El anuncio del monumental recorte del gasto público para 2016 que hizo el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, cayó como un balde de agua helada sobre casi todos los sectores de la sociedad mexicana. Sobre todo de asalariados, pensionistas y pequeños y medianos empresarios. Se trata de un ominoso anuncio precursor de grandes calamidades […]
El anuncio del monumental recorte del gasto público para 2016 que hizo el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, cayó como un balde de agua helada sobre casi todos los sectores de la sociedad mexicana. Sobre todo de asalariados, pensionistas y pequeños y medianos empresarios. Se trata de un ominoso anuncio precursor de grandes calamidades económicas, políticas y sociales. Entre estas últimas, por supuesto, el incremento de la delincuencia: robos, secuestros, fraudes, despojos y otras expresiones de daño moral y patrimonial.
Y aunque el secretario de Hacienda sabe todo esto, se cuidó mucho, desde luego, de presentarlo y reconocerlo así. Por lo contrario, pintó un panorama idílico en el que el recortado presupuesto detonará la creación de empleos, fomentará el desarrollo económico del país y será particularmente beneficioso para los millones de individuos que dependen de ingresos fijos (cuando los hay): asalariados, subempleados, campesinos y pensionistas (jubilados, viudas y huérfanos), algo así como el 90 por ciento de la población mexicana.
Pero cuatro décadas de experiencia en las políticas económicas neoliberales nos dicen que la versión ofrecida por Videgaray es pura fantasía, ofertas de vendedor tramposo, un lobo con piel de cordero, guante de seda y puño de hierro, máscara de plata que encubre un rostro deformado.
Y los temores y protestas no se han hecho esperar. Y como el anuncio del recorte lleva especial dedicatoria para las universidades, el primero en salir a la palestra ha sido el rector de la Universidad Nacional, el doctor José Narro Robles. Pero no tardarán en seguir su ejemplo otros rectores de instituciones de educación superior, señaladamente el de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el director general del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Según nota de primera plana de muchísimos medios, Narro demanda que no haya recortes en universidades. Y agrega: «La enseñanza superior, la ciencia y la tecnología son áreas estratégicas del país». De modo que a Videgaray ya le salió un primer y poderoso opositor a sus despropósitos ultraneoliberales.
No cabe, por supuesto, esperar que la sola fuerza de Narro y de los demás rectores universitarios logren detener la embestida de Hacienda. Pero ya es una buena señal que importantísimos actores de la vida pública adviertan y nos adviertan del inminente peligro que nos amenaza.
Porque, guardando las proporciones que haya que guardar, la propuesta de Videgaray parece una calca del programa de recortes al gasto que Alemania y sus cómplices y comparsas de la Unión Europea pretenden imponer al pueblo griego: recortes a la inversión pública, recortes al gasto social, recortes a las de por sí ya menguadas pensiones de jubilados, viudas y huérfanos, recortes a los subsidios a la educación, a los desempleados, a los desamparados.
¿En qué cabeza cabe que con recortes millonarios a los ingresos de la gente puedan fomentarse el empleo y el consumo? ¿No le dice la experiencia al licenciado Videgaray que los recortes al gasto público producen más desempleo, más informalidad y menos consumo, factores presentes, ayer y hoy, en la sociedad mexicana? ¿No le dice que lo esperable es mayor caída en la actividad económica y menores cifras de empleo?
Esta ha sido la situación mexicana en las últimas cuatro décadas. Y para resolverla y mejorarla, el doctor Videgaray receta las mismas medicinas que no sólo no alivian a la enferma economía nacional, sino que la agravan severamente. Grecia es un buen ejemplo. La Argentina de Menem también. ¿Terminarán las cuentas bancarias de millones de mexicanos en un «corralito» argentino o griego? ¿Hasta allá nos quieren llevar?
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