Continuar con la construcción del aeropuerto en Tezcoco o cancelar el proyecto fue la primera prueba de fuerzas entre la oligarquía y el nuevo gobierno. Y para inclinar el resultado del combate en favor de la continuación de las obras la derecha no escatimó medios de lucha. Uno de éstos y acaso el principal fue […]
Continuar con la construcción del aeropuerto en Tezcoco o cancelar el proyecto fue la primera prueba de fuerzas entre la oligarquía y el nuevo gobierno. Y para inclinar el resultado del combate en favor de la continuación de las obras la derecha no escatimó medios de lucha.
Uno de éstos y acaso el principal fue la amenaza de una inminente e inevitable catástrofe económica: inflación desbordada, devaluación monetaria, éxodo de capitales, retraimiento o suspensión de inversiones extranjeras.
Todo esto, desde luego, con el enorme y decidido concurso de la radio, la televisión, la mayor parte de la prensa y las redes sociales reaccionarias. Pero, como era de esperarse, López Obrador no se asustó, no cedió al chantaje mediático. Y tampoco se dobló ante los actos amenazantes y hostiles de las llamadas agencias calificadoras imperialistas.
Para enfrentar el vendaval que se le venía encima, López Obrador acudió, como siempre, a su mayor activo: el respaldo popular. Y éste se expresó masivamente de nuevo en la consulta popular sobre el aeropuerto: un rotundo no al aeropuerto en Tezcoco.
La derecha, desarmada y desconcertada ante el fracaso de su estrategia de presiones y chantajes, alcanzó a ver, sin embargo, la fuerza y el peligro para ella que representa el arma principal de López Obrador: la consulta al pueblo.
Por eso ahora la estrategia oligárquica es descalificar, desprestigiar y satanizar ese tipo de interrogatorios a la población. Porque éstos son el mejor antídoto contra las toxinas inoculadas en la gente por el aparato mediático de la oligarquía, incluidas las redes sociales regenteadas por la derecha.
Y también son un eficaz antídoto contra el veneno que administran a la sociedad los denominados expertos financieros, auténticos e interesados charlatanes al servicio del capital.
Puede afirmarse en consecuencia que, afortunadamente, las consultas populares llegaron para quedarse. Habrá, desde luego, que institucionalizarlas y afinar y mejorar su operación. Convertirlas en un instrumento permanente de buen gobierno. En un sólido baluarte frente a los poderosos y malévolos ataques de la oligarquía contra los intereses populares.
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