La guerra de contrainsurgencia, irregular, integral o de desgaste, contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su entorno comunitario multiétnico y plurilingüístico, contra sus gobiernos autónomos y bases de apoyo, iniciada en 1994, y continuada hasta la fecha con diversas modalidades, tiene una matriz doctrinal principalmente estadunidense, aunque se nutre de otras experiencias acumuladas por las fuerzas armadas coloniales o neocoloniales, como la francesa, en Indochina, hoy Vietnam, y en Argelia; o la británica, en Irlanda, el mundo árabe, principalmente Irak, India, Birmania, Afganistán, entre otras. De los ingleses proviene, por ejemplo, la expresión de ganar los corazones y las mentes de la población civil, durante la guerra contra la rebelión en Malasia, en la década de 1950. De aquí se desprende, también, la necesidad de establecer una eficiente red de inteligencia, el desplazamiento de población, los campos de concentración y las aldeas cercadas. En Irlanda, durante las frecuentes rebeliones contra los ocupantes, los ingleses destruían o quemaban las casas de los sospechosos, colaboradores y simpatizantes.
La herencia francesa en la contrainsurgencia data de la derrota de sus tropas en Vietnam en 1954. De ellos se nutre la acción sicológica asistencialista, la construcción de escuelas, viviendas, programas de vacunación. En Argelia se equipara al combatiente insurgente con el terrorista, al igual que los nazis con el maquis, en la Segunda Guerra Mundial. Se impone, en todos los casos, la tortura como método sistemático para obtener información sobre la organización y las cadenas de mando, se instalan programas de protección urbana, censos, redes familiares, líderes de grupos tribales y comunitarios. El filme ítalo-argelino La batalla de Argel (1966), dirigida por Gillo Pontecorvo, describe magistralmente las vicisitudes de la heroica lucha por la independencia, y el despliegue brutal de la contrainsurgencia, que incluía los tenebrosos vuelos de la muerte, en los que se arrojaban al mar a los insurrectos, práctica, por cierto, utilizada en Guerrero durante la llamada guerra sucia.
Estados Unidos inicia sus experiencias contrainsurgentes tempranas en sus campañas etnocidas contra la población indígena, y en la guerra de conquista contra México, cuando el general Scott puso en práctica los métodos que luego serían utilizados por los nazis de demoler casas, e incluso manzanas, durante la insurrección popular en la Ciudad de México, el 14 y 15 de septiembre de 1847. Siguieron sus prácticas contrainsurgentes en Filipinas de 1899 a 1902, impulsando medidas políticas, escuelas, obras públicas combinadas con traslado de población, y acciones punitivas con saldo de 220 mil muertos durante esos años. Tuvieron una experiencia fallida en Nicaragua, donde Sandino aplica la táctica guerrillera, si bien logran imponer la dictadura de los Somoza tras su asesinato.
Kennedy fue el gran impulsor de la contrainsurgencia, aunque la CIA se instala en 1947 como aparato de control en el ámbito mundial. La revolución cubana justifica la idea de la ofensiva permanente contra los peligros revolucionarios, ya en la guerra fría, y la perspectiva extraterritorial y extrajurídica de la contrainsurgencia, que más tarde se transforma en guerra contra el terrorismo y guerra de cuarta generación. Se apoyan grupos paramilitares y ejércitos nativos contra los insurgentes, combinando con intervenciones directas con tropas de Estados Unidos, con su larga lista de invasiones en América Latina y el mundo. El enemigo potencial es toda la población. En todo el mundo surgen cárceles clandestinas, o abiertas, como Guantánamo, incluyendo barcos, bases secretas y operaciones de sus fuerzas especiales en más de 130 países. El término guerra de cuarta generación, acuñado en 1989, comprende toda la gama de la contrainsurgencia, incluyendo las guerras asimétricas, el terrorismo de Estado, la guerra sucia, el terrorismo y el contraterrorismo, que conceptualizo como terrorismo global de Estado (https://vocesenlucha.com/wp-content/uploads/2020/12/GILBERTO-LOPEZ-Y-RIVAS.-ESTUDIANDO-LA-CONTRAINSURGENCIA-DE-EEUU.pdf).
Israel es un gran impulsor de contrainsurgencia, que impone permanentemente contra el pueblo palestino, aunque se ha especializado en la venta de sofisticados programas de intervención telefónica y cibernética, como los instalados en México a través de la Iniciativa Mérida, así como en los métodos de tortura (interrogatorios y trato de prisioneros).
Los militares mexicanos denominan a la contrainsurgencia guerra irregular, y su estrategia se fundamenta en la utilización combinada de grupos paramilitares (peces bravos), cerco de penetración, saturación del teatro de la guerra, vigilancia aérea, terrestre y de comunicaciones, desplazamiento de población, masacres, como la de Acteal. Estos grupos son entrenados y apoyados por las fuerzas armadas, aunque esta vinculación no es reconocida por el Estado.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/09/29/opinion/017a2pol
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