1. Desde 2003 cuando Andrés Manuel López Obrador -siendo gobierno de la ciudad de México- se perfiló como candidato presidencial, en varios sectores de la izquierda real o radical se comenzó a analizar y discutir su personalidad con los argumentos: a) que era un expriísta, b) que estaba rodeado de gente no confiable, c) que […]
1. Desde 2003 cuando Andrés Manuel López Obrador -siendo gobierno de la ciudad de México- se perfiló como candidato presidencial, en varios sectores de la izquierda real o radical se comenzó a analizar y discutir su personalidad con los argumentos: a) que era un expriísta, b) que estaba rodeado de gente no confiable, c) que no era de izquierda, sino simple socialdemócrata (electoralista) Muchos simpatizamos con él y lo acompañamos porque había tomado el camino de las movilizaciones de masas y empezaba a hacer críticas contra el capitalismo, no solo a los gobernantes. Pero también porque los medios de información, los empresarios y los panistas, comenzaban a ubicarlo como el enemigo principal. La realidad es que sus antecedentes haciendo caminatas, ocupando pozos petroleros y actuando como presidente del PRD, le dieron mayor presencia política, mucha más que a muchos «excomunistas». Aunque nuestra crítica fue siempre que AMLO no iría al socialismo.
2. Sin embargo, en sus luchas para defenderse del desafuero -agresión construida por el presidente Fox, por los panista Cevallos y Creel, los priístas, las televisoras, jueces y abogados- su presencia nacional se multiplicó. El mejor momento fue cuando denunció y retó a las instituciones y a los poderes del Estado a encarcelarlo negándose tercamente a ampararse. Sin embargo los izquierdistas no encontrábamos en sus discursos condenas a los explotadores, a los empresarios ni a las intervenciones de EEUU en política nacional. Obvio eso me hacía recordar que tampoco Fidel Castro de 1959-61 o Marcos del EZLN en sus primeros planteamientos, fueron claros diciendo que luchaban contra el capitalismo y el imperialismo, tal como «los cánones marxistas» exigen con el fin de evitar que cualquier politiquero oportunista sólo critique a sus colegas políticos en turno -con el objetivo de colocarse él mismo- repitiendo la infinidad de engaños y traiciones a nuestro pueblo.
3. La realidad es que si no hacemos estos ejercicios críticos de reflexión, estaremos realmente jodidos. No podemos pasarnos la vida votando y apoyando a partidos y políticos que durante seis, 12, 70 años jodan oprimiendo cada vez más los intereses del pueblo (al que pertenecemos los explotados y oprimidos) y la pasemos tan campantes como si nada pasara. «Solo el pueblo salva al pueblo», dice López Obrador, frase que aprendí del FAT en los años sesenta; yo sólo diría: «de manera directa, sin intermediarios». Por eso cuando Guillermo Almeyra reflexiona hoy en La Jornada sobre el papel de la izquierda frente a AMLO -seguramente respondiendo a Marcos- me ha parecido importante continuar apuntando acerca de este problema básico del que he escrito decenas de artículos. La realidad es un asunto -no intelectual- que, de quedarnos claro, ayudaría a la izquierda nacional e internacional a alcanzar la claridad del problema, porque no es un dogma.
4. Escribe Almeyra: Con un México con 67 mil asesinados, ocupado militarmente, en el que el narcotráfico despliega ejércitos mejor armados que las fuerzas del Estado, y donde Estados Unidos manda, entra, sale, actúa, controla, manda armas a los narcos, lava dinero de la droga, espía y hace y deshace en la política y en la economía -y en medio de la mayor crisis capitalista mundial de todos los tiempos- no estamos ante una simple renovación electoral de la cúpula del Estado. Lo que está en juego es si México culminará su integración subordinada con Washington. Es la independencia del país y la posibilidad de una alternativa al neocolonialismo y de la construcción de un sistema que asegure trabajo, estabilidad, desarrollo, paz y justicia, trabajando para eliminar la explotación y la opresión. El peligro es inmediato pues incluso se ventilan abiertamente en sedes gubernamentales estadounidenses los proyectos de anexión de México. Es una realidad.
5. Lo que apunta Almeyra es lo que llamo el «quid», es decir, lo que define nuestra posibilidad de ser independientes y desarrollarnos económica y políticamente como país autónomo o seguir -como la mayoría de los países del mundo (particularmente los más agrarios)- supeditados o esclavizados por los yanquis. ¿Sabías que México, por lo menos desde 1982 -a raíz de firmar la carta o compromiso de «intención»- autorizó a los EEUU a intervenir directamente para definir cómo dividir el presupuesto público anual? La realidad es que me da risa que en algún momento se hable de la «independencia y la democracia» de México cuando sólo somos «el patio trasero de los yanquis». La realidad es que si AMLO en la Presidencia no logra romper aunque sea una parte de la dependencia su gobierno será mediocre. Pero es el único que por su historia de movilizaciones, puede hacer algo, porque Peña Nieto o cualquier panista seguirán siendo los reptiles que se arrastren ante EEUU.
6. México, por su terrible dependencia hacia los EEUU -por lo menos desde 1940- no ha podido resolver los problemas de su pueblo y ha tenido que subordinarse a los intereses empresariales. Fueron los intereses combinados: empresarios y yanquis quienes impusieron la política de importar artículos de lujo e innecesarios (sustitución de importaciones), los que crearon el enorme endeudamiento y la dependencia. López Obrador lo sabe de sobra pero le da miedo explicarlo o denunciarlo. Pero, como dice Almeyra: «no se puede creer que son todos iguales y que da lo mismo que gane Juárez o Maximiliano (o, con todas las diferencias del caso, Calderón o López Obrador, éste o Peña Nieto). Aunque los trabajadores no pueden esperar nada sino de sí mismos y de su independencia política y su autorganización, no les es indiferente si existe o no un marco constitucional en el país, si se logran o no espacios democráticos, si se roba y mata impunemente o si el gobierno al menos trata de poner reglas y de impedir que funcione la ley del más fuerte.
7. No se puede decir que todos iguales y que da lo mismo- escribe Almeyra- que gane Calderón o López Obrador, éste o Peña Nieto. Porque; aunque los trabajadores no pueden esperar nada sino de sí mismos y de su independencia política y su autorganización, no les es indiferente si existe o no un marco constitucional en el país, si se logran o no espacios democráticos, si se roba y mata impunemente o si el gobierno al menos trata de poner reglas y de impedir que funcione la ley del más fuerte. Puede que AMLO, aunque busque ser independiente no lo logre por el gran poder empresarial. de los medios y del imperio, pero de lo que se puede estar totalmente seguro es que Peña Nieto o cualquier panista, de ganar, serán iguales o peores que Salinas, Fox o Calderón. Hasta ahora el PRD Chucho ha sido una mierda oportunista, pero si ponemos a mover el motor de la historia, que es la participación directa de las masas, seguro que lograremos arrinconar a quienes quieran oponerse a ellas.
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