El repudiable ataque a un parroquiano, quien disconforme con la elección de Manfred Reyes Villa como alcalde de Cochabamba, lanzó un tomate como forma de protesta, es una pequeña muestra de que el ambiente político en la Llajta en los próximos años no será del todo benévolo. Para muestra basta un botón.
Pues bien, ese hecho acontecido en Cochabamba en estos días trae a mi memoria al periodista iraquí Muntazer al Zeidi, quien el 2008 fue el autor de “los zapatazos” más célebres de los últimos tiempos.
En el mundo árabe, “un zapatazo” constituye uno de los peores insultos. Es así que Zeidi aprovechando la visita de uno de los mayores asesinos de la historia, el entonces presidente estadounidense George W. Bush, quien se encontraba de visita en Bagdad poco antes de terminar su mandato tras la salvaje invasión norteamericana a ese país, lanzó un par de zapatazos en contra del expresidente norteamericano. Aunque Bush consiguió esquivar ambos zapatazos, el agravio estaba consumado, convirtiéndose Zeidi en un héroe nacional, recibiendo además elogios de todas partes del mundo. Pero fundamentalmente su hazaña se convirtió en símbolo del rechazo y repulsión a Estados Unidos en la región.
Si en Irak el zapatazo adquirió notoriedad simbólica de rechazo, repudio y desprecio, en Bolivia, “el choclazo” y “el tomatazo”, no se quedan atrás.
Recuerdo que poco tiempo después del golpe de Estado del 2019, uno de los arquitectos de ese nefasto hecho, se atrevió visitar a la ciudad de La Paz, aunque evidentemente, caro le costó la osadía.
Luis Fernando Camacho, jamás se había imaginado que para millones de bolivianos, su presencia en cualquier región del país era absolutamente no grata, hasta el día en que recibió un reverendo y simbólico choclazo, durante su visita a Chuquiago Marka. El nefasto personaje, rodeado de sus guardaespaldas, tuvo que salir huyendo de la feria de “Alacitas”, donde ocurrió el acto de desprecio hacia su persona. No sé si el hombre regrese a esa ciudad algún día, pero si lo hace, seguramente habrán muchos paceños esperando choclo en mano, deseosos de darle nuevamente la simbólica bienvenida.
Recientemente, en otro acto de rebeldía suscitado en instalaciones del Tribunal Departamental de Justicia de Cochabamba, donde juraba como alcalde, Manfred Reyes Villa; acto en que el flamante burgomaestre recibió el desprecio y rechazo de un ciudadano a través de un certero tomatazo.
El hecho fue protagonizado por Jose Luis Funes, miembro del Comité Cívico Popular de Cochabamba, quien entre la gente que se encontraba en los alrededores, lanzo un tomate a Reyes Villa, al grito de ¡asesino…asesino, corrupto!.
Sin embargo, “el tomatazo, a diferencia del “choclazo” o el “zapatazo”, cobró mayor notoriedad un día después de lo ocurrido. Sucede que al día siguiente, Jose Luis Funes, autor del hecho, cayó en la trampa de unos sicarios (una mujer y un matón) quienes valiéndose de un macabro plan, presumiblemente para vengar el tomatazo en contra Manfred Reyes, agredieron brutalmente al anciano dirigente en un suburbio de la ciudad, lugar donde lo llevaron con engaños.
Si el séquito de Reyes Villa cree que las amenazas y el matonaje, lograrán amedrentar, acallar u olvidar los nefastos y fascistas antecedentes de su patrón, están completamente equivocados. El pueblo conoce perfectamente el oscuro pasado de Manfred Reyes Villa, desde su debut oficial participando activamente en el sangriento golpe de Estado de García Mesa, su posterior nombramiento gracias a su convicción ideológica fascista, como edecán de ese dictador.
Asimismo, su participación en las labores represivas posteriores, como la masacre de la calle Harrigton del 15 de enero de 1981, donde fueron asesinados Artemio Camargo, José Luis Suárez, José Reyes Carvajal, Gonzalo Barrón, Ricardo Navarro, Arcil Menacho, Ramiro Velasco y Jorge Baldivieso, dirigentes del MIR. Represión ejercida que le hizo merecedor para ocupar el control de lucha contra el narcotráfico en Chimoré durante esa dictadura, que por cierto, fue entonces cuando fue dado de baja, junto a otros militares, que se habían dedicado al “volteo” de cocaína a pequeños narcotraficantes, sin el permiso de los jerarcas.
Pero además, los bolivianos no olvidamos que Reyes Villa, cuando, como alcalde y presidente de SEMAPA, firmó el 1999 el escandaloso contrato de privatización con la subsidiaria de la transnacional norteamericana Bechtel, Aguas del Tunari, que alevosamente aumentó las tarifas de Agua Potable a más del 100%, provocando una gran movilización popular que culminó con la heroica Guerra del Agua y la expulsión de la transnacional.
Por si fuera poco, el hoy nuevo alcalde de Cochabamba, el año 2007, también fue parte de los afanes separatistas de las logias de Santa Cruz; pretendiendo llevar adelante un referéndum autonómico en Cochabamba, para de este modo alinear a ese departamento a la derecha reaccionaria y provocar la desintegración de Bolivia. ¡Adelante Santa Cruz con su independencia!, gritaba a los cuatro vientos este corrupto y antipatria, viejo conocido.
Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Ojalá que cochabambinos y cruceños, no se arrepientan de haber elegido a dos fascistas con nauseabundos antecedentes. De todas formas, si se diera el caso, los choclos y los tomates, tengámoslos a mano, por sí acaso.