Ángel Valencia Sáiz (ed), La izquierda verde. Prólogo de Andrew Dobson. Icaria, Barcelona, 2006, 383 páginas. Hay como mínimo una razón para quedarse sorprendido, netamente sorprendido, y agradecido a un tiempo, al leer el magnífico prólogo de Andrew Dobson que abre este volumen. Dobson, catedrático de Ciencia Política en la Open University de Londres, miembro […]
Ángel Valencia Sáiz (ed), La izquierda verde.
Prólogo de Andrew Dobson.
Icaria, Barcelona, 2006, 383 páginas.
Hay como mínimo una razón para quedarse sorprendido, netamente sorprendido, y agradecido a un tiempo, al leer el magnífico prólogo de Andrew Dobson que abre este volumen. Dobson, catedrático de Ciencia Política en la Open University de Londres, miembro del consejo editorial de Environmental Politics y reconocido autor o editor de numerosos trabajos sobre pensamiento y política ecologista, y también de un ensayo de 1989 sobre Ortega –Una Introducción a la política y filosofía de José Ortega y Gasset- Dobson, por motivos geográficos y profesionales, es persona que, en principio, no sigue, que no puede seguir con detalle, las vicisitudes concretas de la política y la cultura españolas. Pues bien, a pesar de ello, en el prólogo que comentamos, al señalar que el ecosocialismo se desarrolla, como no podía ser de otra forma, de acuerdo con la naturaleza singular de los sistemas políticos en los que se inserta, afirma que el caso español está netamente influido por nuestra experiencia de transición a la democracia y por la forma en que el marxismo influyó en el movimiento antifranquista, añadiendo Dobson: «Eso permitió que el marxismo sobrevivirá de un modo que distingue a España del resto de Europa, dando lugar a algunas de las más sofisticadas ideas acerca de la relación entre el marxismo y los nuevos movimientos sociales (es el caso de Manuel Sacristán y mientras tanto) que surgían en esa época en el continente. De ahí que el ecosocialismo español sea el resultado de la izquierda que se ha unido al ecologismo político, mientras que en otros lugares normalmente es el ecologismo político el que se une al socialismo» (pp. 8-9) [La cursiva es mía]. He de confesar que no acabo de seguirle en la conclusión que extrae, pero si debo remarcar su sensibilidad para reconocer el trabajo pionero de un autor y de una publicación cuya labor e importancia no siempre son reconocidos equilibradamente y sin sectarismos.
La izquierda verde traza un brillante y documentado panorama del paradigma ecologista, tanto en su vertiente más teórica como en sus consideraciones políticas o de intervención. El volumen está estructurado en cuatro apartados: «Pensando en la izquierda verde», con artículos de Valdivielso, Riechmann y Arias Maldonado; «El espacio político de la izquierda verde», con trabajos de Pedro Ibarra y Alberto de la Peña, y Ángel Valencia, al mismo tiempo editor del volumen; «La izquierda verde en el caso español», con trabajos de M. A. Llauger, sobre el ecologismo en las Baleares, de Ricard Gomà y Marc Rius sobre el ecologismo en Catalunya y de José Larios Martón sobre el ecologismo andaluz. Dos artículos, uno de Juan Carlos Monedero y Joaquim Sempere, forman el cuarto apartado -«La izquierda verde: perspectivas y desafíos de futuro»- y una documentada y muy útil guía de lectura de Joaquín Valdivielso y Manuel Arias cierra el volumen. En la introducción de Ángel Valencia -«Izquierda sí, pero sostenible»- se puede encontrar un resumen de todas las aportaciones incluidas (pp. 17-24).
Como suele ocurrir en este tipo de publicaciones, y no es ningún demérito desde luego, la diversidad de trabajos permite diversas aproximaciones a gusto del lector o lectora. El estudioso del movimiento político ecologista, por ejemplo, tiene en la tercera parte un buen material de estudio; el analista de los movimientos sociales y la concepción ecologista tiene también excelente material en los trabajos de Pedro Ibarra y Alberto de la Peña y Àngel Valencia. El interesado por todo tiene ante él todo el volumen, sin resto. Me permito recomendar por su vuelo teórico la atenta lectura de los trabajos de Valdivielso -«El ser natural humano. Ecologismo, marxismo y socialismo»-, «La crítica ecosocialista al capitalismo», de Jorge Riechmann; «La izquierda verde ante los desafíos del nuevo milenio», de Joaquim Sempere, y «Verde izquierda desbordante: apuntes para un socialismo posmoderno», de Juan Carlos Monedero. Riechmann, por ejemplo, construye una excelente argumentación para negar la compatibilidad del sistema de producción y vida capitalistas con la preservación a medio y largo plazo de la biosfera, tanto para la humanidad actual como para las generaciones futuras, defiende, pues, la tesis de la irresolubilidad de la actual crisis ecológica en términos de civilización capitalista, al mismo tiempo que señala líneas de actuación políticas para el avance de la alternativa ecosocialista
Más allá de las preferencias e intereses de cada cual, más allá de la coincidencia total con la formulación de los tres ejes políticos que señala el editor del volumen en su introducción, este ensayo es sin ninguna duda una excelente aproximación a los planteamientos, análisis, propuestas y actuaciones ecologistas, en el que quizá falte un mayor balance critico de las experiencias políticas -no sólo de oposición o de crítica sino gubernamentales, de poder- en las que recientemente han estado (y siguen estando) inmersas formaciones políticas enmarcadas en ese paradigma político-filosófico o en grupos políticos de orientación ecologista de ámbito internacional.
Quizá interese señalar con prudencia algunos puntos de discrepancia o de duda, marginales en todo caso y que en absoluto pretenden negar valor ni interés al conjunto del volumen.
Por ejemplo, el documentado trabajo de Ricard Goma y Marc Rius, sobre Iniciativa per Catalunya Vers (ICV) presenta, en mi opinión, algunas dificultades. La primera, acaso inevitable, es que los autores están demasiado próximos a la formación política que analizan, tienen su piel muy próxima al cuerpo que presentan para lograr un distanciamiento teórico, sin que ello quiera significar que hayan construido una apología desmedida y en al aire de la organización. La segunda dificultad está relacionada con algunos cuadros- resúmenes que presentan y que en mi opinión responden a un intento excesivo por establecer diferencias con formaciones próximas en puntos o lugares donde acaso no haya tales demarcaciones. En el primer caso (p. 259) presentan un resumen de doble entrada -eje económico tradicional: Izquierda, derecha; propuestas económicas: sostenibilidad: eje ecológico emergente, productivismo- y sitúan en la casilla «izquierda sostenible» a la izquierda verde, al ecosocialismo, y en la casilla «izquierda-productrivismo» a la izquierda clásica, a los socialdemócratas y a los, en palabras de los autores, neocomunistas. En el segundo resumen (p. 260), el cuadro se construye en base a la apuesta por la redistribución y la cohesión social (fuerte-débil) y a la autodeterminación personal (fuerte o débil expresión de las diferencias). En la casilla «redistribución fuerte-autodeterminación fuerte» sitúan a la izquierda verde, y en la casilla «redistribución fuerte-débil expresión de las diferencias» a la izquierda clásica. Y, claro está, las preguntas se amontonan: ¿la izquierda clásica mantiene o sigue manteniendo una expresión débil de las diferencias y vacila, por tanto, en el tema de la autodeterminación personal? ¿Hay que recordar de nuevo aquel pasaje del Manfiesto donde se define la libertad de cada cual como condición necesaria para el libre desarrollo de todos? ¿La izquierda clásica sigue siendo una izquierda productivista? ¿No hay autores y planteamientos nomimal y efectivamente ecologistas en el seno de la tradición que ellos caracterizan como neocomunista? En tercer lugar, resulta algo extraño trazar una historia de Iniciativa per Catalunya (qué nombre tan raro, qué denominación tan poco ecologista), y del ecologismo en Catalunya, sin citar a un autor que mirado como se quiera mirar, incluso, como comentábamos, desde la perspectiva de Andrew Dobson, ha sido central en la irrupción del pensamiento ecologista, en la renovación de la tradición marxista catalana y en el mismo activismo antinuclear. Me refiero, claro está, a Manuel Sacristán. De hecho el libro azul, el Manifiesto Programa de Iniciativa de 1996 creo recordar, al que los autores hacen referencia (p. 252), fue escrito por dos discípulos, y no cualesquiera, del propio Sacristán, por Francisco Fernández Buey y Víctor Ríos.
La aportación de Juan Carlos Monedero es un excelente trabajo, empezando por el título: «Verde izquierda desbordante» -el subtítulo acaso algo menos: «Apuntes para un socialismo posmoderno»- , siguiendo por sus fuentes: De Sousa Santos y Riechmann, y continuando por su desarrollo y su magnífico estilo literario. Empero, me permito tres puntualizaciones. La primera: no acabo de ver que la apuesta por una ontología dinamicista de lo social y lo natural ponga en crisis la lógica aristotélica de la identidad y no creo que sea posible ni concebible que la tierra sea A y no A, y A y su contrario (p. 304). La segunda: no estoy convencido que sea una buena formulación afirmar que la razón moderna fracasó a la hora de frenar el nazismo, y que «vuelve ahora a naufragar ante un mundo indolente pese al mundo dolor» (p. 305). ¿Es así de hecho? ¿No es la razón instrumento imprescindible para superar nuestra crisis? ¿No abrimos con ello la puerta de atrás -incuso la entrada principal- a algún irracionalismo poco cuidadoso y poco aconsejable teórica y políticamente? Por lo demás, la ausencia de certeza en ciencia es muy anterior -«Ignoramos e ignoraremos»- a la irrupción de la mecánica cuántica y, en principio, el principio de incertidumbre, es independiente de ella (p. 312), y, en principio, la preocupación de algunos científicos por las aplicaciones tecnológicas de la ciencia es igualmente anterior o paralela al mal que han ocasionado o están ocasionando sus aplicaciones más recientes. Empezando por Neurath y siguiendo por Einstein, Szilárd o por Commoner. Por lo demás, el paralelismo o anticipación que establece Monedero entre Rousseau y Clausius a propósito del segundo principio de la termodinámica (p. 311, nota 3) acaso sea una conjetura de alto riesgo.
Dobson recuerda en su prólogo una afirmación de José Antonio Viera- Gallo, secretario de Justicia en el gobierno de Salvador Allende: «El socialismo puede llegar sólo en bicicleta». Aunque no quede bien en la hora de hoy, la frase recuerda aquello que, según parece, dijo el mismísimo Chu En-Lai a Nixon en su visita a China ante el asombro de éste por la cantidad de bicicletas que circulaban entonces por Pekín: «No aspiramos, dijo Chu En-Lai, a que Pekín sea el caos urbanístico de Nueva York ni que cada familia china tenga en casa dos, tres o cuatro motores de explosión». García Lorca, el gran poeta asesinado, lo había dicho y cantado ya en su «Romance sonámbulo»: «Guardias civiles borrachos/ en la puerta golpeaban./ Verde que te quiero verde,/ verde viento, verdes ramas./ El barco sobre la mar/ Y el caballo en la montaña.»