El cine ecuatoriano, escaso y marginal, sorprendió al público mexicano con la exhibición comercial de «Crónicas», una película que desnuda el uso y abuso que hacen programas de televisión sensacionalistas de la violencia y sordidez, anidadas en ocasiones en la pobreza. Dos años después de su realización y tras cosechar varios premios internacionales, «Crónicas» se […]
El cine ecuatoriano, escaso y marginal, sorprendió al público mexicano con la exhibición comercial de «Crónicas», una película que desnuda el uso y abuso que hacen programas de televisión sensacionalistas de la violencia y sordidez, anidadas en ocasiones en la pobreza.
Dos años después de su realización y tras cosechar varios premios internacionales, «Crónicas» se estrenó el 21 de este mes en más de 60 salas cinematográficas de la capital y en decenas del interior de México, en medio de un torrente de críticas favorables.
«Estamos orgullosos del éxito de la película, eso habla del nuevo momento de nuestro cine, impulsado entre otras cosas por una generación de realizadores que se sacudieron del parroquianismo (visión estrecha nacional)», dijo a IPS Raúl Khalifé, presidente de la Asociación de Cineastas del Ecuador.
«Crónicas», dirigida por el ecuatoriano Sebastián Cordero y patrocinada por productores mexicanos, es una cinta de suspenso en la que se exhibe la forma en que trabaja un equipo de televisión que difunde sus reportajes de corte sensacionalista en el programa «Una hora con la verdad», que se transmite desde la ciudad estadounidense de Miami.
Es un filme «importante que se asoma a la miseria de una sociedad donde lo único que parece dar validez a la vida es aparecer en televisión», señaló el semanario mexicano Milenio.
Según el crítico Javier Betancourt, de la revista Proceso, se trata de una película de alta factura que demuestra lo que puede lograr «una colaboración inteligente y consistente de talentos en el cine latinoamericano».
Los productores de la cinta son los cineastas mexicanos Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, mientras los actores centrales son los también mexicanos Damián Alcázar y José María Yazpic y el colombiano-estadounidense John Legízamo.
En el elenco hay además varios ecuatorianos que se estrenaron como actores, como el cineasta Camilo Luzuriaga y el músico Hugo Hidrovo.
«Crónicas ha proyectado a nuestro cine como nunca y eso da un impulso importante a los realizadores», señaló el presidente de Asocine.
La producción cinematográfica de Ecuador ha sido escasa y con poca proyección internacional. Pero Cordero, con «Crónicas» y la precedente «Ratas, ratones y rateros» (1999), también de su autoría, logró trascender las fronteras del país.
«Sebastián (Cordero), que estudió cine en Estados Unidos, y otros que han salido a prepararse fuera de Ecuador, han traído nuevos aires y eso se refleja en la producción actual», dijo Khalifé.
En febrero, se aprobó en Ecuador la primera ley de fomento a la cinematografía nacional, que obliga al Estado a financiar producciones. Se trata de una normativa exigida por Asocine desde hace 28 años.
Con esa norma y la creatividad de los nuevos realizadores, el éxito alcanzado por «Crónicas» podría multiplicarse en otras cintas ecuatorianas, sostuvo Khalifé en entrevista telefónica desde Quito.
La fama de Cordero llegó a tal punto gracias a sus realizaciones, que fue contratado para dirigir a fines de este año en Estados Unidos la película Manhunt, protagonizada por Harrison Ford y que abordará el asesinato en 1865 del presidente Abraham Lincoln.
«‘Crónicas’ me ha dado muchas satisfacciones, muchas cosas» para aprovechar y crecer, declaró en México el director ecuatoriano.
En el filme, que atrajo a miles de espectadores en este país, se describe cómo trabaja un equipo de periodistas extranjeros que llegan a Babahoyo, una población de la costa ecuatoriana del océano Pacífico donde se busca a un violador y asesino serial de niñas y niños.
El escenario es un pueblo lodoso y húmedo donde la gente pobre convive en casas levantadas sobre brazos de ríos y en medio de una vegetación exuberante, donde proliferan los mosquitos y el calor es tan intenso como las lluvias que allí se precipitan.
Justo cuando la comunidad enterraba a varios menores asesinados por el criminal, el periodista principal del grupo (Legízamo) presencia el intento de linchamiento de un vendedor ambulante de ejemplares de la Biblia (Alcázar), quien minutos antes había atropellado y matado a un niño por accidente.
Ese vendedor, que luego es encarcelado, se transforma en el eje del reportaje. A cambio de que lo ayude a obtener su libertad, cuenta al periodista en reserva y bajo un juego de chantajes y suspenso una historia sobre una persona que afirma haber conocido y que sería el violador y asesino de menores.
Aunque está seguro de que está en realidad frente al criminal y que descubrirlo ante las cámaras lo cubrirá de fama, el periodista hace el reportaje complaciente. Pero pide a sus jefes en Miami no difundirlo con la esperanza de lograr sacar en el último minuto la confesión del asesino.
No obstante, por lo llamativo de la historia del linchamiento, en la emisora deciden emitir el reportaje y el periodista aparece allí como un justiciero que se puso del lado de la víctima.
En ese momento, el periodista confirma con algunas pruebas que el vendedor es el asesino y acude a la cárcel para tratar de sacarle la confesión. Sin embargo, ya había sido liberado.
Entonces y a pesar de tener la certeza de que el criminal está libre, él y su equipo de producción se niegan a delatarlo para no manchar su reputación y la fama ganada por el reportaje sobre el intento de linchamiento. Al final, el reportero «estrella» es felicitado por la gente de Babahoyo y algunos hasta le piden su autógrafo por haber ayudado a liberar a un «inocente». ( (FIN/2006)
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