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¿Cómo está la moral del proceso de cambio?

Fuentes: Rebelión

Cuando hablamos de moral nos referimos a las experiencias que responden a nuestro interés por construirnos de una manera determinada y que solo se pueden dar colectivamente, así l a moral es un valor humano colectivo estratégico para afrontar cualquier batalla. En nuestro caso sería seguir construyendo experiencias en el marco de la Revolución Democrática […]

Cuando hablamos de moral nos referimos a las experiencias que responden a nuestro interés por construirnos de una manera determinada y que solo se pueden dar colectivamente, así l a moral es un valor humano colectivo estratégico para afrontar cualquier batalla. En nuestro caso sería seguir construyendo experiencias en el marco de la Revolución Democrática y Cultural a través de las relaciones que establecemos entre nosotros, y esto no es otra cosa que la forma en la que entendemos la política, porque la moral seguirá consistiendo en hacer lo que es mejor para las mayorías.

Así, cuando nos preguntamos cómo está la moral del Proceso de Cambio, estamos cuestionándonos qué tipo de relaciones estamos estableciendo entre nosotros (experiencias) para poder construirnos de manera coherente dentro del Proceso de Cambio. Entonces debemos analizar y cuestionar cómo se dan las experiencias colectivas de los movimientos sociales y juveniles, y un sector de la burocracia estatal con las luchas de transformación social y económica, que en última instancia producen la toma de conciencia de lo que sucede en la realidad, algo que se llama saber, un saber que se justifica desde la praxis social y no desde teorías que pretenciosamente arguyen que reflejan la realidad tal cual es. En concreto, la experiencia nos da la certeza de saber dónde estamos parados y esto al menos nos dota de dignidad.

Entonces, cuando nos preguntamos ¿cómo está la moral del Proceso de Cambio?, lo que aspiramos a saber es cómo se dan las experiencias colectivas en los movimientos sociales y juveniles y esa parte de la burocracia estatal. Pero antes de respondernos a la pregunta, tenemos que tomar conciencia qué es lo que está en juego en el Proceso de Cambio y cuál es la contradicción fundamental.

Cuando surge el capitalismo lo hace en ambientes monárquicos, autocráticos, dictatoriales y todo por el afán de preservar y proteger la propiedad de los capitalistas. Entonces cuando la democracia emerge, la reacción de los capitalistas es referirse peyorativamente a la democracia y lo asumen como un peligro que tarde o temprano terminaría por expropiar sus riquezas. Debido a este miedo secular es que la democracia y su equivalente que es el voto universal tardan en consolidarse, así en EEUU cuando se dio la independencia en 1787, después de 100 años se atreven a otorgar el voto universal; y lo mismo ocurrió en Francia, que una vez que la revolución terminó con la monarquía en 1799, después de 147 años aprobó el sufragio universal.

Entonces lo que está en juego en el Proceso de Cambio es defender una democracia de los pobres y para los pobres, que la estamos construyendo desde hace 12 años; y la contradicción es democracia de los pueblos vs democracia de los capitalistas, por esta razón «Hayek, uno de los ideólogos más importantes del neoliberalismo, no titubea en recomendar la abolición de la democracia si se trata de rescatar al capitalismo» (A. Nadal), porque si algún precio tiene la democracia, este precio es que siempre busquemos el bien común de la mayor parte de la sociedad.

Por ello, cuando nos preguntarnos ¿cómo está la moral del Proceso de Cambio?, es una pregunta fundamental, y para respondernos tenemos que estar conscientes de que no hay cabida para los pretextos ni epítetos, no hay cabida para «los dogmas que pretenden tener la exclusiva posesión de la verdad y las llaves del paraíso «(S. Alinsky). Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad revolucionaria porque hoy más que nunca es necesaria la crítica, el debate, la interpelación ante una falta de interés y desgaste de las masas, porque esta actitud de las masas puede minar desde dentro el Proceso de Cambio para que la derecha antinacional, la contrarrevolución y el imperialismo ganen terreno político.

Movimientos sociales: sin unidad no hay revolución

La transformación del país mediante el Proceso de Cambio necesita estar acompañado de un alto grado de unidad política que todavía no tiene, no me refiero a una unidad homogénea y uniformizante, sino una unidad que venga desde abajo con todas sus problemáticas y reivindicaciones y no desde los dirigentes que solo buscan la instrumentalización de la base y el protagonismo personal para obtener cuotas de poder. Estos actos individualistas de los dirigentes han provocado que los movimientos sociales y la juventud, en particular, sigan conviviendo con su mayor debilidad que es la imposibilidad de remontar sus divisiones. Es un secreto a voces que los movimientos sociales han aprendido y repiten hábitos del poder colonial (prebendalismo y clientelismo); los movimientos juveniles atomizados se desahogan en acciones cenaculares y la burocracia estatal incapaz de modificar su conducta republicana y neoliberal reproduce relaciones laborales jerárquicas.

Estas actitudes han envenenado de apatía y conformismo en el país, situación que debe llevar a interpelar a los movimientos sociales y juveniles, a la burocracia estatal si en verdad hacen o quieren hacer política, pero fundamentalmente vinculada a la ética, y esto implica que la militancia política del Proceso de Cambio, los dirigentes principalmente y después las bases de los movimientos sociales, movimientos juveniles y parte de la burocracia estatal, se vinculen al país sin que estén demasiados preocupados por sus luchas inmediatas, por imponerse siempre como secta y por la disputa mediocre de poderes minúsculos. Por estas conductas hemos envejecido a la política y la política envejecida se ha convertido en una técnica reservada a un grupo de «políticos profesionales»; cuando la política debería ser una práctica colectiva de contradicciones, debates, polémicas, que no buscan imponer el consenso sino de construir desde las identidades particulares el espacio de lo común, donde la unidad como acción política se refleje en una confrontación ideológica que es la lucha de las creencias, ideas y valores, para después generar acciones colectivas.

Como afirmaba Mariátegui: «No es momento de espíritus pequeños y mezquinos» , es el momento de la unidad combativa que no repara en sacrificios ni descansos.

La batalla cultural huérfana de la arcilla de la juventud

Cuando una creencia ha superado la prueba del tiempo y demostrado su utilidad queda integrada en el conjunto de las prácticas sociales aceptadas por la gente, además se puede atribuirle a esa creencia la categoría de verdad o realidad. Por lo tanto, verdad y realidad existen gracias a las prácticas sociales que las mantienen porque se considera que dichas prácticas mejoran al hacerlo así. Entonces, si queremos saber qué nuevas prácticas sociales son útiles, lo correcto es preguntarnos, ¿en comparación con las prácticas actuales, qué práctica social alternativa de entre las que nos proponen, elegiremos y si será útil?

Entonces cuando hablamos de la lucha entre nuevas y antiguas creencias y prácticas, estamos hablando de una batalla, una batalla que tiene que ver con la situación social de las personas que no se definen en los amarres ni acuerdos de la alta política, sino en la ideología, en ese imaginario que refleja cómo imaginamos las condiciones para cambiar nuestras vidas, nuestras acciones «y cuáles los valores por los que vale la pena luchar o, dado el caso, hacer un sacrificio» (Z.Bauman)

En este caso, el conglomerado social llamado a ser la vanguardia de la batalla cultural es la juventud, principal beneficiario de un país que como nunca ostenta dignidad, soberanía, proyecto de convivencia compartido, voluntad de construir una sociedad de iguales…sin embargo la juventud en general y la que se vincula al Proceso de Cambio, en particular, demuestran que todavía arrastran una pesada herencia cultural (individualista, consumista, insolidaria, hedonista…) y luchar contra esta herencia implica un largo proceso de transformación cultural que es inevitable comenzar.

Ya Fidel Castro sentenciaba así la batalla de las ideas: «Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas»

La política es una relación social

Se cree que en el ser humano hay algo que le inclina a la política por «esencia», pero esto no es así, el ser humano es apolítico y la política nace en la relación entre los seres humanos, o sea la política es una relación social. Pero hoy podemos preguntarnos por qué en nuestro país los ciudadanos que tienen que vivir en polis, viven al margen de la política; quizás viven al margen por el olvido y la indiferencia al que se las ha confinado desde las «alturas» de la política de forma disimulada y espontánea.

Una de las causas más importantes de esa indiferencia y ese olvido son las distancias impuestas entre dirigentes y el pueblo, donde los primeros al incorporarse al orden establecido y mejorar sus condiciones económicas fueron absorbidos por un vulgar determinismo económico que les aleja de lo que palpita el pueblo; esto refleja la separación entre moral y cultura, en otras palabras entre experiencias y relaciones humanas o prácticas sociales, en otras palabras las experiencias que tiene el pueblo llano con el Proceso de Cambio, o sea la relación con los ministros, diputados, etc. siguen reflejando su carácter conservador, jerárquico, vertical. Si los dirigentes de la Revolución Democrática y Cultural pensaron que los votos del pueblo les pertenecía, están equivocados, los movimientos sociales piensan y sienten, aunque no lo crean ellos; por este motivo la política como relación social debe ser el espacio del reino de la socialidad o sea que la política sea el ámbito que da la apertura a la alteridad, a lo diverso, en un plano de compañerismo auténtico.

Pero además de que la política es una relación social, también la política expresa sus equivalencias. En nuestro país l a política tiene como equivalentes a la democracia intercultural, justicia indígena originaria, autonomías indígenas, Estado Plurinacional, políticas sociales. Y en esta relación de la política y sus equivalencias, la lucha por la hegemonía discursiva será ganada por el discurso que se apropie del concepto de Estado pero en su carácter social y revolucionario; conscientes que el sector conservador antinacional jamás construyo una política con equivalencias tan inclusivas como los que plantea el Proceso de Cambio.

De la escaramuza de las consignas a la estrategia de las propuestas

Es imperioso insistir en la imaginación y no buscar recetas, debatir entre todos y todas para plantearnos acciones políticas en todos los campos, porque la derecha también avanza en todos los terrenos. Hay que volver a lo esencial del pensamiento crítico, no pensar tanto en las instituciones sino en nuestra gente, y como nada está trazado y podemos inventar, si erramos en nuestras propuestas, los indiferentes están obligados a callarse, porque daremos voz a la creatividad.

Lo reafirmamos, inventar no garantiza no errar, pero si no inventamos, no podemos crear y solo vamos a repetir guiones que solamente nos llevarán al fracaso.

Porque el momento histórico y nuestro compromiso revolucionario nos lo exigen, planteamos para su discusión, debate y crítica, una política cultural que tiene que ver con acciones de batalla cultural. Lo hacemos así, porque la política cultural es el terreno donde el pueblo no delega, sino que decide desde su experiencia y sus necesidades lo que considera debe ser transformado. Entonces lo que estamos proponiendo es pasar del terreno normativo al terreno creativo y propositivo, donde todos y todas podamos resignificar tradiciones, prácticas y normas, ajustando lo nuevo y lo viejo para proyectarnos al futuro.

Por estas razones abrimos el espacio de debate y cuestionamiento sobre las siguientes acciones que planteamos para favorecer la continua transformación del Proceso de Cambio, porque «el más inmoral de los medios es la no utilización de ninguno de ellos» (S. Alinsky); además porque todo militante de la Revolución Democrática y Cultural debe salir del hoyo de su inacción para recuperar su identidad colectiva, porque de no hacerlo representaría el fracaso de todo lo que democráticamente hemos venido construyendo.

1) Cine Político: exposición del ciclo de Jorge Sanjinés en los barrios, en las comunidades, en las sedes sindicales y las empresas estratégicas estatales, para conocer el pasado y resignificar el presente como un medio imprescindible para poder construir un proyecto de país con sentido.  

2) Deporte sin vencedores: Campeonatos relámpagos de futsal, vóley, básquet en los complejos deportivos inaugurados por el Proceso de Cambio, entre nuestro pueblo y los servidores públicos y movimientos juveniles, como una forma de fortalecer el proyecto de convivencia compartido. 

3) Brigadas del cambio: limpieza de plazas en ciudades intermedias, arreglo de escuelas en comunidades a cargo de los servidores públicos y los movimientos juveniles, donde el ejemplo es el medio de transformación social. 

4) Hablan los pueblos: RPOs debatiendo la realidad entre muchas voces con los Movimientos Sociales y los movimientos juveniles. 

5) Haciendo política no somos políticos: debates políticos en los ministerios con los grupos de compañeros comprometidos y con la participación de ministros, viceministros, directores y jefes de unidad, para comenzar a transformar jerarquías. 

6) Arte y organización social: música, teatro, danza, títeres, murales, etc. a la cabeza de artistas con compromiso social, construyendo el movimiento cultural. 

7) Construyendo un país nuevo: audiovisuales pedagógicos sobre las conquistas del Proceso de Cambio. 

8) No hago periodismo hago política: dos periódicos con alto grado de politización a nivel nacional y que sirva para los debates en los movimientos sociales, en los ministerios, en los gobiernos municipales. 

9) Redes no retorcidas: las redes sociales no generan debate político y produce votantes en calidad de consumidores que desconocen el pasado, con una fragilidad ideológica e incapaces de participar activamente en un proyecto de convivencia compartido, por tanto urge crear plataformas virtuales con información sustentada, variada y clara. 

10) Poder para actuar y militancia para transformar: formación política en los movimientos sociales, los ministerios, los gobiernos municipales y nacionales donde se hayan consolidado o identificado grupos de compañeros del Proceso de Cambio para crear la primera generación de cuadros políticos. 

Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.