1. En México, escuchando a los presidentes de EEUU (Obama), Canadá (Harper) y nuestra nación (Peña), me doy cuenta que esa palabreja «democracia» es usada como comodín. A nadie le da vergüenza, a ninguna persona le sangra la boca, por hablar de democracia sin realmente sentirla ni conocer su significado. Es una palabra mágica -más […]
1. En México, escuchando a los presidentes de EEUU (Obama), Canadá (Harper) y nuestra nación (Peña), me doy cuenta que esa palabreja «democracia» es usada como comodín. A nadie le da vergüenza, a ninguna persona le sangra la boca, por hablar de democracia sin realmente sentirla ni conocer su significado. Es una palabra mágica -más usada que justicia, libertad o igualdad- que repiten los políticos, los empresarios, la clase dominante. Aunque un gobernante sea representante de la guerra, del armamentismo, del saqueo, de la explotación, basta con presentarse como «demócrata» ante un país y frente al mundo para que sea bienvenido y escuchado.
2. Aprendí en la primaria que la palabra democracia se origina de las palabras grietas «demos» (pueblo) y «cratos» (gobierno), es decir, gobierno del pueblo; pero luego me enseñaron que en Grecia los esclavos productores de la riqueza tenían prohibido las elecciones y que éstas eran determinadas por los esclavistas y los «hombres libres». Así que aquella «democracia griega», desde entonces, era de las minorías. ¿Cuándo la democracia ha sido del pueblo pobre y explotado? ¡Nunca ni en lugar alguno! La democracia es un sistema político introducido por el capitalismo contra el feudalismo. Los gobernantes dejaron de ser nombrados por el monarca familiar para ser ahora «electo» por la clase rica dominante empresarial.
3. Hemos vivido -los pocos conscientes de la importancia de lo político y de la administración de un país- escuchando de millonarios, así como de los mismos explotados sobre el «respeto a la democracia». Se repite que la democracia es la determinación de la mayoría, sin decir que es a partir de arriba para imponerles a los de abajo. En México por ejemplo se decide al candidato presidencial por el presidente, el imperio yanqui y los grandes empresarios; después baja el acuerdo a los funcionarios y líderes; por último baja -junto con muchos millones de pesos a repartir- hasta los electores. ¿Puede negarse que esto sea «democracia» después que con cierta imbecilidad el pueblo vota «sin que lo hayan forzado»?
4. Esa es una elección democrática indiscutiblemente porque el candidato ha pasado todos los coladores, tamices y todos (o casi todos) han votado por él. A eso llamamos la democracia burguesa que domina por lo menos desde hace 300 años y que la mayoría acepta porque «se somete a elecciones». Es la democracia de EEUU, Francia, Brasil y México. ¿Cuándo el pueblo ha participado en la selección de candidatos? ¿Cuándo el pueblo para votar no ha recibido regalos, campañas televisivas, promesas de los candidatos oficiales y con más dinero? Si eso es la democracia, la única válida en la historia, entonces no deja de ser una forma de engaño, de estupidez, tontería y de basura.
5. Desde hace muchas décadas me considero un antidemócrata porque he pensado que la democracia es un sistema de dominación de la clase burguesa y que es muy estaliniano decir que «contra la democracia burguesa la democracia proletaria o popular». Sería igual de tiránico que unos cuantos líderes -suplantando a los trabajadores y hablando en nombre de ellos y la izquierda- estableciera una dictadura como la actual. Sólo mediante la extirpación del capitalismo y el establecimiento de la igualdad podrían organizarse consejos autogestivos de trabajadores en las fábricas, los ejidos, las poblaciones y escuelas.
6. La realidad es que en el sistema capitalista no puede existir ningún «buen gobierno» que beneficie a los trabajadores, es decir a la mayoría de la población. A pesar su enorme honestidad, capacidad y valentía el profesor Othón Salazar, el ferrocarrilero Demetrio Vallejo, fueron secretarios generales de sus sindicatos; los legisladores Noroña, Muñoz Ledo o Monreal, en el congreso, y nada -absolutamente nada- significativo- pudieron hacer. El capitalismo -aunque gobernantes como Obama o Peña sean débiles- como sistema de dominación sigue siendo fuerte. Si no luchamos por desaparecerlo, lo demás es entretenimiento.
7. En lugar de la lucha por la democracia -acompañada por intereses electorales y por lograr cargos de gobierno- que busca (desde hace por lo menos un siglo) fortalecer el sistema capitalista, debemos encontrar, inventar, caminar hacia estrategias anticapitalistas de verdad. En los sesenta y setenta se habló de los consejos de fábrica, de las comunas campesinas, de asambleas populares, grupos de acción directa y autogestivos. Todas estas ideas y pequeñas prácticas fueron borradas por la burguesía al abrir sus puntar a más partidos electoreros y a poderosos subsidios económicos y políticos. Quizá sea el tiempo de retomarlos para derrotar a la llamada democracia que no puede ser ni más ni menos que burguesa.
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