Por el singular mérito de cumplir 60 años a don Javier le rindieron un merecido homenaje. Lo de singular se debe a que sólo él podía cumplirlos de manera que deviniera sexagenario. Hoy cumple 65, edad en la que la mayoría de los mortales merecidamente o no se jubila. ¿Se lo merece el autor de «Todo […]
Por el singular mérito de cumplir 60 años a don Javier le rindieron un merecido homenaje. Lo de singular se debe a que sólo él podía cumplirlos de manera que deviniera sexagenario. Hoy cumple 65, edad en la que la mayoría de los mortales merecidamente o no se jubila. ¿Se lo merece el autor de «Todo no va a ser follar» -por citar uno de los estribillos más conocidos de los últimos años- ? Que se lo pregunten a la gente de todas las edades y condición que casi religiosamente no pierde cita en cafés y salas de toda España cada vez que dejan que «corra el atleta». (Después de entrar en la OTAN, ¡democráticamente y todo!, el gobierno socialista de Felipe González hizo cuánto pudo por impedírselo). Cuando oportunamente algunos de su gremio exigen proteger los derechos de autor, ¿cuánto hace que no pisan un escenario? Y digo solamente pisar o patalear. El autor de la perversa Leonor o don Andrés octogenario, entre más de un ciento, sube y baja del tablao más que otros de la oficina, hecha la cuenta por semanas. Me da, por tanto, que su público le ha nombrado emérito para otra larga temporada. Es el mejor homenaje.
temo no verme nunca encaramado a un pedestal:
no alegrará mi efigie el censo de monumentos,
no vendrán las palomas a rociarme de excrementos.
Y es una pena, la verdad,
porque sería muy bonito
seguir de adorno en mi ciudad
sobre un bloque de granito.
Pues qué penita y qué dolor,
no tendré estatua, no señor.
Para
mí, que este vecino de la Espe tendrá sin que pueda evitarlo una efigie
de granito por Malasaña rociada de excrementos de paloma y vómitos de
salomés.
Gracias a mi postura más bien anticlerical
no será un siglo de éstos cuando entre al Santoral:
no acudirán beatas a pedirme un milagrillo
no vendrán los ladrones a vaciarme mi cepillo.
Y es una pena, la verdad,
porque tenía cierta gana
de echarle un ojo a la deidad
mientras me doran la peana.
Pues qué penita y qué dolor
no tendré culto no señor.
Para
mí y numerosos fieles el día de 30 de marzo es ya el día de San Javier
y no del tal Francisco de Javier, sino exclusivamente de San Javier
Krahe.
No me resisto, ya puestos, a prescindir de las coplillas siguientes
con las que concluyo:Gracias a que mi musa se las da de cerebral
son pobres mis compases para expresión corporal:
no danzarán mis prosas las reinas de discoteca,
no vendrán los carrozas a hacer su gimnasia sueca.
Y es una pena, la verdad,
porque sería algo inefable
cambiar la torpe realidad
y ser o Borges o bailable.
Pues qué penita y qué dolor
no tendré el Nobel, no señor.
http://sakurambotsumamu.blogspot.com/2009/03/dia-de-san-javier-krahe.html