Por qué no estalla la revolución cuando las ganancias empresariales se desmadran y los salarios no crecen? Respuesta clásica: vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ahora bien, si alguien está interesado en saber qué ocurrirá el día en que dejemos de pagar la hipoteca, enviar politonos y ver carreras de Fernando Alonso, debería […]
Por qué no estalla la revolución cuando las ganancias empresariales se desmadran y los salarios no crecen? Respuesta clásica: vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ahora bien, si alguien está interesado en saber qué ocurrirá el día en que dejemos de pagar la hipoteca, enviar politonos y ver carreras de Fernando Alonso, debería leer el Libro de huelgas, revueltas y revoluciones (451 Editores, 2009), antología de literatura de revuelta, editada por Constantino Bértolo, que se ha vertebrado como «una unidad de sentido» para transmitir que «el camino de la emancipación frente a toda traba o poder es un camino en marcha, con sus inevitables y tortuosos tramos de avance, retroceso y parada».
En efecto, los revolucionarios tienen que burlar numerosos obstáculos, lo que, paradójicamente, convierte a su literatura en una especie de rama de la escapista literatura de aventuras. Así, en esta antología hay sitio para las narraciones trepidantes, salvo que el lugar de los corsarios del Caribe lo ocupan, por ejemplo, los esclavos de Roma: «Diles que ellos enviaron contra nosotros sus cohortes y que nosotros las hemos destruido. Diles que somos esclavos, lo que ellos llaman el instrumentum vocale ((la herramienta con voz). Cuéntales lo que nuestras voces dicen. Decimos que el mundo está harto de ellos. El mundo está harto de la canción del látigo. Esa es la única canción que conocen los romanos. Pero nosotros no queremos oír más esa canción (Espartaco, Howard Fast , 1951).
La literatura de revuelta tiene mucho de literatura de aventuras
Pero, ay, según este libro, la literatura de revuelta es tratada con condescendencia crítica por atreverse a pedir peras al olmo democrático. Por ejemplo, Franz Fanon, uno de los intelectuales de cabecera de los movimientos de liberación africanos en los años sesenta, es tachado hoy de panfletista barato.
Ya, pero ¿a quién no le dan ganas de sublevarse tras leer su texto sobre la ocupación francesa de Argelia? «Árabes inadvertidos. Árabes ignorados. Árabes obviados. Árabes sutilizados, disimulados. Árabes negados día a día, transformados en mero decorado sahariano. Y tú mezclado con quienes nunca le dieron la mano a un árabe. Nunca tomaron un café con él. Nunca hablaron del tiempo con un árabe. A tu lado los árabes. Apartados los árabes. Confinados los árabes».
El delirio
Los textos basculan entre la descripción del malestar y la toma de palacio
Descrito el malestar, la literatura de revuelta suele recrearse en el equivalente al asalto al campamento de los Sioux en los libros de aventuras: la toma de palacio. Así, en La educación sentimental, Flaubert describió a las multitudes asaltando el palacio de las Tullerías: «Entonces estalló una alegría frenética, como si, en vez del trono, hubiese aparecido un futuro de felicidad sin límites; y el pueblo, no tanto por venganza como por afirmar su posesión, rompió y destrozó espejos y cortinas, arañas, colgaduras, mesas, sillas taburetes, todos los muebles, incluso álbumes de dibujo, incluso cestas de labores. ¡Puesto que habían salido victoriosos, tenían que divertirse! Todos satisfacían sus caprichos; unos cantaban, otros bebían y el delirio crecía con el constante estrépito de porcelana». Seamos sinceros: ¿Quién no quiere divertirse así una vez en la vida?
Pero como todo no va a ser masas en éxtasis, en el libro también hay sitio para los escritores que creen que la única manera de escribir una novela contra, por ejemplo, el franquismo es pinchando el globo épico de la resistencia antifranquista, como hizo Isaac Rosa en la desmitificadora El vano ayer: «¿Qué pensar de alguien que cuenta, o del que cuentan, que nació en un campo de concentración francés, que su madre era una miliciana anarquista y su padre un brigadista internacional? El álbum familiar de André Sánchez parecía una novela de Hemingway sobre nuestra Guerra Civil, de esas llenas de palurdos y partisanos con boina que lo mismo disparan un trabuco que se ponen delante de un toro». En efecto, el «no os preocupéis, chavales, que nosotros ya hicimos el trabajo sucio en los años sesenta por vosotros» ya no cuela.
Pero la palma desmitificadora de la antología se la llevan Wu Ming, el colectivo de escritores italianos que alardea de mezclar aventuras de capa y espada con literatura de revuelta. Según estos agitadores de la antiglobalización, las asambleas del movimiento pueden llegar a ser tronchantes:
La asamblea será en el centro de ancianos de la zona.¿Sí? repitió otro, pero ¿quién ha decidido esto?-Hemos sido nosotros, los de la Red de Antagonismo Global de Calderata di Reno dijo Cordigliera, en el ámbito de nuestra propuesta de asambleas itinerantesPero, perdona, ¿quién lo decidió? dijo Collebrezza.Se habló en la asamblea anterior. Quizá ya te habías marchado intervino un tío de pelo rizado con una camiseta del subgeneral Mircos. ¡Pero si me fui a las tres de la madrugada y aquí quedabais cuatro!Justo nosotros cuatro».
Resumiendo: ¿a qué espera para unirse a esos cuatro? Se lo pasará en grande. B