1. En estos días podríamos decir, así piensan muchos, que la privatización del petróleo no pasará. Los medios de información comercial, esencialmente radio y televisión, han preferido «meter el rabo entre las patas» porque los defensores del proyecto del presidente ilegítimo Felipe Calderón no han tenido argumentos para fundamentarlo; por el contrario, los opositores […]
1. En estos días podríamos decir, así piensan muchos, que la privatización del petróleo no pasará. Los medios de información comercial, esencialmente radio y televisión, han preferido «meter el rabo entre las patas» porque los defensores del proyecto del presidente ilegítimo Felipe Calderón no han tenido argumentos para fundamentarlo; por el contrario, los opositores a esa propuesta, esencialmente políticos perredistas, ex funcionarios priísta e investigadores universitarios especialistas en asuntos energéticos, han apabullado en los debates legislativos a los impulsores de la privatización. Pero también, por otro lado, el líder opositor (López Obrador) y la organización que encabeza (la Convención Nacional Democrática (CND) además de sus permanentes asambleas masivas en todo el país, han continuado con su trabajo de realizar visitas y reuniones («casa por casa, barrio por barrio y estado por estado») Esta combinación está empujando contra la privatización.
2. Más aún: se ha estado planteando la necesidad de realizar «consultas ciudadanas» que hagan participar directamente a la población para que los legisladores no puedan decidir unilateralmente con su voto al margen de lo que la población desea. Se dice que no se podrá hacer un plebiscito o referéndum porque no están contempladas estas figuras en la Constitución, pero quizá se podría lograr que las consultas ciudadanas pudieran obligar a los legisladores de cada entidad a votar por los resultados de las consultas. Podría decirse que hasta ahora hay un avance que se ha logrado con la presión, sobre todo con la toma de las tribunas de las Cámaras legislativas y el cerco de mujeres al edificio senatorial; pero también porque en cada entidad se busca movilizar a la gente. El gobierno y los panistas acuden incluso a una actitud vergonzante al «jurar» que ellos no quieren privatizar, que sólo quieren inversión de capital privado controlado por PEMEX.
3. Pero no se puede confiar ni un ápice en el PRI porque sus compromisos y arreglos con Calderón y el panismo tienen un enorme peso; mucho más si se recuerda que Calderón tiene el compromiso, desde su campaña presidencial, de abrir las inversiones al capital estadounidense. Por eso el mismo presidente ilegítimo, en cada discurso que pronuncia, promete que si se aprueba la reforma privatizadora que propone «todos los problemas económicos del país se resolverán» y «si se aprueban las otras reformas que presentará después (privatización de la electricidad, reforma laboral, etcétera) México crecerá a tazas superiores de seis por ciento anual. La campaña gubernamental por radio y TV a favor de la propuesta privatizadora de Calderón es exagerada. Todo esto obliga a que la CND continúe preparando las movilizaciones que tan urgentes y necesarias son para presionar a los legisladores. Ninguna confianza al PRI y sus compromisos con Calderón.
4. La oposición lópezobradorista no debe confiarse; además del trabajo «casa por casa» de la CND debe construir alianzas para garantizar que las reformas no sean aprobadas. Hay que recordar que López Obrador ya tenía en sus manos la presidencia, pero no contaba con que había un gran compromiso firmado por gobierno, empresarios e inversionistas yanquis que impedirían a como dé lugar su triunfo. Lo mismo podría suceder con la aprobación de la reforma calderonista, pero ahora con la abierta participación del PRI. No se puede confiar incluso en una consulta directa a la población teniendo el gobierno y los empresarios el control directo de los medios de información. Hace aproximadamente en Costa Rica se puso a consulta la firma del TLC y el pueblo perdió y el gobierno, empresarios y medios de información ganaron. Parecida fue la consulta en Venezuela el pasado diciembre cuando se buscaba aprobar una reforma prosocialista.
5. La población no está enterada del debate legislativo y mucho menos del verdadero significado de la privatización. Lo que se escucha por la radio y la TV, además de ser mínimo es tergiversado por los medios y sus comentaristas. Sigue siendo una minoría la que sabe de los argumentos, que entiende la importancia que significa defender el patrimonio que pertenece al pueblo y que está enterada del significado funesto de la política privatizadora. Las visitas «casa por casa» puede ser una estrategia que a la larga arroje buenos resultados, pero de acuerdo a las necesidades inmediatas de frenar y derrotar la privatización del petróleo puede ser engañosa. Urge construir alianzas políticas para que la gente salga a la calle. Las medidas movilizadoras que la APPO adoptó hace unos días en Oaxaca bloqueando el aeropuerto y otras instituciones por muchas horas, al mismo tiempo que ocupaba el Zócalo, son indispensables.
6. Lo que buscan el gobierno y el PRI en las Cámaras es aprobar la propuesta de Calderón, pero con algunas modificaciones que logren esconder la privatización con el fin de que la entrega del petróleo siga avanzando. Incluso los legisladores del PRD (con mayoría de orteguistas) podrían aceptar esas modificaciones. No debe olvidarse que varios acuerdos en el legislativo se han votado por unanimidad y los coordinadores han salido abrazados. Pareciera que la clase política sólo se confronta públicamente para hacernos creer que son distintos cuando en realidad coinciden plenamente en intereses de poder. Como alguien diría: «se pelean de día pero en la noche duermen en la misma cama». Por eso la estrategia de la CND de movilizar es absolutamente correcta, lo importante es que esa movilización sea suficientemente fuerte para obligar a la clase dominante a respetar los intereses de la población. ¿Cuántos años más hay que esperar?
7. Si Calderón logra con la participación del PRI que se apruebe su propuesta, aunque modificada, alcanzará un gran triunfo y será ridículo estar confiando en que la Suprema Corte la eche para atrás. Además será el inicio de la consolidación definitiva de su gobierno porque López Obrador ha puesto todo, como cuando defendió su triunfo electoral sin lograrlo. Por ello es el momento de sumar a toda la oposición y de salir a la calle para ocuparla. La privatización del petróleo no debe pasar; para evitarlo el FAP debe presentar su proyecto y negociar con el PRI pero éste sólo podrá aceptar si las mujeres vuelven a las calles junto a sus familias. Si el FAP se deja intimidar por el gobierno, los empresarios y los medios de información, que lanzarán todas las calumnias de siempre contra la izquierda, entonces no vale nada. No entiende que en las luchas de intereses entre las clases, las clases dominantes están dispuestas a usar todo para defenderse.