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Prólogo al libro de Paco Puche, "Lecturas impertinentes". Ediciones del Genal. Málaga. 2013

Convencer, conversar, conmover, convivir

Fuentes: Rebelión

El conjunto de artículos que recoge este libro dan una idea de la enorme curiosidad de Paco Puche, de su necesidad de comprender y de su compromiso, con él mismo y con la sociedad, de tratar de pensar-sentir con claridad los problemas actuales para lograr un convivir más humano. El índice, agrupado por temas, muestra […]

El conjunto de artículos que recoge este libro dan una idea de la enorme curiosidad de Paco Puche, de su necesidad de comprender y de su compromiso, con él mismo y con la sociedad, de tratar de pensar-sentir con claridad los problemas actuales para lograr un convivir más humano. El índice, agrupado por temas, muestra con claridad la variedad de cuestiones que le atraen y sobre la que se documenta, como lector incansable, disciplinado y disfrutador, a la vez que como librero que siente afecto por sus libros y por el conocimiento y la emoción que éstos le transmiten.

A demás, sus textos son ‘impertinentes’, tal y como los califica él mismo, en el sentido de que ‘incomodan’, ‘molestan’, son controvertidos y no son complacientes ni con las miradas, ni con las retóricas planas y adormecedoras a las que nos tienen habituados los mal llamados medios de comunicación. A Paco le gusta profundizar en las cuestiones, volver sobre ellas, seguirlas, actualizarlas y difundirlas. Lo mismo viaja como corresponsal, por su cuenta, al macrojuicio sobre las miles de muertes generadas por el amianto en Italia que traduce y edita libros sobre este tema y su vinculación con lo que él llama las Fundaciones del ‘filantrocapitalismo’. Muestra los vínculos entre ese tipo de capitalismo y la cooptación de líderes de los movimientos sociales, investiga sobre temas locales y temas nacionales e internacionales, sobre el agua y sobre agroecología y campesinado, sobre ecología y sobre economía heterodoxa. Enlaza y relaciona continuamente cuestiones aparentemente o previamente no relacionadas, mostrando aspectos totalmente novedosos e inéditos que un conocimiento ‘parcelado y troceado’ nos impide ver. Por eso, leer a Paco genera a veces e inicialmente, incomodidad y cierto enfado por lo que nos hace ver, aunque, poco a poco, esa incomodidad da paso, frecuentemente, a la satisfacción.

Es insistente con su petición de justicia para los afectados por los desastres ambientales , en un intento de que empecemos a tomar conciencia de que todos somos afectados (como veremos tarde o temprano), y trata de mostrar cómo el capitalismo no puede existir sin imponer estos daños-costes sociales y ambientales aunque nuestro estilo de vida parezca ajeno a esos desmanes (enajenación de la realidad a la que Erich Fromm calificaba de normalidad patológica y con la que somos tácitamente educados). Critica al ‘sistema capitalista’ pero muestra que ese sistema necesita personas obedientes que lo impongan y lo hagan funcionar en nombre de un hipotético ‘mercado’ que ellos controlan o de una determinada racionalidad económica basada, de nuevo, en defender y ver como normal la explotación del trabajo y la economía financiera de casino frente a la convivencia. Por eso es correcto hablar del ‘sistema capitalista’ siempre que no olvidemos que los ‘sistemas’ no funcionan solos, al contrario, siempre hay personas que los hacen funcionar y que, por la misma lógica, pueden pararlo o dificultar su funcionamiento. En otras palabras, nombrar ‘el sistema’ tiene poca capacidad explicativa pues somos las personas las que por diferentes razones, explícitas e implícitas, decidimos aceptarlo, no cuestionarlo o mirar para otro lado.

Paco Puche e s, por otro lado, el impulsor de un ‘revolucionario’, por desobediente y por creativo, sistema de gestión empresarial cooperativa en la librería que fundó hace más de treinta años y también ha escrito sobre ello y sobre el futuro del libro y de las librerías frente a las ‘soluciones’ que ofrecen las cadenas internacionales sin que la gente sepa bien cuáles son las bases del éxito de esas cadenas que él sí muestra con conocimiento. En estos años de ascenso de los ‘farsantes’ para los que todo se soluciona con ‘emprendedores’, Paco muestra su experiencia de cooperación real, de diálogo, de dificultades para salir adelante buscando el bien común y no maximizando el beneficio monetario individual o de la empresa, caiga quien caiga, pero también practicando lo que él califica como una ‘austeridad gozosa’, o sobriedad placentera, que nada tiene que ver con esa mal llamada ‘austeridad’ que no es nada más que un auténtico empobrecimiento material y de derechos sociales que llevan años imponiendo los sucesivos gobiernos de unos, de otros y de unos otros y de más allá, para tapar años y años de irresponsabilidad y de saqueo de lo público -con la complicidad de tanto ‘intelectual’ agradecido que no ve bien criticar a estos gobiernos (o que coincide con ellos) a pesar de que llevan practicando el ‘fraude de democracia’ desde que fueron elegidos- y de ‘gobernar’ contra las personas y a favor de los bancos y de los amigos, similar al capitalismo de amiguetes al que se refiere Stigliz.

Pero no acaba aquí la impertinencia puesto que algunos de los textos también han despertado ‘reacciones airadas de cúpulas burocráticas de algunos movimientos alternativos’ que no comparten esa ‘curiosidad impertinente’. Y, sin embargo, esa curiosidad impertinente es una de las características inevitables de la mirada de Paco que, continuamente, trata de mostrar que el rey está desnudo algo que, como sabemos, no suele agradar a quien ha sido enseñado a verlo bien vestido o que ha creído durante mucho tiempo que era así. Vaya, que Paco es un aguafiestas, porque él no trata sólo de conocer, comprender, mostrar, criticar y vivir-transformar (en la medida de lo posible) la realidad con la que ‘nosotros estamos en desacuerdo’ sino, también, de cuestionar la manera habitual de ver y de tomar decisiones en el seno de los llamados grupos alternativos con los que se supone que ‘nosotros estamos de acuerdo’ y que refleja, en gran medida, la dificultad que seguimos teniendo, nos consideremos o no alternativos, consciente o inconscientemente, para poder dialogar, para hablar con claridad y para poder entendernos en lugar de imponernos.

D espués de una amistad de más de diez años entre Paco y yo, y de muchas conversaciones y vivencias en torno a, o con la excusa de, ‘el agua y los temas ambientales’, uno de los temas centrales de nuestra experiencia ha sido el poder ir compartiendo la constatación incómoda y paradójica de que habitualmente no se dialoga, o se dialoga muy poco, de que no se comparten las dudas ni las discrepancias, de que hay muy poca crítica y autocrítica, de que hace falta tiempo para ‘humanizar’ los movimientos alternativos pues, de no hacerlo así, el resultado final, que también es el propio proceso de cómo nos relacionamos y de cómo vamos haciendo las cosas, se nos va alejando y enajenando de nosotros mismos cada vez más hasta que se nos pierde y nos perdemos, convirtiéndonos en ‘militantes ecologistas’ que acaban perdiendo su sensibilidad para sentir tanto a la naturaleza como a las personas con las que hacemos las cosas, con las que supuestamente convivimos.

Y esta falta de diálogo tiene mucho que ver, tal y como lo hemos vivido y percibido nosotros, con la dificultad de entendimiento de uno mismo, en el mejor de los casos, pero también con una necesidad insaciable de reconocimiento, más o menos inconsciente, que nos puede llevar a todo tipo de pactos y de justificaciones ‘intelectuales-racionales’, en el peor de los casos. Por eso, mientras no haya un mínimo cuestionamiento de ¿por qué hacemos lo que hacemos y decimos lo que decimos?, lo habitual es mantenerse en una actitud de ‘creencia’ de que lo importante es poder proporcionar una ‘convincente’ argumentación intelectual-racional sin discutir las premisas, intelectuales y emocionales, que la sustentan. No se trata, obviamente, del rechazo a argumentar sino de saber desde dónde salen los conceptos y argumentos, en el caso de que lo sean, que estamos presentando y qué nos ayudan a explicar y a comprender.

¿Podemos justificar o apoyar a un gobierno, ‘estratégicamente’, que sabemos que nos está engañando y que sólo está buscando tiempo mientras nos subvenciona o nos financia congresos y distracciones? ¿Nos damos cuenta de que realmente nos está distrayendo mientras nosotros nos creemos ‘importantes’ porque ‘parece’ que ese gobierno ‘cuenta’ con nosotros mientras lo que realmente ocurre es que nos toma el pelo? ¿Podremos entender alguna vez la práctica habitual del gobierno? (expresada por El Roto hace muchos años al poner en boca de dos políticos la siguiente conversación). ‘Ya no se creen las mentiras’ y el otro contesta ‘Así no se puede gobernar’. ¿Cómo es posible que nos cueste tanto ver lo que tenemos delante y tenga sobre nosotros más ‘autoridad’ lo que nos dicen algunas personas que lo que vemos con nuestros propios ojos? ¿Nos damos cuenta, aproximadamente, de lo invalidados-amodorrados que estamos para poder pensar, hablar y expresarnos con claridad?

Por eso es fundamental volver a Maturana o Damasio, autores queridos por Paco Puche, que llevan años mostrándonos que no hay decisiones racionales sin una base emocional previa, aunque nos duela reconocerlo, que es imposible entenderse en un diálogo supuestamente intelectual o racional si no existe, previamente, una coincidencia en el emocionar y que, finalmente, las dicrepancias en el razonar son muy sencillas de ver pero el problema es que nos consideramos seres racionales mientras somos, fundamentalmente, seres emocionales a los que nos han dicho lo contrario, y nos lo hemos creído. Nos han ‘nombrado’ como ‘homo sapiens’ y nos hemos creído que lo somos pero nuestra práctica, que es bipolar moviéndose entre el ‘sapiens’ y el ‘demens’, con frecuencia está más cerca del ‘homo demens’, como indica Morin y como nuestros sentidos nos muestran una y otra vez, día tras día, sin que se nos ocurra poner en cuestión a ese hipotético ‘sapiens’ que causa tanto sufrimiento en nombre de la democracia, tal vez porque durante mucho tiempo la educación recibida ha consistido, implícitamente y bajo la apariencia de formarnos como personas, en perder el juicio. Como le dice una madre a su hijo en un dibujo de El Roto, ‘Para comprender a los adultos tendrás que esperar a hacerte mayor y perder el juicio’.

Y, efectivamente, ese es uno de los problemas más importantes ya que el proceso educativo nos ‘convence’ de lo contrario, es decir, de que, gracias a años de estudio y a los correspondientes certificados no sólo no hemos perdido el juicio sino que, al contrario, lo hemos encontrado y ya estamos preparados para ‘pensar por nuestra cuenta’, lo que significa en realidad que estamos preparados para ‘repetir’ y ‘repetir’ hasta que empecemos a darnos cuenta de q ue estamos realmente repitiendo y entonces podamos comenzar a repensar, si es que nos atrevemos a ello o podemos hacerlo.

En definitiva, lo que va proponiendo Paco es que repensemos y abramos las cuestiones, que nos repensemos a nosotros mismos, que empecemos a movernos desde el ‘convencer’ con argumentos, pero ‘con-vencer’ al fin y al cabo (es decir, vencer, de una u otra manera) en el que nos hemos formado y nos ‘han construído’, al ‘con-versar’, es decir, al ‘hablar con’, lo que significa un cambio radical en nuestra actitud intelectual y emocional. En la conversación, dice Lizcano en ‘Metáforas que nos piensan’, hay un flujo en múltiples sentidos por el que varios vierten en un cierto punto de encuentro, mientras que el flujo de la con-vicción es unidireccional.

La siguiente etapa de este movimiento que se inicia en el con-vencer y sigue hacia el con-versar sería la de con-mover o emocionarse y sentir para comprender. Uno puede comprender ‘intelectualmente’ una cuestión pero esa comprensión se transforma en vivencia, y difícilmente se olvida, cuando uno se conmueve, se emociona, se indigna, se pone en el lugar de los demás al ser capaz de sentir com-pasión, a la que ya dedicó gran atención Adam Smith. Pero para que se produzca la com-pasión, dice Smith, es necesario tener conciencia pues, sin conciencia de uno mismo y de los demás nos convertimos en hipotéticos ‘agentes racionales’, en narcisistas practicantes de ese ‘narcisismo económico’ que se enseña y difunde en las Facultades de Economía como si fuera algo científico y que tantos desastres está causando.

A ellos se refiere , Zuboff, antigua catedrática de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, en un artículo publicado en 2009, como ‘crímenes contra la humanidad’, comparables en la actitud y en los resultados al del nazi Eichmann, que expresó que él no se sentía culpable de la muerte de miles de judíos puesto que sólo trató de hacer bien su trabajo, igual que los financieros de Wall Street, señala Zuboff, que sólo aplican lo que han aprendido en la universidad, es decir, unas lógicas económicas y financieras que sólo tienen en cuenta los resultados monetarios finales y que ignoran a las personas. Por eso hace falta introducir los sentimientos en el razonar y poder llegar a la cuarta etapa, al objetivo final de estos movimientos, que es el de con-vivir, algo que es incompatible con la racionalidad económica narcisista que enseña, practica y transmite esta sociedad queriendo hacernos creer que no hay otras alternativas y que o esto o el desastre.

En resumen, con-vencer, con-versar, con-mover, con-vivir. Esto no es un juego de palabras ni tampoco una receta que hay que aplicar. Esto es un aprendizaje necesario para ser personas conscientes, para aprender a con-vivir en y con este planeta y de esto habla , escribe y trata de vivirlo, de hecho es su hilo conductor, Paco Puche.

Hace unos cuantos años, Paco escribió el prólogo a un libro mío sobre economía del agua, titulando ese prólogo ‘La economía del abrazo’ . Ahora soy yo el que le devuelve, públicamente, ese abrazo y le agradece su compañía en este camino que es un aprendizaje hacia otra manera de mirar y de vivir, de convivir.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.