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Cristina, Google y los jinetes del Infocalipsis

Fuentes: PostPeriodismo

¿Es importante la disputa entre Google y Cristina? En absoluto. ¿Qué quiere decir esto? Nada. Algo de pompa y artificio con una vicepresidenta fuerte que advierte a los CEOs del mundo que el timón de mando no está en Silicon Valley (California) ni en la mansión de Larry Page o en la Casa Blanca. Veamos qué hay del otro lado de la luna.

Si subimos a la máquina del tiempo y programamos el DeLorean con fecha 6 de junio de 2008, nos encontramos con una presidenta celebrando la apertura del pelotero de Google en Puerto Madero.

Faltaba poco más de un mes para que Julio Cobos rompiera la coalición de gobierno entre radicales y peronistas, y destruyera con su voto “no positivo” el empate hegemónico en el Senado junto a todo el equilibrio institucional construido en tiempos de Néstor Kirchner. Esto ocurrió a propósito de la resolución 125 por el conflicto de las retenciones móviles agropecuarias, pero sino hubiera sido otro el motivo.

Durante la inauguración oficial de las oficinas de la empresa global, Cristina advirtió: La Red y su esquema informal toman cada vez más protagonismo, confrontan con el sistema formal y lo vencen. En otras palabras, gobiernan el mundo y si tienen que hacer lobby para cambiar las leyes no les tiembla el pulso.

Por entonces, no pocos especialistas nucleados en la Coalición por una Radiodifusión Democrática insistían en una nueva ley para democratizar la información y sus flujos, en especial porque la norma existente había sido creada conforme a los intereses de la última dictadura cívico-militar y la autoridad de aplicación se encontraba intervenida desde 1983. 

La historia posterior con la mal llamada ley de medios es conocida. Medidas cautelares, periodistas conversos, y funcionarios como Martín Sabatella, que no entendían nada de comunicación, hicieron de la aplicación de la norma un escenario grotesco. 

Por otra parte, ese marco normativo desconocía de sesgos algorítmicos y sus redactores no consideraron oportuno condicionar a los gigantes de la Net, hoy conocidos como GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple). Había un tema de fondo. Los tratados de la OMC (Organización Mundial de Comercio) en materia de telecomunicaciones podrían generar sanciones económicas porque Internet no era pensada un derecho humano fundamental (véase: ¿Internet es un derecho humano, un servicio público, esencial, universal; todo eso junto, o nada de ello?). En ese entorno digital la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las expresiones culturales (2005), de Naciones Unidas se tornaba efímera.

Así las cosas, el romance del decreto 527/2005, de suspensión por diez años del vencimiento de las licencencias de radiodifusión, había generado derechos adquiridos y, como quien no quiere la cosa, los grupos de medios más concentrados comenzaron con nuevos amoríos. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (N° 26522) nació sin convergencia y condicionada por lo que las militancias llamaron poderes fácticos.

En ese contexto pelearse a la vez con esos poderes fácticos que sacan y ponen gobiernos -o lo intentan- no era aconsejable. Y allí estaba pidiendo pista la multinacional Alphabet, con su poderoso motor de búsquedas -el Doodle de Google-, en el que ponías una palabrita y te daba un listado de resultados súper preciso.

Nada mejor para saltarse a los intermediarios e imaginar un mundo sin orquestaciones ni operaciones de prensa. Cristina Fernández como tant@s otr@s insistieron en considerar la Red de Internet como un espacio de libertad. Tampoco había muchas opciones con Telefónica y Telecom apretando las tuercas para maximizar sus ganancias con la menor inversión posible. De hecho, la mala calidad en las comunicaciones es el resultado de la falta de inversión, expatriación de capitales y reguladores débiles. En especial, con las gestiones de Miguel de Godoy y Silvana Giudici al frente del Enacom, durante el gobierno de Mauricio Macri, que reciclaron de la década menemista a los empleados de Germán Kammerath, quien en los años noventa puso un precio de costo a uno de los sectores industriales más importantes y estratégicos para el desarrollo de un país. De hecho, la matriz neoliberal se encuentra intacta.

¿Qué hizo Cristina entonces? Impulsó el desarrollo de Red Federal de Fibra Óptica (REFEFO) para iluminar el Plan Argentina Conectada en 2010, preservó la soberanía geoespacial con los satélites ARSAT-1 y ARSAT-2 (construidos por el INVAP); y, medio a los ponchazos, sacó en diciembre de 2014 la Ley Argentina Digital, que consagró la “neutralidad de redes” en su primer artículo.

Entre los aspectos positivos de la norma se buscó consolidar principios de igualdad en la oferta de servicios y la sana competencia entre sus proveedores. Detrás de estas medidas predominaban las buenas intenciones de una ética hacker que apostaba a movilizar, con la masificación de Internet en redes distribuidas, mecanismos de inclusión y acceso universal para l@s usuari@s que nunca llegaron a completarse. Para colmo programas educativos como Conectar Igualdad fueron discontinuados y hoy los pibes de las zonas vulnerables no tienen computadoras para continuar sus estudios. ¡Imaginemos, por ejemplo, los barrios populares y sus chic@s estudiando si al gobierno porteño se le hubiera ocurrido llevar WiFi a las villas en lugar del subte y seguir entregando compus con el Plan Sarmiento, antes de que se lo llevara el viento!

Volviendo a Cristina Fernández, la presentación judicial contra el megabuscador surge de los malentendidos propios de los entornos digitales, de la falta de regulación al rol editorial que tienen las empresas en Internet y de las personas sin escrúpulos que suelen hacer tropelías en sus plataformas, como cambiar información clave en la enciclopedia libre Wikipedia, cuyos datos son scrapeados -entre otras fuentes consideradas “serias”- de manera automatizado por el “panel de conocimiento” de Google para indicar rasgos relevantes de figuras púbicas. 

En este caso, su cargo actual en lugar de indicar “Vicepresidenta de la Nación”, indexó  la leyenda “Ladrona de la Nación”. Eso fue reproducido por el diario Clarín en su artículo El insólito “cargo” que devolvió durante varias horas Google al buscar “Cristina Kirchner”, lo cual amplió de forma exponencial el efecto de la agresión, ya que el portal de ese diario es junto a Infobae el principal sitio de noticias con casi 4 millones visitas únicas mensuales. 

En la práctica, la denuncia sobre la difamación que pide una pericia informática puede avanzar hacia algún tipo de resarcimiento económico por el eventual daño, pero no tiene mayor alcance. Tal vez sería más interesante observar si hubo real malicia por parte de Clarín al poner una nota sobre una figura enemistada con el medio y, en donde como nota de color se potencia el daño producido por el algoritmo de Google. Pero ese es un tema para abogados y fanáticos de la banda Magnetto que con su ritmo loco  “suena tremendo”.

Lo que sí queda en la agenda política como elemento irreductible es la capacidad de Google y sus pares como grupos de presión. Los capos de las pequeñas empresas de garage nacidas a fines del siglo XX, Google, Amazon, Facebook y Apple, acaban de comparecer ante el Congreso de Estados Unidos, porque son los nuevos dueños de la información y, tal vez, los Cuatro Jinetes del Infocalipsis, que transforman los mitos en realidad, aunque sea publicando mentiras indexadas por unas horas en un motor de búsqueda.

Fuente: http://postperiodismo.com.ar/2020/08/15/cristina-google-y-los-jinetes-del-infocalipsis/