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Reseña del libro "Años de lucha en la calle. Una autobiografía de los sesenta" de Tariq Ali

Crónica de un lector entregado

Fuentes: El Viejo Topo

Tariq Ali, Años de lucha en la calle. Una autobiografía de los sesenta. Foca editorial, Madrid, 2007, 409 páginas. Traducción de Cristina Piña Aldao. Lo esencial de esta reseña puede resumirse así: lean estas magníficas y emocionantes memorias del escritor, cineasta, periodista y activista Tariq Alí. Si pueden, más pronto que tarde. No se arrepentirán […]

Tariq Ali, Años de lucha en la calle. Una autobiografía de los sesenta. Foca editorial, Madrid, 2007, 409 páginas. Traducción de Cristina Piña Aldao.

Lo esencial de esta reseña puede resumirse así: lean estas magníficas y emocionantes memorias del escritor, cineasta, periodista y activista Tariq Alí. Si pueden, más pronto que tarde. No se arrepentirán se lo aseguro. Son una crónica excelente, informada, sensible, de aquello que fuimos, de aquello en lo que creíamos. Dejen tareas secundarias, incluso, si les parece, la lectura de esta misma reseña.

Dedicado a la memoria del gran Ernest Mandel («quien siempre creyó que el verdadero significado de la vida radica en participar conscientemente en la realización de la historia»), Años de lucha en la calle se había publicado en 1987 y había permanecido más de una década descatalogado. Ali aceptó su reedición, sin revisar el texto original y añadiendo una nueva introducción, además de un intercambio epistolar entre John Lennon y el crítico musical John Hoyland y una entrevista para The Red Mole que el propio Ali y Robin Blackburn hicieron a Lennon y Yoko Ono en 1971 (páginas 377-395).

La nueva introducción está a la altura de las memorias. No sólo los pasos en los que Ali habla de Irak como Vietnam en árabe, del capitalismo carroñero, de la Venezuela de Chávez o de sionismo y antisionismo son de lectura apasionada sino que los cuatro retratos que construye como homenajes de Derek Jarman, Edward Said, Paul Foot y Abdelrahman Munif son, simplemente, inolvidables. Gracias por ellos.

Las memorias se inician en 1949, en un primero de mayo, cuando Tariq Ali tenia 5 años y medio (la fotografía con su presencia en la manifestación de Lahore figura en la página 191), primero de Mayo dominado por las noticias de las grandes victorias revolucionarias en China, y finalizan en 1986, con la descripción de un encuentro con Eric Fried. Entre uno y otro extremo desfilan casi todos los acontecimientos importantes de este largo período: la muerte de Stalin en 1953, el XX Congreso del PCUS en 1956, la revolución cubana, Mayo de 1968, pasando de forma destacada., y no es casual desde luego, por la guerra de liberación de Vietnam y la derrota norteamericana que se convierte en uno de los ejes de esta narración de las luchas de las izquierdas en las década de los sesenta y setenta. En medio, relatos inolvidables. Los que a mi más me conmueven: las páginas dedicadas a Guevara (Capítulo VI: «1967: el último año en la vida de Ernesto Che Guevara»), a Rudi Dutschke (quien, por descuido, no figura en el cuidado índice nominal del volumen) y las penetrantes páginas que tienen la experiencia de la primavera de Praga como tema. Al acabar de leerlas siempre piensa uno: más, más madera.

Vale también la pena detenerse, esta vez sí, en las fotografías incorporadas al volumen: páginas 191-206.

Apurando mucho la crítica, creo que Años de lucha en la calle sólo tiene tres pequeños desaciertos: una suave maldad destinada a Feltrinelli que acaso podía haberse evitado; una referencia a la longitud del tamaño del vestido de Ursula Andrés en una fiesta de Marlon Brando, sin duda innecesaria, y, si se me permite, el mismo título de las memorias. Teniendo en cuenta la historia actual de la banda de los Stones cualquier referencia positiva a su pasado es prueba de una generosidad exagerada. Debo confesar un sentimiento similar cuando se lee la entrevista con Ono y Lennon, y piensa uno en algunos episodios de la evolución política posterior de Ono, con lanzamiento desde Las Vegas de un espectáculo urbi et orbe de la multinacional «Cirque du Soleil», con versiones empalagosas e insoportables de las canciones de los Beatles como trasfondo.

Por lo demás, creo que hay un aspecto básico que se siente ininterrumpidamente al leer el texto de Ali: la izquierda, las izquierdas de aquellos años, pudimos cometer errores incontables, pudimos pensar que el asalto a los cielos estaba en la yema de nuestros dedos, fuimos en ocasiones sectarios, dogmáticos y repetidores talmúdicos de citas, se cometieron asesinatos, nos faltó cintura teórica para distinguir argumentos y gritos, no fuimos capaces de ver aliados donde acaso los hubo, desconocíamos las complejidades de la situación, no siempre nos dimos cuenta de los senderos seguidos por el adversario ni incluso intuimos su poder y sus renovados planos, vimos Paraísos donde existían sociedades represivas y burocratizadas. De acuerdo, de acuerdo. Pero, en lo esencial, en la crítica al imperialismo, en la denuncia de las injusticias y atropellos, en la difusión de valores solidarios y socialistas, en el combate contra las ocultaciones y estrategias ocultadas de los grandes poderes, en la vindicación del poder y control obrero en las fábricas, en la lucha por la liberación de costumbres, en la renovación del ideario de la tradición, en el decidido apoyo a los movimientos sociales entonces emergentes, en eso y en muchas más cosas, no nos equivocamos. Estuvimos en la calle, quisimos luchar y conseguimos que ciudadanos de origen no trabajador rompieran con sus situaciones sociales de partida y dieran un salto social nada fácil. Eran tiempos en que la clase obrera y sus asuntos existían, contaban en la agenda pública, y en los que, además, creíamos en una revolución fraternal, democrática, que aupara a los desheredados, que no redujera el mundo a Wall Street y a las grandes arterias de la City, y en que las finalidades socialistas, y feministas, antimilataristas y ecologistas más tarde, fueran principios de vida y acción y no fueran mero slogan electoral para contiendas mediáticas sin sentido alguno de la veracidad.

Antes de la caída del muro, antes de la desintegración de la URSS, incluso antes de tener total claridad sobre las claras aristas desarrollistas en la evolución política-económica de China, Ali acababa sus memorias con las siguientes palabras: «La historia no nos ha dado aun veredicto definitivo para el siglo que se aproxima a su fin. La mayor parte del mundo atraviesa malos tiempos, pero por frágiles y precarios que parezcan a veces los avances efectuados, la esperanza en sí no puede abandonarse».

Palabras escritas en 1987. Es probable, muy probable que Tariq Ali, veinte años más tarde, a pesar de lo mucho que ha llovido y granizado, hubiera acabado su apasionante relato de forma muy parecida.

No se salten, por cierto, el poema de Fried que Ali ha incluido en las páginas 368-370. La traducción castellana está a la altura del poema

Hay que agradecer finalmente a Javier Ortiz que haya apostado por la reedición de estas memorias inolvidables, y, aunque Alí nunca fue maoísta, y yo sí, a pesar de ello, no creo que a él le importe la formulación de este deseo: ¡Largos años de vida para Tariq Ali!

 

Nota: Esta reseña apareció en la revista El Viejo Topo, noviembre de 2007.