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Lecciones de junio

De plebiscito a farsa

Fuentes: Rebelión

Néstor Kirchner está dispuesto a generalizar un estado de inquietud social que le sirva para consolidar una corriente de simpatía solidaria con el gobierno de su esposa. Si no es el amor que sea el espanto, se despacha el expresidente mientras anuncia que de perder las legislativas de junio «el país explota»; para Kirchner se […]

Néstor Kirchner está dispuesto a generalizar un estado de inquietud social que le sirva para consolidar una corriente de simpatía solidaria con el gobierno de su esposa. Si no es el amor que sea el espanto, se despacha el expresidente mientras anuncia que de perder las legislativas de junio «el país explota»; para Kirchner se acrecientan las tendencias a transitar un nuevo 2001.

No deja de ser extraño este comentario de la pareja presidencial, que hace poco menos de un año había aplaudido a rabiar,  la «espontánea» cita que su mujer hizo de Carlos Marx, anunciando que la historia nunca se repite más que como farsa.

Marx había afirmado en su «18 Brumario»: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa».

La campaña electoral del kirchnerismo ha tomado la dimensión de farsa

El gobierno intenta convencer a la sociedad sobre lo que pasaría si no gana, mientras escamotea lo que pasaría si gana. La omisión no es menor en medio de una campaña electoral. La apelación al espanto es un recurso más en el camino a conquistar el voto útil; el kirchnerismo no se ha destacado, en todos estos años, por su escrupulosidad a la hora de ganar adhesiones o de hacer negocios. No vamos a esperar que ahora, en medio de una campaña, que se juegan al «todo o nada» de acuerdo a las declaraciones del propio Kirchner, se vuelvan éticos.

Sin embargo, llama la atención que un gobierno terminado, de acuerdo a los balances de la oposición y de la prensa (Clarín, Nación, Continental) siga marcando la agenda.

El «yo o el caos» planteado, desarma al arco opositor. Y ahora todos han optado por el camino de la desmentida.

En una campaña electoral típica, de existir partidos opositores, su discurso estaría orientado a describir el caos presente y futuro al que el oficialismo somete a la Nación; ya que esta sería la única manera de justificar su existencia y su afán por presentarse en la batalla electoral.

La apuesta kirchnerista no encuentra sin embargo quien la cubra. Ninguno de los De Narváez, Solá, Carrió o el centro izquierda crítico declaran soberano el futuro veredicto de las urnas. Al contrario

Si el kirchnerismo perdiera las legislativas, después de haberlas declarado oficiosamente plebiscitarias, debería irse. Pero, novedades que te da la vida política, la oposición burguesa sostiene que de ganar ella las elecciones «no va a pasar nada»… «no va a cambiar nada». Es decir, declara por anticipado su impotencia para enfrentar las políticas del ejecutivo.

Esta situación es lo que marca la política electoral hacia junio.

Reclamar el voto popular opositor para que «nada cambie» es a todas luces la estrategia de un cómplice o de un inútil, que termina por retratarlo como más «testimonial» que las propias candidaturas kirchneristas.

Intimadas por el kirchnerismo, todo el arco de fuerzas burguesas han entrado en una fuerte crisis, que se apresuraran a resolver discutiendo candidaturas exclusivamente.

Ni una sola idea aparece mientras la fuga de capitales continúa a un ritmo acelerado.

Saqueo

El gobernador Scioli acaba de saquear las arcas del IPS (previsión social bonaerense: de estatales y docentes jubilados y activos) en 1600 millones de pesos; mientras que «otros 5684 millones de dólares optaron por abandonar el país durante el primer trimestre del año» (La Nación) lo que sumado a los casi 28 mil millones del ultimo año se llevan puestas las reservas nacionales con las que el kirchnerismo piensa superar todos los males que provoca el colapso capitalista internacional.

Ningún opositor denuncia la fuga de capitales, simplemente porque son los representantes de los que fugan; a los que llenan de subsidios desangrando las arcas provinciales y nacionales.

Para muestra un botón.

Según recientes declaraciones del ex ARBA (agencia de recaudación de rentas provincial bonaerense), Santiago Montoya, «la provincia de Buenos Aires tiene un déficit de 8 mil millones, que con amortizaciones de capital alcanzan a 10 mil millones, en la época de Solá era de 1.500» (Perfil)

 El otro candidateable del frente opositor, Felipe Solá es responsable de un déficit provincial casi 10 veces mayor al que tenía cuando asumió de gobernador. ¿Mejoró con este dinero las escuelas, rutas u hospitales provinciales. Mejoró en 8.500 millones las condiciones de vivienda y sanitarias de la población bonaerense? De ninguna manera, son fondos destinados al saneamiento de empresarios y aventureros aliados al poder.

La fuga de capitales tiene una dimensión externa y otra interna que es la que hace que funcionarios y empresarios se vuelvan ricos en provincias quebradas.

Inseguridad

Francisco De Narváez se llena la boca hablando de inseguridad y pidiendo condenas mayores para perejiles cada vez más niños.

Pero, se hace necesaria una investigación urgente sobre sus propias conexiones con el capo de la efedrina, Mario Roberto Segovia.

El diputado De Narváez, candidato a diputado, paso de negar cualquier comunicación con el narco Segovia, a aclarar que las llamadas desde su celular efectivamente existieron. Esta sola declaración, sobre la veracidad de sus contactos con representantes del narcotráfico, debería bastar para que se inicie una investigación desde el propio parlamento que lo cuenta como legislador.

Nada de eso; una investigación de este tipo podría tener alcances catastróficos para toda la clase política argentina y dejaría al descubierto los vínculos de más de uno con el negocio de la droga.

Algo parecido sucede con los vínculos de trata, delincuencia y otras lacras sociales que hoy por hoy son de consumo público.

Un grito de corazón: «devaluación»

La antinomia «yo o el caos» es falsa por donde se la mire. El gobierno de Néstor y Cristina apuestan al caos para después de junio; la misma apuesta es la de la oposición. La diferencia la marca el control que las elecciones puedan ejercer sobre los reclamos de los trabajadores y el pueblo. En realidad, todos los sectores dominantes coinciden en la necesidad de devaluar el peso,  aunque por razones distintas, y en descargar los coletazos de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.

Las majestuosas muestras de «dolor» que se repartieron después del fallecimiento de Raúl Alfonsín, parecían querer abrir un canal de dialogo y acuerdo pactado entre las fracciones del poder. Las declaraciones sobre que, el ahora «papá de la democracia», fue portador de un animo dialoguista, tenían la intención de armar un pacto de caballeros burgueses hasta junio entre las corporaciones de poder.

Curiosamente (y el cadáver aun no se había enfriado), todas las declamaciones de dialogo, terminaron vertiginosamente en una lucha de facciones.

La pata industrialista del gobierno popular se quebró, hasta el punto de reclamar la cabeza del capo de la  Fiat -ex agente kirchnerista- por declararse crítico de las «políticas prebendarías» del gobierno para con los industriales. En pocas palabras, el dueño de la multinacional, Cristiano Ratazzi, sale con los tapones de punta en contra de los 3 elementos que son centrales en la relación que el gobierno quiere implementar con los industriales para la etapa que se abre:

-cualquier proyecto de intervención del estado en la empresa privada aun a costa de la aceptación de subsidios estatales por parte de estas.

-terminar con el proteccionismo industrial por mas moderado que aparezca (libertad de mercado)

-devaluación del peso

Los industriales se suman así como reserva moral al frente sojero. Pidiendo que la crisis se descargue con fuerza sobre los trabajadores. La oposición los acompaña, mientras el oficialismo retacea la receta hasta arribar a junio y cerrar un acuerdo con el FMI.

Los trabajadores no tienen nada que esperar de estas elecciones.

La esperanza está en que todo el reñidero burgués sirva para aclarar la necesidad de crear una fuerza política propia.

La izquierda se enfrenta de este modo a una gran responsabilidad: mostrarse como una alternativa a la que los trabajadores puedan apostar.

El caos kirchnerista se ordena a partir de una ruptura conciente de los trabajadores con estas fuerzas hostiles a sus intereses.

En primer lugar profundizar la lucha en contra los despidos y por aumento salarial.

La renta empresaria sigue sostenida en tasas de ganancias espectaculares, no bajan de un 20 %. Los despidos crecen día a día, pero paradójicamente también crecen los contratos en negro de trabajadores (40%).

Los capitalistas explotan la crisis a su favor. Los trabajadores tienen la responsabilidad de utilizarla para consolidar un voto independiente de sojeros y patrones. Esta es la única lección que nos puede dejar junio.