La arrolladora victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales del pasado 1 de julio ha dado un vuelco en la correlación de fuerzas políticas en América Latina hasta ese momento favorable al imperialismo estadounidense y a la derecha vernácula. Desde esa fecha se ha tornado más difícil emprender una acción militar contra […]
La arrolladora victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales del pasado 1 de julio ha dado un vuelco en la correlación de fuerzas políticas en América Latina hasta ese momento favorable al imperialismo estadounidense y a la derecha vernácula.
Desde esa fecha se ha tornado más difícil emprender una acción militar contra Venezuela. Al muy desprestigiado gobierno saliente de Peña Nieto se le acabó el tiempo en sus apoyos y gestiones en favor del derrocamiento del presidente Nicolás Maduro por la vía de una invasión militar. Con López Obrador no habrá complicidad con esos planes agresivos. Y ni siquiera puede pensarse en el aval del silencio.
De modo que puede colegirse que la invasión militar por cuenta de Estados Unidos o de sus alados-sirvientes como Colombia o Brasil, países fronterizos con Venezuela, ha perdido empuje.
México tuvo durante décadas un enorme e inigualable prestigio en América Latina por su política exterior en defensa de los principios de la no intervención y la solución pacífica de las controversias. Y a partir del próximo 1 de diciembre en que López Obrador asuma plenamente el poder, ese prestigio perdido volverá por sus fueros. El nuevo gobierno tendrá como divisa el apotegma juarista: «Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz».
Y ese apotegma tendrá indudablemente un ejercicio activo, por lo que cabe esperar un relanzamiento de las relaciones diplomáticas y de cooperación entre ambos países, lo que contribuirá a quitar presión en los amagos diplomáticos y mediáticos del imperialismo y de la derecha criolla contra el gobierno de Maduro, lo que, indirecta y adicionalmente, restará gas a las posibilidades y propósitos de una intervención militar.
Sin invasión militar, suponiendo que fuera rápida y exitosa, no se mira cómo puedan ser derrocados Maduro y el chavismo. Ambos mantienen un mayoritario y decidido respaldo popular en lo social, lo político y lo electoral. Entre dos tercios y tres cuartos de la población están del lado del chavismo y de Maduro.
Aquí, en el frente interno, está la clave de la permanencia del chavismo en el poder. Será necesario mantener y acrecentar el respaldo del pueblo al gobierno bolivariano, lo que no parece difícil con una oposición fragmentada, pro yanqui, racista y sin nada que ofrecer a ese mismo pueblo, excepto violencia, golpes de Estado, magnicidio, escasez artificial de alimentos y medicinas y amenazas de invasión militar y guerra regional.
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