
Resistencia Juvenil Cochala, que era un grupo parapolicial que iban
en motocicleta golpeando a las mujeres indígenas. Como en Santa
Cruz, con la Unión Juvenil Cruceñista. Están activos, presentes, y
en el golpe de Estado se fortalecieron.
La derrota
electoral fue tan dura para la derecha, que se han quedado callados.
Lo que deberían es ir a la cárcel, por todos los crímenes que han
cometido durante el golpe. Pero es un peligro que un gobierno de
extrema derecha de Luis Fernando Camacho en Santa Cruz pueda alentar
este tipo de organizaciones parapoliciales de jóvenes
racistas.
¿Tiene Luis Fernando Camacho cuentas
pendientes con la justicia por su participación en el golpe de
Estado?
El principal instigador del golpe de
Estado es Camacho. Comienza en una concentración, en un cabildo
abierto del Comité Cívico de Santa Cruz, del que él era
presidente, llamando a desconocer los resultados y anunciando el
fraude del MAS antes de las elecciones. Durante el golpe, dirige
grupos violentos, quemas de casas de campaña del MAS, y ataques a
dirigentes. Fueron él y su padre los que negociaron con la policía
y el ejército para que se amotinaran. Camacho es tan responsable
como Jeanine Áñez. Fue el cabecilla del golpe de Estado. En
Bolivia, porque claramente el golpe de Estado lo encabezó el
Departamento de Estado norteamericano.
¿Qué está
pasando al interior del MAS?
El MAS no es un
partido al uso: es el Instrumento por la Soberanía de los Pueblos
(IPSP). Es la herramienta de la que se dotan los movimientos sociales
y las organizaciones sindicales, indígenas y populares para
participar en las elecciones. Cuando gana las primeras elecciones el
MAS, sin dinero, con más del 50% de los votos, es porque los
candidatos vienen de las organizaciones sociales, vienen de un
período de lucha muy potente, de haber obligado a un presidente
asesino como Sánchez de Lozada, a irse del país; y vienen de un
proceso en el que los candidatos a las elecciones los eligen las
organizaciones sociales. Por eso es tan impresionante en su momento
cuando el Parlamento se llena de mujeres indígenas, de mineros, de
pueblo, la clase trabajadora por primera vez se ve representada. Es
una gran revolución política. No necesariamente una revolución
social, porque los ricos siguen teniendo los medios de producción,
sigue existiendo esa élite oligárquica, pero los espacios
institucionales se llenan de pueblo, que tenía vetado todo este
espacio.
Eso es un logro del MAS, pero también entra en
un debate muy profundo entre los sectores de la izquierda más
tradicional, que tratan de formar un partido fuerte, en la lógica
leninista, y que sea el partido el que dirija a los movimientos
sociales. Y la lógica de los pueblos indígenas, que lo ve
absolutamente al revés: “son las organizaciones sociales,
populares e indígenas las dueñas del MAS y tiene que hacer lo que
decimos nosotros”. Eso suena bien, pero es complejo, porque esas
organizaciones pueden tener hasta intereses contrapuestos en un
determinado momento.
Durante el golpe de Estado, la
cúpula del MAS se queda refugiada en la embajada de México o sale
del país, y son las organizaciones populares de base las que toman
la lucha contra el gobierno golpista de Jeanine Áñez, todo el año
pasado. Se empoderan mucho y generan una gran movilización popular.
En Bolivia, los triunfos electorales de la izquierda sólo han sido
posibles después de grandes movilizaciones populares. Yo diría que
en Bolivia, y en el mundo. Y las anteriores elecciones vienen
precedidas de una gran movilización, con bloqueos de 70 caminos
exigiendo elecciones. Hacen caer al gobierno de Áñez, le obligan a
renunciar a su candidatura y eso genera el gran triunfo del MAS.
Estos sectores movilizados, obreros, populares, indígenas, han
tenido mucho choque con las estructuras del MAS en la elección de
candidatos, entre la dirigencia y la base. Hay una pelea de espacios.
Donde esos roces más han cristalizado y le pueden generar un
problema al MAS son en La Paz y la ciudad de El Alto.
¿Cómo
son estas candidaturas por la agrupación “Jallalla La Paz” para
la gobernación de La Paz y la alcaldía de El Alto?
Jallalla
La Paz no existe como partido, es una agrupación con personería
jurídica. Lo que importa es lo que tiene detrás: un discurso
claramente posicionado en sectores populares, indianista, de
reinvindicación del mundo aymara. Claramente, en el espectro
político están en la izquierda.
En La Paz, una de las
personas que más resistió al golpe de Estado y que nunca ha sido
del MAS fue el icónico dirigente aymara Felipe Quispe, conocido como
el “Mallku”, que fue muchos años dirigente de la Confederación
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), una
organización fortísima que agrupa a los campesinos y es parte de la
Central Obrera Boliviana (COB).. Fue cabeza de la lucha contra
Jeanine Áñez en La Paz, claramente visible, organizando a la gente
y además, a pesar de que él siempre fue muy crítico con Evo
Morales, hizo mucha campaña para que el MAS gane. Felipe Quispe se
ha ubicado siempre en el indianismo, que habla del poder indígena.
Viene del pensamiento de Fausto Reynaga, que dice que en Bolivia el
sujeto histórico no es la clase trabajadora, sino el indio. Felipe
Quispe ha muerto recientemente siendo el candidato a gobernador y con
opciones de ganar. Le ha sucedido como candidato a la gobernación de
La Paz su hijo, Santos Quispe, que está muy igualado con el
candidato del MAS, Franklin Flores. La Paz es un bastión del MAS,
donde ha arrasado en las elecciones nacionales, y ahora tiene serios
riesgos de perder la gobernación.
El Alto es la ciudad
que ha luchado contra el golpe con más fuerza, que ha puesto los
muertos y es además una ciudad aymara. En El Alto la gente quería
que la candidata a la alcaldía fuera Eva Copa, que era la presidenta
del Senado. Ahora hay una campaña muy fuerte del MAS diciendo que
Eva Copa “es de derecha” y que “se vendió a los golpistas”.
Lo cierto es que fue una cabeza muy visible de oposición a Jeanine
Áñez: frenó en un primer momento el crédito que Áñez acabó
contrayendo con el FMI, estuvo muy cerca de las víctimas de Senkata
que fueron asesinadas por la dictadura y tiene mucho arrastre
popular. Sin embargo, desde la estructura del MAS se eligió a
Zacarías Maquera, al que llaman “Ratuki” (rápido en aymara).
Eso ha generado una fractura en el MAS. Según las encuestas, Eva
Copa va a arrasar en El Alto. La base de su candidatura son las
organizaciones sociales de El Alto.
¿Qué retos
le plantea al MAS esta fisura por la izquierda?
En
los últimos años, pese a todas las críticas desde los sectores de
la izquierda revolucionaria, del indigenismo, ha habido conciencia de
generar unidad en torno al instrumento político para enfrentar a la
derecha. El MAS ha sabido nuclear a toda la izquierda, tanto marxista
como indianista, y ese es el éxito de Evo Morales: la unidad de la
izquierda. Estamos viendo cómo por primera vez esa unidad se
fractura. El MAS tiene que reflexionar si el camino es enfrentarse e
intentar acabarlo o tratar de reconducir, reconociendo que tiene que
dar lugar a liderazgos nuevos.
En América Latina ha
habido hiperliderazgo y cierto caudillismo. Es histórico. Somos
zapatistas por Zapata, sandinistas por Sandino, guevaristas por el
Che, fidelistas, chavistas, peronistas. Hay una referencia al líder
histórico, y en Bolivia es interesante que la última elección se
haya ganado sin Evo y se haya visto que el pueblo está más por un
proyecto político que por una persona.
Hay que ver, y
ese es el reto a futuro, cómo se gestiona desde los sectores
populares el que, aunque haya diferentes alternativas -que no
necesariamente es malo-, haya claridad sobre quién es el enemigo,
que es la derecha oligárquica y el imperialismo. Si eso es claro, no
veo tanto problema en esta fragmentación, si en lo estratégico se
sabe confluir. Y puede llamar a la reflexión de cierta soberbia del
MAS que no está leyendo bien cómo ha sido su último triunfo
electoral.
Es un riesgo que el MAS no sepa entender que
tiene que ser el instrumento de las organizaciones sociales y mandar
obedeciendo. Porque, cuando quiebra eso, como ha hecho hasta cierto
punto en la elección de candidatos, ha creado lo que no había: una
oposición popular, que puede disputarle el espacio de la izquierda.
Eso puede ser sano, pero también es un peligro, porque la división
de la izquierda le abre paso a la derecha. El MAS puede salir
fortalecido si es capaz de reconocer el error y tratar de volver a
nuclear estos sectores o puede generar una división grande, que
puede salirle muy cara.
Es una reflexión que
podría extrapolarse a otras realidades
Sirve
para todas las izquierdas. Construir los proyectos desde lo popular,
y desde abajo, y dar voz a los sectores sociales, es mejor que las
construcciones de cúpula y creerse la vanguardia. Yo estoy seguro de
que las izquierdas en el Estado español ganarán cuando las
candidaturas las elijan asambleas en los barrios, más que las
cúpulas dirigentes. Eso ha pasado en Bolivia en su momento, y si el
MAS pierde eso en este pulso, perdería mucho. Era muy claro durante
la resistencia contra el golpe que la gente sentía el proceso de
cambio como suyo, y por eso salieron a defenderlo, más que al Evo o
la dirigencia. Defendían su proceso de cambio, ser reconocidos,
tener derechos.
Hay también una dinámica de acusar a
quien se me pone en contra de ser de la derecha. Lo hacemos mucho.
Que los movimientos indígenas generen algo tan propio como estas
candidaturas también debe llevar a la reflexión de la izquierda: lo
indígena es central. El proyecto político tiene que incluir el
componente descolonizador, y el componente despatriarcalizador
también. Es interesante que la única cabeza visible que podría
hacerle sombra a Evo, ahora, se llame Eva. Y no dudaría de que en el
bloqueo del MAS en El Alto a la candidatura de Eva Copa ha habido
cierto prejuicio patriarcal, machista.
En Bolivia el
proceso de cambio va de abajo hacia arriba, de las organizaciones
sociales a la construcción del instrumento político. En Venezuela,
Chávez crea un instrumento político y comienza a generar
organización popular, crea las comunas, comienza desde el Estado a
generar estructura social. Lo cual es muy interesante, pero en
Bolivia es absolutamente al revés. Y las organizaciones sociales
son, por suerte diría yo, indomables. Contra lo que dice la derecha,
que “van como borregos a votar”, han demostrado históricamente
ser muy críticos y lealtad consigo mismos. Eso es muy interesante en
Bolivia, pero si la izquierda no sabe leerlo bien, puede generar una
división peligrosa.