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Desigualdad y democracia, los grandes electores

Fuentes: Rebelión

En México todos tenemos derecho al voto y cada persona en términos de votación vale lo mismo. El voto del hombre más rico vale lo mismo que el del hombre más pobre. La democracia nos iguala, al fin al cabo, más allá de cualquier determinación todos somos ciudadanos. Esta igualdad, sin embargo, es un espejismo, […]

En México todos tenemos derecho al voto y cada persona en términos de votación vale lo mismo. El voto del hombre más rico vale lo mismo que el del hombre más pobre. La democracia nos iguala, al fin al cabo, más allá de cualquier determinación todos somos ciudadanos. Esta igualdad, sin embargo, es un espejismo, una ilusión que choca y se destruye ante la realidad de nuestra «democracia» en dónde unos valen más.

Esto se observó con plenitud en la «81 Convención Nacional Bancaria» que reúne al poder financiero de México. En una exclusiva zona de Acapulco, segura a diferencia de la mayor parte de Acapulco y del estado de Guerrero, los banqueros y financieros lograron congregar al poder político. El presidente Peña e importantes secretarios de Estado, junto con el presidente del Banco de México, estuvieron en lo que pareció un informe de actividades. Aprovechando la oportunidad ahí mismo Peña Nieto promulgó la «Ley para las instituciones de tecnología financiera».

La imagen del poder político, asistiendo puntualmente, informando y respondiendo dudas y cuestionamientos, permite observar la preponderancia que tiene el sector financiero en la sociedad. Los banqueros lograron convocar a todos los candidatos a la presidencia, una pasarela en el que todos los candidatos buscaron congraciarse con la banca. Los banqueros escuchaban, cuestionaban y aprobaban, mientras los candidatos buscaban quedar bien con ellos, ofrecían garantías al sector y perspectivas positivas para sus negocios. No faltó el uso de la comentocracia y algunos intelectuales neoliberales como maestros de ceremonias.

Ningún sector de la sociedad tiene ese nivel de convocatoria para que en su casa se expliquen las acciones de gobierno y las propuestas de los candidatos presidenciales. Su poder económico se refleja en su poder político. Todos los presidentes desde la imposición del neoliberalismo han sido palomeados por el capital financiero. Son un gran elector, un votante distinto, al que se obedece y se halaga para llegar a los máximos cargos del poder político.

La influencia de este sector es proporcional a su poder económico, la banca y el capital financiero son los grandes ganadores del neoliberalismo. En un país que padece una crisis profunda, con niveles extremos de violencia, con millones de mexicanos en pobreza, una desigualdad lacerante, migración, que es un éxodo para buscar mejores oportunidades, y con crecimiento económico mediocre, en este contexto el capital financiero y la banca no han dejado de acrecentar sus ganancias, como ningún otro sector de la economía.

La sociedad está dividida en clases y sectores, la disputa política es una disputa por las instituciones y por colocar el interés de una clase o sector por encima de los otros. El neoliberalismo como proyecto de clase es la subordinación del Estado al gran capital. La «Convención Nacional Bancaria» mostró que la «democracia» mexicana tiene jefes, los hombres del gran dinero.

José Antonio Meade fue el más aplaudido por los asistentes a la «Convención Nacional Bancaria», saben que es uno de los suyos, lo ha demostrado en más de un sexenio. Eso es la consciencia de clase. Días después, en un evento en el estadio Akron de la Chivas, Jorge Vergara, dueño del equipo e importante empresario, presentó a José Antonio Meade ante un público diverso, principalmente trabajadores de sus empresas. La intención era mostrar a Meade como la mejor opción para México, el patrón presentando al candidato, induciendo apoyo a su candidato. El acto, sin embargo, no salió como lo planearon Vergara y Meade, el guión se rompió en medio de gritos de «¡fuera!» y abucheos. Una muestra espontanea de consciencia de clase.

En 2018 será histórico, en medio de la decadencia, se abre la posibilidad de que una irrupción cívica, venza al «gran elector» y todo su arsenal de manipulación y defraudación. Esto sería un importante avance hacia la democracia.
 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.