Fernando Huanacuni Mamani es aymara de origen y de práctica. Trabaja en la Cancillería boliviana y además está dedicado a recuperar los principios y sabidurías ancestrales con el objetivo de poderlas comunicar: internamente, para recordar quiénes somos, y externamente, para explicar el proceso que se está desarrollando en Bolivia. ¿Qué es el Vivir Bien, Suma […]
Fernando Huanacuni Mamani es aymara de origen y de práctica. Trabaja en la Cancillería boliviana y además está dedicado a recuperar los principios y sabidurías ancestrales con el objetivo de poderlas comunicar: internamente, para recordar quiénes somos, y externamente, para explicar el proceso que se está desarrollando en Bolivia.
¿Qué es el Vivir Bien, Suma Qamaña? ¿Cómo explicarías este concepto?
Nosotros diferenciamos vivir mejor de Vivir Bien. La modernidad, el desarrollo, el progreso occidental, motivan el vivir mejor, que tiene una connotación de tener más, de ahorrar más, de acaparar más bienes materiales… Es un sistema de competencia entre seres, entre pueblos… Si antes el principio era «pienso, luego existo», ahora la premisa de Occidente, de la modernidad, es «compito, luego existo». Esa es la característica de vivir mejor.
Nosotros no queremos vivir mejor, no queremos competir con nadie. Para nosotros la premisa de Vivir Bien o Buen Vivir significa vivir en armonía o equilibrio, ese es el concepto básico de la vida. Para el capitalismo el capital es lo más importante, para el comunismo el hombre es lo más importante, pero para la comunidad, para el pueblo indígena originario, la vida es lo más importante, y en ese contexto se sitúa el Suma Qamaña.
Vivir Bien es equilibrio y armonía, y ese equilibrio y armonía tienen acciones específicas concretas en nuestra familia, nuestra vida y la sociedad. Vivir Bien también significa despertar en el contexto de relacionamiento con la vida, complementándonos con todas las formas de existencia.
Nosotros somos parte de la Madre Tierra, somos sus hijos. Por lo tanto, no existe la dicotomía ser humano – naturaleza. Vivir Bien significa despertar esa conciencia, reconocerse en todo, porque todo es parte de nosotros. En el léxico y en la gramática ancestral aymara y quechua, la primera palabra no es YO, sino NOSOTROS. Un «nosotros» no limitado al contexto social, como lo entiende occidente; para nosotros como comunidad lo comprende todo: la montaña, el árbol, todo lo que es la vida misma.
En Bolivia, la Constitución recoge como concepto el Vivir Bien. ¿Qué se debe hacer, desde el Estado, teniendo como base este concepto de Suma Qamaña?
La Constitución debe proyectar derechos de familia, derechos comunitarios, responsabilidades comunitarias, y trascender el marco de los derechos individuales.
En la nueva estructura jurídica del Vivir Bien, la premisa básica tiene que ser el cuidado de la vida, de la comunidad, de la familia… Sin dejar desaparecer los derechos individuales, tienen que expresarse los derechos comunitarios y de familia. En ese sentido tienen que expresarse las políticas públicas.
Y a nivel comunitario, ¿qué prácticas de Vivir Bien se mantienen o se están rescatando?
En las comunidades se están recuperando las ceremonias, que son una forma de equilibrar con la vida. El concepto de explotación, de ganar el dinero por el dinero, no está dentro de la comunidad. En la comunidad primero es el cuidado de la vida: un río no puede ser explotado, un árbol no puede ser explotado, no puede ser explotado ningún bien natural solamente por el hecho de ganar dinero, sino que hay que cuidar el equilibrio. Eso implica no explotar.
En las comunidades estamos en ese proceso de reflexión. Tenemos muchos recursos, así los cataloga occidente. ¿Qué vamos a hacer con los recursos, vamos a venderlos como hasta ahora? ¿O vamos a preservarlos, porque son parte del equilibrio de la vida? Entonces en la comunidad, a partir de las ceremonias y ofrendas, reconociéndonos como hijos de la Madre Tierra, nos damos cuenta que no hay que explotar por explotar. En esa reflexión estamos ahora en la comunidad.
Hasta ahora hemos tenido una producción individual o familiar nada más, por ejemplo en la siembra y cosecha de la papa, de la quinua y de otros alimentos. Ahora estamos trabajando en el concepto comunitario productivo, donde todos tenemos que trabajar, pero sin entrar en el monocultivo, que destroza también. Nosotros tenemos una forma de cultivo rotativo, circular. El mercado no nos tiene que hacer cambiar el horizonte de la vida diaria de la comunidad. Por ahí que de pronto si la humanidad necesita papa, no podemos sembrar solo papa por vender. Y en eso estamos reflexionando ahora. Vamos a mantenernos en nuestra tradición de sembrar lo diverso de los alimentos, cosechar lo diverso y rotar la siembra y la cosecha. De esta forma vamos a preservar la vida.
Cuando hablamos de Buen Vivir/Vivir Bien, siempre nos situamos en el campo, en la comunidad. ¿En la ciudad se mantienen estas prácticas ancestrales?
Sí y no. Sí porque en la ciudad los migrantes aymaras, si bien nos hemos adaptado a las estructuras occidentales, no necesariamente somos occidentales, tenemos prácticas comunitarias como nuestras fiestas, nos seguimos encontrando.
Pero algunas cosas se han distorsionado. Si bien mantenemos aspectos de estructura comunitaria, porque seguimos caminando en comunidad, el horizonte de la economía, el dinero, han roto algunas estructuras nuestras. Ahora estamos en la búsqueda de recuperar nuestra sabiduría para recuperar también los principios de la vida, no perdernos en las estructuras occidentales. Nos hemos adecuado, incluso a veces muy bien, a las estructuras occidentales, pero ese no es nuestro horizonte.
Nosotros vivimos acá en las ciudades y tenemos todavía el concepto comunitario de cuidarnos, de sugerirnos, de aconsejarnos, de encontrarnos permanentemente. Uno de los principios de la comunidad es el afecto, y seguimos generando afecto porque seguimos generando puntos de encuentro, a través de fiestas, de ritos, de ceremonias. Realizamos ofrendas a la Madre Tierra aquí en la ciudad también. Ahí es donde nos encontramos con la familia otra vez, y la frecuencia de encontrarnos sigue incrementando los lazos de afecto, que es algo fundamental en el proceso comunitario.