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¿Cómo se oferta un país a los buitres?

Fuentes: Rebelión

Quien ha atravesado el infierno, sabe que la esperanza no es un consuelo sino  un deber

Bolivia fue un experimento, ahora es un laboratorio nocivo. Mientras todos juegan con fuego, hay quienes hasta ofrecen las cerillas suficientes para seguir inflamando lo que creen de resistencia infinita. Consciente o inconscientemente, hay unanimidad, en la casta política, para conducirnos al caos; porque todos intuyen que, si hay solución verdadera (y no mero cálculo político), ya no son legítimos.

Por el lado del masismo fracturado, nadie se atreve a señalar que ya se ha perdido el horizonte político y hoy vivimos la siega de ese abandono, en todas sus variantes; por eso sólo buscan una testaruda permanencia contra los hechos. En el mundo de la posverdad, la autopercepción se convierte en el único criterio moral que les repite: el respaldo no es falso si crees en él.

Por eso no ven lo que se va tejiendo a expensas de estos; mientras los convencidos en Harvard son los encargados de diseminar la siempre recurrente idea de que Bolivia es apenas una quimera sin atributos. Lo cual además ha sido siempre el argumento de los hijos putativos que no tienen más gloria que la opaca nostalgia de un firmamento manchado de sangre; comparsas adulonas cuya diligencia nos arrojará a los cielos de la deuda eterna, dando fe de su idolatría: puede arder el mundo, pero el dólar no. El adagio eslavo está hecho precisamente para sociedades coloniales –como la nuestra– que no aprenden que, “el único queso gratis está en la trampa para ratones”.  

Vivimos la crisis global de modo local y si, en Europa, la médula ontológica anglosajona no quiere, bajo ninguna circunstancia, la paz; aquí tampoco la quieren los grupos de poder (incrustados en el “gobierno del cambio”, con la venia de su elite política). No en vano el capitalismo ha creado la crisis como forma de vida, porque sólo puede sobrevivir de ese modo. Desequilibrando la vida, afirma: “Yo soy la tempestad y sólo puede caminar a través de ella quien la ha creado. Los demás sólo buscan refugio”.

Pero todo aquel que se alinea al derrumbe del orden unipolar, también derrumbará su propia suerte. El mundo ya no es un mundo para todos, han determinado los billonarios globales, los cuatro jinetes apocalípticos (desde Washington hasta Bruselas, desde la City hasta Wall Street). Sumir al mundo en el caos es lo más rentable, por eso apuestan a la guerra, es decir, al reinicio global. Por eso, todos los que promueven en nuestro país el caos, se hacen funcionales a esta prescripción; queriendo salvarnos del caos nos conducen a él. En geopolítica esto supondría la balcanización de la región, que sólo espera la ignición en un “choke point” o punto crítico.

En esta espinosa coyuntura, cualquier alteración constitucional nos conduciría en esa dirección. Lo cual significaría, de nuevo, la apuesta por el golpe y, en consecuencia, la inflamación multiplicada de los conflictos. No somos del agrado de las oligarquías de los países vecinos, nunca lo fuimos, y el “Estado plurinacional” les ha provocado siempre un rechazo manifiesto. Esta vez no piensan desperdiciar la oportunidad; por eso la derecha es ilusa si cree que, llegado el momento, va a ser depositaria de la confianza de los patrocinadores externos de un nuevo golpe.

Anular a Bolivia, como fue la pretensión chilena en la usurpación del Litoral, significa ahora que este corredor geoestratégico de Sudamérica jamás se haga corazón geopolítico. De eso no habla ni se pronuncia la prensa, su ignorancia supina no lo permite; pero en ese asunto, el gobierno ya da muestras de desubicación absoluta; y el “evismo” ya no sabe cómo refrenar sus pretensiones que nos pueden conducir al caos exponencial, para beneficio único de la anti-nación. Ambos serán responsables, además de otros reciclados, de un probable desenlace funesto del “Estado plurinacional”.

  Ese Estado, que era la mediación política para encaminarnos, como pueblo, al horizonte que promueve la cultura de la vida y que la denominamos “vivir bien”, era el espíritu, el ajayu graficado en la wiphala (la unidad en la diversidad; porque sólo en el marco de igualdad básica, las diferencias no producen oposiciones irreconciliables y las divergencias aparecen no para divergir sino para converger) que ni el golpe pudo cercenar; ahora es el propio instrumento político el que hace el favor a una derecha carente de ideas propias.

El folklorismo adoptado por quienes no tenían ni tienen idea de lo que significa descolonizar el Estado liberal, redujo todo a un chauvinismo de canjes demagógicos. Pero, así como no hay un día para la gente buena, porque los buenos son humildes y no necesitan de un día para recordarnos de su existencia, así también, no se trataba de pregonar un sueño sino de crearlo. Y de eso trata lo político de la existencia. Y esta vez el pueblo, como el sujeto histórico-político, no deberá ceder su propia soberanía política (núcleo del poder popular) a un nuevo rapto del ámbito de decisiones, protagonizado por otro sujeto sustitutivo.

Rafael Bautista S., es autor de: “El Ángel de la Historia, volumen II: La disputa del arco sudamericano y la geopolítica del reinicio global”, yo soy si Tú eres ediciones, 2024. Dirige “el taller de la descolonización”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.