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Comunidades rurales mexicanas aprenden a producir y autosostenerse

Fuentes: IPS

La mexicana Jilder Morales mira con orgullo las jóvenes plantas de aguacate que se elevan a más de un metro sobre el suelo en su terreno ejidal y que ya exhiben pequeños frutos verdes. «Eran tierras poco aprovechadas. Ahora la gente ve que se puede trabajar. Buscamos un balance entre una nutrición adecuada y el […]

La mexicana Jilder Morales mira con orgullo las jóvenes plantas de aguacate que se elevan a más de un metro sobre el suelo en su terreno ejidal y que ya exhiben pequeños frutos verdes.

«Eran tierras poco aprovechadas. Ahora la gente ve que se puede trabajar. Buscamos un balance entre una nutrición adecuada y el ingreso. Es un alimento sano y redituable», dijo Morales, quien contó a IPS que comienza su jornada en cuanto despunta el sol para revisar su aguacatal, podar las plantas, poner fertilizante y elaborar abono orgánico.

Ella es una de los integrantes de la asociación «Santa Ana para la Producción», en el pueblo de Santa Ana Coatepec, parte del municipio de Huaquechula, en el suroriental estado de Puebla, a unos 170 kilómetros al sur de Ciudad de México.

En agosto de 2015, estos pequeños productores sembraron aguacates en 44 hectáreas del ejido de El Tejonal, que cuenta con 265 hectáreas para 215 ejidatarios. De ellos, 55 conforman actualmente la asociación, 29 hombres y 26 mujeres, en una virtual equidad de género y donde ellas se hacen sentir especialmente.

A cada socio le correspondieron 32 plantas dentro del ejido, la tierra pública adjudicada para su explotación colectiva, un sistema tradicional muy extendido en las áreas rurales mexicanas.

La iniciativa forma de las iniciativas que integran en México el Programa Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA).

Este programa fue creado a nivel mundial en 1994 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que el gobierno de México asumió en 2002 y desde 2011 ejecuta la Secretaría (ministerio) de Agricultura con el acompañamiento del organismo multilateral.

Su objetivo es mejorar la producción agropecuaria, la alimentación y los ingresos de las familias y comunidades rurales en situación de marginación, como es el caso de Santa Ana Coatepec, para fortalecer así la seguridad alimentaria y superar gradualmente la pobreza.

La asociación cría aves para la venta de su carne y huevos, además de sembrar hortalizas, aguacates, maíz y sorgo. También cultiva tilapias, un pez muy extendido en la acuicultura de México y otros países latinoamericanos.

Santa Ana para la Producción arrancó en 2014, con el acompañamiento de la Fundación Comunitaria, una de las 25 agencias de desarrollo rural (ADR) que operan en Puebla para llevar a cabo el PESA, que solo apoya a grupos de pequeños productores y no a personas.

El año pasado, la Secretaría de Agricultura contrató a 305 ADR en los 32 estados y el distrito capitalino en que se divide México para operar el programa en las áreas rurales de bajos ingresos seleccionadas.

«Las mujeres que participamos tenemos la satisfacción personal de que nosotras mismas produzcamos, que seamos trabajadoras», declaró Morales, una mujer soltera y sin hijos.

El grupo se capacitó en técnicas de piscicultura, prácticas agroecológicas y de nutrición, para producir su propia comida y saber qué ingerir. La primera meta de la producción es el autoconsumo y el remanente va a la venta o al intercambio con los lugareños.

La FAO y el gobierno mexicano seleccionaron para participar en el Pesa a Santa Ana Coatepec, de unos 1.147 habitantes, por su alto grado de marginación.

La Secretaría de Desarrollo Social y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social reportaron en 2015 que 80 por ciento de la población de Huaquechula, actualmente de 26.514 habitantes, vivía en pobreza, mientras que 30 por ciento subsistía en extrema pobreza.

Puebla es el cuarto estado con más ADR activas, solo por

de los de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, cuyas poblaciones ostentan el mayor nivel de pobreza.

María Aparicio, casada y madre de tres hijos, no sabía nada de piscicultura, pero se hizo una experta gracias al proyecto, que en total ha financiado los emprendimientos de la asociación con 263.000 dólares.

«Estamos creando conocimiento para la región (de Puebla), para que la gente sepa cómo criar tilapias», refirió a IPS.

Primero, la asociación instaló un estanque de cuatro metros de profundidad y capacidad de 4.500 metros cúbicos de agua, provenientes del manantial El Amate, a 1,6 kilómetros del pueblo.

Para ello, tendió una tubería desde allí hasta el criadero, y el agua también sirve para regar los sembradíos de aguacate, maíz y sorgo. Las obras tardaron tres meses. Los usuarios pagan unos 0,26 dólares por hora de líquido.

La asociación cultiva tilapia nilótica gris (Oreochromis niloticus), proveniente del sudoriental estado de Veracruz, y de la cual obtuvieron hasta ahora 1,6 toneladas. Esa especie alcanza en cinco meses los 350 gramos, un peso ya apto para la venta.

Los criadores comercian el pescado en unos cuatro dólares por kilogramo, con un costo de producción ronda los 1,8 dólares por cada uno.

En junio de 2016, instalaron otros tres estanques de un metro de profundidad y 28 metros cúbicos de volumen para criar tilapia blanca (Rocky Mountain), para la que invirtieron unos 105 dólares. Pero en marzo extrajeron solo 90 kilos, mucho menos de lo esperado.

«Próximamente mejor vamos a criar tilapia gris. Nuestra meta es cultivar unos 5.000 peces» por ciclo de crianza, adelantó Aparicio, quien regresó a vivir al pueblo después de residir como migrante sin documentos en Estados Unidos.

El grupo creó un fondo de ahorro, alimentado por las ganancias de sus diferentes emprendimientos, que financia sus inversiones para ampliarlos.

Para Fernando Soto, representante de la FAO en México, el PESA genera «resultados positivos» de diferente naturaleza.

«Es una estrategia para articular a otros programas, cuya acción de forma coordinada y conjunta dará mayores impactos. PESA brinda oportunidades productivas buscando aumentar la producción de alimentos, pero respetando los recursos naturales, mejorando la nutrición y salud», comentó a IPS en Ciudad de México.

Estos días, con la llegada de las primeras lluvias, los campesinos comenzaron a preparar la tierra para sembrar maíz y sorgo.

Así como han visto estirarse los aguacatales y engordar las tilapias, los integrantes de la asociación nutren de nuevas ilusiones el futuro. «Vamos a tener una alimentación segura, vamos a generar trabajo», aseguró Morales.

«Veo esto y no lo creo. Pronto esto estará lleno de plantas y en un tiempo cosecharemos», anticipó Aparicio mientras miraba esperanzada la tierra y el aguacatal.

El PESA aún tiene camino por recorrer. Un informe interno de la FAO, realizado en enero, concluyó en la importancia de estudiar los factores que afectan la supervivencia y desempeño de las ADR que acompañan localmente a los productores, no solo con mediciones cuantitativas, sino de estudios cualitativos.

Ese estudio halló que 270 ADR no registran promotores comunitarios, 120 carecen de personal administrativo y 65 no reportan socios.

«Una más alta probabilidad de supervivencia de las agencias y mayores expectativas de estabilidad en los trabajos para los empleados tendrá efectos positivos en el impacto del programa», cita el documento.

Soto sugirió impulsar programas que eleven la productividad en la región sur-sureste, fortalecer el bienestar y capacidades de las personas de la región, contribuir a preservar los activos ambientales, ampliar la cobertura bajo sistemas de ordenamiento urbano territorial y promover el fortalecimiento de la infraestructura productiva y los servicios de enlace y conectividad regionales.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/05/comunidades-rurales-mexicanas-aprenden-a-producir-y-autosostenerse/