Los países en desarrollo deben buscar soluciones innovadoras y actuar en consorcio si quieren superar sus problemas y atender a las principales necesidades de la población, ya que no pueden alcanzar los grados de inversiones tecnológicas de los países industrializados.
El ministro para la Ciencia y la Tecnología de India, Kapil Sibal, hizo esta advertencia recordando que una sola empresa del sector farmacéutico estadounidense, Pfizer, invierte en investigaciones 8.000 millones de dólares anuales, superando a muchos de los mayores países en desarrollo, al hablar en un foro ministerial sobre financiamiento del sector.
El foro, promovido el lunes por la Red de Organizaciones Científicas del Tercer Mundo (TWNSO, en siglas inglesas), fue en el ámbito de la décima Conferencia General de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS), que tiene lugar en Angra dos Reis, ciudad turística a 150 kilómetros de Río de Janeiro, desde el sábado hasta este miércoles.
Además de formar consorcios, pues los países pobres solos están limitados por la escasez de recursos, será necesario concentrar esfuerzos en «nuevas fronteras de la ciencia», como nanotecnología, bioinformática y nuevos materiales, y en los graves problemas del mundo en desarrollo, como saneamiento, seguridad alimentaria y pobreza, acotó.
Buscar soluciones de bajo costo, como el uso del bambú en la construcción, es una alternativa, porque muchas veces las tecnologías avanzadas no resuelven los reales problemas de la pobreza. Más que financiamiento, el desarrollo de los países pobres necesita «pasión y compromiso», afirmó el ministro.
En su discurso ante una docena de ministros y altas autoridades científicas, Sibal sugirió que el Grupo de los 77 (G-77), que ya congrega a 131 países en desarrollo en los foros de las Naciones Unidas pero se identifica con su número inicial de 1964, concentre esfuerzos de financiación en energía solar, biodiversidad y salud.
Cada país del G-77 podría contribuir con 0,01 por ciento de su producto interno bruto (PIB) a una iniciativa de desarrollo de la energía solar, propuso. Los combustibles biológicos y el combate a enfermedades como el paludismo (malaria) serían objetivos de otras iniciativas.
El foro sobre financiamiento siguió a una reunión de ministros de Ciencia y Tecnología del G-77, realizada el domingo, destinada a dialogar sobre desafíos de esa área en el hemisferio Sur.
En el encuentro, el ministro sudafricano Mosibudi Mangena anunció la creación del Consorcio del G-77 sobre Ciencia, Tecnología e Innovación, con sede en la misma ciudad italiana de Trieste que acoge a la TWAS y la TWNSO. Además, se entregó al físico colombiano Pedro Antonio Prieto el primer premio científico concedido por el grupo.
Las numerosas ponencias en el foro destacaron las dificultades de los países pobres, especialmente los pequeños, para financiar investigación y desarrollo, pero también planes ambiciosos para los próximos años.
Las inversiones actuales varían de 0,12 por ciento del PIB, en Panamá, a 0,87 por ciento, en Irán. Las metas en distintos planes anunciados pretenden en general elevarlas a uno o dos puntos porcentuales del producto, casi la proporción de los países ricos. Irán aspira a llegar nada menos que a dos por ciento en 2008, con un aumento del presupuesto de «por lo menos 15 por ciento al año», anunció el ministro Mohammad Mehdi Zahedi.
Fueron destacados avances puntuales. El ministro brasileño de Ciencia y Tecnología, Sergio Rezende, señaló la importancia de los fondos de apoyo a las investigaciones científicas en el incremento de las mismas. El año pasado ese sistema financió 64.700 becas, «20.000 más que dos años antes», contribuyendo a un aumento de 19 por ciento en los doctores formados en el país.
Cuba dispone de 60.000 médicos, 20 veces más que al inicio de la revolución en 1959, y gran cantidad de ellos prestan servicios en todas las regiones del Sur. La tecnología permite al país caribeño desarrollar vacunas y medicamentos contra muchas enfermedades que afectan principalmente a las poblaciones pobres del mundo.
Pero también se señalaron situaciones dramáticas como la de Sri Lanka, que sólo destina 0,18 por ciento del PIB a investigación y desarrollo tecnológico y pierde a sus escasos científicos, que emigran. Solo en la agencia espacial de Estados Unidos (NASA) hay 261 científicos de Sri Lanka, lamentó el ministro de ese país, Tissa Vitarana.
Los pequeños países sufren problemas específicos y más graves en esa área. Es el caso de Panamá, que siempre tuvo inversiones limitadas «por ser un país comercial», pero que cambió su actitud ante la constatación de que hoy «nada se hace sin la ciencia», especialmente con la expansión de las tecnologías de la información y comunicación, señaló Julio Escobar, secretario nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
La diferencia entre las inversiones de países industrializados y en desarrollo está en el sector privado. En Estados Unidos, el sector público destina cerca de 0,5 por ciento del PIB a investigación y desarrollo tecnológico, un porcentaje no muy distinto al de los demás países, incluso en desarrollo, pero el privado aplica el triple, destacó Escobar a IPS.
En los países en desarrollo, especialmente los pequeños, no hay escala económica que estimule a empresas privadas a la actividad científica y tecnológica. El Estado tiene entonces que cumplir un «papel inicial fuerte», eligiendo luego sectores en que la escala nacional «remunere las inversiones», opinó.
Brasil e India, por sus dimensiones, tienen escala para justificar inversiones en aviación, ejemplificó.
En Panamá, el canal interoceánico cumple el papel de atraer recursos para el desarrollo de tecnologías para transportes, agregando valor en rubros como puertos y embarcaciones. De la misma forma, muchos países en desarrollo son tropicales, con una biodiversidad que estimula la investigación en biotecnología que, como la computación, no necesita inversiones iniciales muy abultadas, explicó.
La estrategia es basarse estrechamente en la realidad nacional y establecer focos precisos. Pero un desafío, más arduo en países pobres, es que el desarrollo científico y tecnológico exige «estabilidad de largo plazo», que sólo se obtiene con diversidad de fuentes de financiación, concluyó. (FIN/2006)