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Copyrighteousness

Fuentes: Crítica Pura

La verdad es que hablar sobre el copyright no es algo que me entusiasme, pues mi motivación está en combatirlo en el ámbito digital y que la ley explore y garantice otras alternativas en los entornos no digitales. Sin embargo en este siglo una de las batallas más duras en el plano político y cultural […]

La verdad es que hablar sobre el copyright no es algo que me entusiasme, pues mi motivación está en combatirlo en el ámbito digital y que la ley explore y garantice otras alternativas en los entornos no digitales. Sin embargo en este siglo una de las batallas más duras en el plano político y cultural se dará precisamente alrededor de los derechos de propiedad intelectual. Una batalla entre el Estado y los monopolios culturales en contra de la sociedad, lo que parecen ignorar los primeros es que la cultura es inevitable, el copyright no.

Recomiendo mucho el reporte de Christian Handke sobre la economía del copyright ,en éste, Handke demuestra la falta de evidencia empírica sobre el funcionamiento de los mecanismos de intercambio económico descritos en la literatura del copyright. Por ello insisto en que es una batalla cultural, no importa cuanto traten de hacernos creer que compartir un archivo es igual a robar, no lo es y nunca lo será, para entender estos mitos del copyright en el entorno digital ( y antes de trollear), recomiendo este texto de Peter K. Yu acerca de los engaños retóricos que surgen en defensa de los derechos de propiedad intelectual.

Esta tensión entre el modelo disfuncional actual de copyright y las nuevas alternativas crecerá en los siguientes años y dos cosas serán fundamentales: por un lado el mercado que definirá los que la sociedad consume al margen del negocio y por otro el Estado que en su calidad de regulador deberá replantearse desde su cuerpo legal si seguir perpetuando un modelo único de propiedad intelectual será viable para el desarrollo económico y la innovación.

Y hablando del Estado, esta lucha cultural pasa invariablemente por lo político, en Europa desde el 2006 la agenda a favor de una reforma integral a los regímenes de propiedad intelectual ha sido retomada con éxito por el Partido Pirata que poco a poco a ido ganando elecciones como las del mes pasado en Berlín con casi el 9% de los votos (15 escaños) o las del 2009 con 7% de los votos que bastaron para dos escaños en el Parlamento Europeo. Esta agenda vinculada a los nuevos votantes será determinante para el contraste entre quienes ostentan los monopolios culturales y los que no.

Precisamente el Parlamentario del Partido Pirata Sueco Christian Engstrom recientemente muestra su preocupación sobre cómo la ley es rebasada por las posibilidades tecnológicas:

Es imposible hacer cumplir la prohibición contra el uso compartido de archivos no comerciales sin infringir los derechos fundamentales. Mientras haya maneras para que los ciudadanos puedan comunicarse en privado, pues estas formas se utilizan para compartir materiales con copyright. La única manera de tratar al menos de limitar el intercambio de archivos, es quitar el derecho a la comunicación privada. En la última década, esta es la dirección que la legislación de derechos de autor ha tomado, bajo la presión de los cabilderos de las grandes empresas que ven a sus monopolios en peligro. Tenemos que invertir esta tendencia, con el fin de salvaguardar los derechos fundamentales.

Como sabemos la tecnología es neutral y sus alcances son modulados por los usuarios, el problema es que parece que no se entiende y la industria está dispuesta a impulsar su discurso incluso por encima de derechos fundamentales (ver #ACTA). En esta tensión discursiva, la información, los datos y la historia pueden ser grandes aliados, de nuevo cito a Engstrom:

Cuando las bibliotecas públicas se introdujeron en Europa hace 150 años, los editores de libros estaban muy en contra de esto. El argumento que utilizaron fue el mismo que se utiliza hoy en el debate de intercambio de archivos: Si la gente pudiera tener acceso a los libros de forma gratuita, los autores no serían capaces de ganarse la vida, y no habría libros nuevos para escribirse.

Ahora sabemos que los argumentos en contra de las bibliotecas públicas estaban equivocados. Es bastante obvio que no se llegó a una situación en la que no hubiesen nuevos libros que fueran escritos, y las bibliotecas no hacen que sea imposible para los autores ganar dinero con la escritura. Por el contrario, el libre acceso a la cultura resultó ser no sólo un beneficio para la sociedad en general, sino que también resultó ser beneficioso para los autores.

¿Ven? Nada nuevo este debate, la historia no miente aunque hay quienes quieran copyrightear las obras de dominio público, el problema [la solución] es que conviven ambos mundos (copyright y no) gracias a la red y sus usuarios. Repensar nuestros derechos en la era digital y tratar de que el Estado responda a través de la ley a nuestras necesidades es cada vez más urgente, la privacidad, la libertad de expresión o la propiedad intelectual han cambiado para siempre aunque no les guste.

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