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Dos personas distintas y un solo proyecto

Fuentes: Rebelión

A tres meses del tránsito sexenal, las cosas marchan a pedir de boca tanto para el mandatario saliente como para la presidenta entrante. No se observan barruntos de tormenta ni en el ámbito económico ni en el campo político.

Más aún: puede decirse que en ambas esferas reina la calma, la tranquilidad, la confianza en el futuro mediato e inmediato, lo que augura una continuidad tersa de la Cuarta Transformación.

Los enemigos de ésta se han quedado sin armas y sin argumentos desestabilizadores. No han funcionado hasta ahora los ataques especulativos contra la moneda nacional ni las campañas de intrigas que buscaban y buscan una ruptura entre López Obrador y Claudia Sheinbaum.

En el caso de los esfuerzos de la oligarquía por generar un ambiente pre devaluatorio las cosas no le han salido bien por una poderosa razón puramente económica: no hay un proceso inflacionario interno que haga necesaria o que allane una devaluación del peso.

Y en el ámbito político no puede haber ruptura o distanciamiento entre Sheinbaum y López Obrador porque ambos comparten el mismo proyecto de gobierno. ¿O alguien espera que vuelvan las odiosas privatizaciones de los bienes públicos, alma y esencia del modelo neoliberal?

¿O alguien confía en que Claudia Sheinbaum decida volver a las condonaciones de impuestos a la gran burguesía? ¿O a la reducción o  al abandono de las políticas sociales de redistribución del ingreso nacional, como las pensiones a los adultos mayores y las becas a estudiantes? ¿O que la nueva mandataria decida suspender o achicar la inversión pública en grandes obras de infraestructura, generadoras de empleo y bienestar popular?

¿O habrá quien piense que Sheinbaum va a cejar en el propósito de reformar el Poder Judicial para moralizarlo y arrancarlo de los brazos de la oligarquía y de la delincuencia organizada?

Y menos después de obtener una montaña de votos en los pasados comicios en proporción de más de dos a uno sobre los abanderados del conservadurismo. Al contrario. Lo que se vislumbra es una aceleración y una profundización del programa histórico del obradorismo. Dos personas distintas y un proyecto social e histórico semejante.

No se trata nada más de coincidencias ideológicas entre los dos personajes. Se trata de la sobrevivencia política de la propia Sheinbaum. Y de su paso a la historia.

Renunciar a esa gloria no es una opción. La alternativa es apretar el paso, como en su momento lo hicieron los presidentes Benito Juárez, Lázaro Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.