Entre los libros muy leídos que recuerdan -de una manera bastante amable- algo del contexto social de la posguerra, se encuentra el de Carmen Martín Gaite «Usos amorosos de la posguerra española». Recorre los años 40 y 50 mostrando sobre todo la situación de la mujer en las ciudades. La autora, que conocía bien aquel […]
Entre los libros muy leídos que recuerdan -de una manera bastante amable- algo del contexto social de la posguerra, se encuentra el de Carmen Martín Gaite «Usos amorosos de la posguerra española». Recorre los años 40 y 50 mostrando sobre todo la situación de la mujer en las ciudades. La autora, que conocía bien aquel tiempo, escribió sobre el tema entre 1984 y 1986, de modo que la distancia y la investigación minuciosa a través de documentos de la época le da cierta objetividad a lo expuesto.
La destrucción de la democracia por Franco y sus seguidores había supuesto la mutilación de las familias debido a los cientos de miles de hombres que murieron, lo que llevó a que hubiese más mujeres que hombres. Carmen Martín Gaite indaga en la reeducación que el régimen dictatorial impuso a la mujer. Lo primero fue establecer el silencio en torno a lo sucedido en la sociedad por medio del terror, y si se hablaba de la guerra debía ser sólo para glorificar la victoria fascista. Quedaron escritas las palabras del Papa Pío XII en abril de 1939, aun antes del triunfo de los golpistas: «Yo envío una bendición especialísima a las familias de los mártires españoles. De España ha salido la salvación del mundo.»
La tergiversación del lenguaje, su adulteración para reconducir el sentido, es la forma expresiva tradicional de los dictadores. Hace sólo unos días un buen número de obispos y los voceros del partido que los sigue, dramatizaban con la destrucción de España porque la documentación que robaron a Cataluña hoy se devuelve. Dramatizaban con la destrucción de la familia porque los homosexuales adquieran los derechos que hasta a ellos mismos, fascistas, enemigos de las libertades, se les conceden, y lo hacían calificándolos de enfermos y peligrosos, tal y como hacía la Inquisición, Hitler, Mussolini y Franco. No quieren que los derechos nos igualen. Reeducación: el objetivo es conseguir seres sumisos, temerosos, obedientes al fascismo. Carmen Martín Gaite recoge de otro documento fascista lo siguiente: «…la obediencia, el cuidado de no murmurar, de no concedernos la licencia de apostillar… La fórmula es ésta: el silencio entusiasta». ¿Y si leemos cómo dice esto mismo el Papa?, el 16 de abril de 1939 escribe: «La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del nuevo mundo y baluarte inexpugnable de la fe católica acaba de dar a los precursores del ateismo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que, por encima de todo, están los valores de la Religión y del espíritu.» Llama «nación elegida por Dios» a los fascistas que dan un golpe de estado y provocan una guerra, y termina diciendo que «la fe católica acaba de dar la prueba más excelsa,…» para mencionar los crímenes fascistas. Carmen Martín Gaite señala: «Crecimos bajo la vigilancia de aquellos dos rostros, el del casquete blanco y el del bigotito, donde no puede decirse que anidaran precisamente la ternura, la compasión ni la fantasía.» El Papa no dejó de alentar las diferencias que estableció su representación militar en España entre el hombre y la mujer: «…un aire malsano de paganismo renacido, que tendía a engendrar e introducir una amplia paridad de las actividades de la mujer con las del hombre». De la misma forma se proclama la diferencia con el resto del mundo en un párrafo que todo él merecería ser traspasado aquí, pero debido a su extensión elijo sólo unas líneas: «Que no haya sobre la bendita tierra de España otras costumbres que las nuestras. (…) Y si el que defiende esto es un absurdo retrógrado, pues mucho mejor. (…) Bendito nuestro atraso que nos hace considerar el Matrimonio como un sacramento que no es cosa de juego; bendito nuestro atraso…» A partir de aquí, la lectura entra por los caminos educativos que iban haciendo al pensamiento de hombres y mujeres. Llama la atención comprobar cómo muchas expresiones que aun hoy se emplean entre ciertos sectores generacionales, provienen del fascismo, su machismo acuñó la expresión «tener complejos» para aplicarla sobre todo a las mujeres que no eran sumisas y no se entregaban al mandato del hombre. Así a la mujer preocupada por el conocimiento o que no se ponía por debajo del hombre se la tachaba de «acomplejada», «tiene complejo de ser mujer». ¿A que lo han escuchado alguna vez?. La desfachatez fascista arremete contra la condición de la mujer, para ellos «La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular-, no es más que un continuo deseo de encontrar a quien someterse.» Pero el «a quien someterse», al que ellos daban título de macho, parece que no estaba fácil: sólo en Madrid, en el censo de 1951, había 200.000 mujeres más que hombres. Saben por qué, verdad. Entonces ponen en marcha dos actuaciones reeducativas: se difunde la hipocresía, el fingimiento, como formación de las mujeres para «cazar» marido, haciendo lo posible porque asuman que después su obligación es aguantar a éste: «puestos a elegir, preferimos a aquella callada y silenciosa, que nos considera maestros de su vida y acepta el consejo y la lección con la humildad de quien se sabe inferior en talento». Pero la enseñanza que daba pie a esto en la mujer se la impartía la llamada Sección Femenina de Falange por medio del llamado Servicio Social. Entre los 17 y los 35 años debían pasar obligatoriamente las mujeres un periodo de 6 meses cumpliendo el Servicio, tras el que obtenían un carnet. Carmen Martín Gaite dedica alguna página a las chicas que iban del medio agrícola a la ciudad buscando trabajo y cómo, debido a los salarios de hambre, entre otras cosas, terminaban ejerciendo la prostitución. La homosexualidad era perseguida con una ley que sacaron cuyo título daba para todo: Ley de vagos y maleantes» (Carmen Martín Gaite no menciona este asunto), pero si se aceptaba la existencia de la «querida», tanto para solteros como para casados. La mujer debía saber, según un documento de la época, que «El hombre es siempre… más joven que la mujer. Por eso, para que su espíritu se vaya sedimentando, conviene cogerlos «un poquito cansados». Por otra parte los obispos discutían que la mujer pudiese usar pantalones o fumar aludiendo a lo «femenino» como cosa a proteger; además de escribir asuntos de este calibre, lo que viene a continuación pertenece al libro «Las modas y el lujo», del Cardenal Goma: «Y ellas, que andan por la tierra como diosas carnales, buscando los ojos de sus adoradores, no piensan que, dentro de poco, aquella figura tan alabada, tan adorada por los hombres sensuales, será un montón de corrompida materia que habrá de apartarse de la vista de los hombres por hedionda, que apestará con su hedor, que no tendrá más caricias que las de los gusanos que la festejarán para devorarlas.» ¿No les parece éste el discurso de un enfermo? Ésta gente sólo piensa en el sexo, y de qué manera. En el libro de Carmen Martín Gaite «Usos amorosos de la posguerra española» encontramos numerosísimos documentos sobre la consideración hacia el conjunto social por parte del poder católico-nacional, y más concretamente la consideración que tenían ¿y tienen? hacia la mujer. No olvidemos que hay todavía gentes influenciadas por esas ideas, sobre todo entre los más pegados a las prebendas del fascismo, es el caso de la Iglesia Católica, que difunde el terror a la igualdad entre las personas desde los púlpitos. Si lee el libro podrá conocer por lo menos una parte de dónde venimos, y, por contraste con el momento que vivimos, dónde nos encontramos, asunto fundamental para no caer en las redes del «retrógrado», como uno de los autores fascistas aquí reflejados se denomina con todos los suyos, orgullosamente.