Todavía es muy temprano para decir que en México el covid ha sido vencido. Pero es indudable que va a la baja. Está demostrado que la variante ómicron es mucho menos mortífera que las variantes precedentes. No es lo mismo enfermar de covid y tener altas probabilidades de morir que padecer el flagelo y salir vivo del trance.
Y no es lo mismo enfrentar la pandemia sin vacunas que hacerlo con una poderosa batería de antígenos. Y tampoco es igual hacer frente al coronavirus con una pequeña proporción de personas vacunadas que dar la batalla con casi el ciento por ciento de la población inmunizada.
Además debe tomarse en cuenta que la ciencia no se detiene. Y que cabe esperar tanto el perfeccionamiento de las vacunas ya en uso como la pronta aparición de nuevos y más eficaces biológicos anticovid.
Pero también debe considerarse que ya existen dos fármacos antivirales específicos para el covid. Medicamentos que en el caso del covid realizan las mismas funciones que los antibióticos en el caso de las infecciones bacterianas.
Hasta hace poco tiempo los virus sólo podían ser enfrentados con el recurso a las vacunas. Ese fue el caso, por ejemplo de la temible poliomielitis. Pero desde la aparición del sida en la década de los ochenta del siglo pasado, la ciencia empezó a trabajar en la creación de fármacos antivirales. Y como es del dominio público hoy el sida se combate muy exitosamente con este tipo de medicamentos, y la enfermedad ha dejado de ser necesariamente mortal para convertirse en un padecimiento tratable y reductible.
A la aparición del covid la ciencia médica estaba desconcertada. No se sabía qué hacer. Sólo quedaba el antiquísimo recurso del aislamiento del enfermo y la hospitalización. Hoy el arsenal anticovid, con las vacunas y los antivirales, es más numeroso y eficaz que hace sólo dos años.
La sociedad humana, como la ciencia, también ha aprendido del tema covid. Y se han reforzado las convicciones personales y sociales sobre la necesidad y pertinencia de las medidas de higiene personal.
En el caso del covid, como antes y ahora mismo en el caso del sida, ciencias médicas y sociedad conocen las medidas para evitar el contagio. Y evitar el contagio es, indudablemente, la primera trinchera en el combate contra la enfermedad.
La lucha no ha terminado. Pero el náufrago ha alcanzado la orilla. Su paso aún es tambaleante pero lleva los brazos en alto.
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