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"Ana y los lobos" (1972)

Dos tiros en la cabeza de la pedagoga reformista

Fuentes: Rebelión

El perro, el nogal y la mujer, cuanto más le golpeas, mejor es. COPLA POPULAR

Salvaré a España del marxismo cueste lo que cueste. No me importaría matar a media España si tal fuera el precio a pagar para pacificarla. GENERALÍSIMO FRANCISCO FRANCO

Hay que sembrar el terror… Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. GENERAL EMILIO MOLA VIDAL

¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte! GENERAL JOSÉ MILLÁN-ASTRAY

A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino la de acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella. ANTONIO VALLEJO-NÁGERA (PSIQUIATRA MILITAR)

El ciclo Tributo a Carlos Saura del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, continúa con Ana y los lobos, una velada crítica a la dirigencia franquista, una feroz diatriba contra la aristocracia española, una sutil ironía sobre lo que los degenerados de la época pensaban sobre las niñas y las mujeres: todo de forma solapada y con el silencio cómplice de la Iglesia, que siempre actuó en connivencia con el sátrapa; y que, por solo poner un ejemplo, llamó rojo o comunista a todo aquel que no pensara como ellos o que disintiera de cuanto atropello se cometió en nombre de Dios y con la certeza sin norte de que habría que sembrar el terror por doquier, antes que pensar siquiera en recular de tanta violencia, secuestro, desaparición y muerte. Saura, quizás el último de los autores clásicos del cine español, y Azcona, uno de sus mayores guionistas, se unieron para urdir una trama que, como en La caza, halló cómo burlar a la censura y urdir un cuento cruel.

Un cuento para trastornar al statu quo, por cuenta de la institutriz que llega a una casa señorial y, de entrada, choca con el acoso, el abuso, la censura a su correo: un correo extra/ordinario, por vulgar, en el que ella parece enredarse, pero… lo hace para esquivar el inminente peligro que representa ese trío machista, plagado de vicios y taras familiares y cuyo miembro más inofensivo en apariencia será el que determine el fin de Ana, en otra cruel alegoría de ese fermento pútrido que encarna Franco, el franquismo y, entre muchos otros, sus generales, los que, como dijo el propio Franco (pero se le achaca a Turbay, no sin razones): “Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso adelante”. (1) Un drama, una comedia negra, un thriller psicológico, a través del cual se muestra todo lo que hay detrás de ese ‘sepulcro blanqueado’, lavado y sin más activos que los de sus artífices, en que se convirtió a España y que el filme representa por vía de ese perverso y manipulador anacoreta que parece levitar.

El filme, rodado en la finca El Pendolero, municipio de Torrelodones, a 29 Km de Madrid, se inicia con el arribo de la inglesa Ana a esa casa, y a esa casta, de aristócratas, ya venidos a menos: que a través de la desquiciada madre, por más Mano de Hierro que sea, se quejan todo el tiempo por el pasado que se fue de paseo y se encargan de montar un teatro bufo casero para sacarle los cueros al sol al franquismo, sin pasar jamás de la ironía al desaliento, para desnudarlo en sus más retorcidas impudicias: las que encarnan Juan, José y Fernando. El primero, alegoría de la represión sexual a causa del dogma instalado en la conciencia colectiva por el (im)piadoso Caudillo y su arrodillada Iglesia; el segundo, un obseso con los uniformes (incluso, o ante todo, para la mente) y todo lo que huela a milico, reserva sexual incluida; el tercero, con su extravío/prurito metafísico de eremita, en tanto solitario que vive en un lugar deshabitado, una cueva, para dedicar su vida a la oración y al sacrificio, pero, no.

Pues, Fernando, por el camino extravía/confunde sus fines con los de sus hermanos y termina por formar una tríada de la perdición, el fisgoneo y el abuso, para terminar en una dudosa, aunque segura, valga el oxímoron, alianza violadora de los más mínimos DDHH, así éstos no sean considerados como serios o reales por representar la trama de una comedia dramática. Ana se topa de entrada con José y su (falso/ajeno) correo está ya intervenido; hurga en sus libros y hace más censura que reparo en ellos; cuando Ana se va a bañar, parece retirarse con respeto, pero lo que sugiere pensar es en meterse con ella a la ducha. En ese punto, algo parece estar mal, pero todo es aceptado/normal dentro del espíritu de la época. Esa otra Dama de Hierro, con mano ídem, evoca a sus hijos y al hacerlo brota una secuela de horror, taras y desviaciones familiares, capaces, si eso fuera posible, de conmover al mismísimo Franco o al Innombrable Varito. Aun así, en perfecta farsa, la madre habla de todo cual si fuera chiste.

Y lo peor es que la prole celebra sus (malos) chistes, aunque ninguno la escuche en realidad, porque c/u de ellos actúa como hiena/piraña o chacal, dispuesto a no dejar un solo hueso de la incierta cena en pos de una herencia incierta. En lo que aparenta ser comedia, pero que al cabo solo es tragedia, el personaje representado por Rafaela Aparicio que parece anónimo, es decir, carecer de nombre, aun así, da la impresión de controlar los más primarios instintos de sus vástagos. Y aunque ellos permiten adivinar que no están muy enterados del asunto, la cosa sugiere funcionar, pero más por lo aceitada que está la maquinaria social, no sexual, que por lo preparados que pudieran parecer tan heterogéneos, pero por torcidos, especímenes dizque humanos. Los tres, exponentes de esa clase de machos que piensan que la mujer, el pollo y el marrano se comen con la mano o, aun peor, que entre menos se respete a la mujer más fácil presa será de sus oscuros instintos, su primitivo carácter, su asquerosa condición…

Cuando la madre, en cierto momento antes de un patatús epiléptico (c/u parece calculado), dice que ‘las ratas se comen nuestros recuerdos’ no hace otra cosa que aludir, así sea de forma inconsciente, a la Guerra Civil (GC). Pero, también parece estar anunciando lo que se viene: el trío de ratas humanas sobre el cuerpo de Ana y esta idea, de contera, va atada a la idea del poder, franquista para el caso, como fascista o nazista pudiera ser, poder visto como la posesión sobre uno de los elementos que mejor representa la fragilidad humana: el cuerpo. Ana se ve expuesta al acoso distante y lento pero seguro de José; al manoseo permanente y entre dudoso y juguetón de Juan; a lo distractor y envolvente, raro y embaucador, del dogma fernandino, todo lo cual termina por convertirse en un hasta cierto punto atractivo sancocho espiritual, tan apetecido por las mentes sin preparación ni carácter, pero que, en el caso de Ana, termina por convertirse en una vuelta de tuerca, en la que al comienzo parece ganar ella.

Sin embargo, pronto se verá que los mecanismos del Poder, por perversos que sean, son muy eficaces para lograr lo que se proponen, por grande que sea la resistencia a sus fines. Detalles en apariencia nimios no lo son tanto: así, la canción de cuna que las niñas entonan, mientras juegan a la cocina, la misma a la que alude el psiquiatra militar y que debe encaminarse no al solaz de las mujeres sino a ser dominadas, no a su lucha por la vida sino a la procreación de quienes designe la Providencia a luchar por ella, según clero, milicia y Poder. Porque, de lo contrario, se les atrofia la inteligencia, aunque solo aquí se hable de inteligencia con respecto a las mujeres y se haga un símil con las alas de las mariposas, asunto sobre el cual hay una obra de teatro: Las 50 mariposas de la isla de Kerguelen, (2) drama/documento posmoderno que recrea los experimentos de Vallejo-Nágera en la prisión de Málaga sobre el gen rojo que en teoría llevaba a la perversión moral/sexual e ideológica por vía del marxismo.

En el fondo, un experimento (3) parecido al que hace el trío tanático de Juan, José y Fernando con Ana pues c/u desea capturarla para llevarla a su prisión: la de las cartas/porno, anónimas y sucias de Juan; la de los uniformes, insignias (no del valor, sino de la cobardía) y charreteras de José; la de la muñeca embarrada como de El exorcista de Fernando. Saura procurará llevar los tres peleles a la historia de Mamá cumple cien años, secuela de Cría cuervos, pero falla en el intento pues evidencia en ella un cierto cansancio creativo, mientras la sola actuación de esa suerte de niña anciana que es Ana (Ana Torrent), encarnada con una fluidez que parece taoísta, hace de Cría cuervos una de las cumbres de la expresión cinematográfica de Saura, de su rol dentro del cine de autor, así como del cine de productor del vasco Elías Querejeta. Ambos, con su burla de la censura y sus imágenes hacen de estas deudoras del orbe social del que brotan, lo que a su turno impide alterar su contexto a riesgo de cometer un craso error.

En este punto, vale recordar que para la época había dos grandes surcos de evolución: uno, relativo a las condiciones inherentes al llamado ‘cine del régimen’ que al filo del tiempo cambiará muy poco y de forma lenta en el afán de adecuarse a los cambios en la sociedad; otro, permite comprobar la salida de filmes que marcan diferencia y proyectan oposición al diktat oficial franquista, por lo cual se toma como materia prima a la comedia, al realismo, al cine pleno de símbolos, justo, como el del dúo Saura/Querejeta y luego, a partir de 1982, de Carlos Saura y Emiliano Piedra y también con Andrés Vicente Gómez. Ese cine de fuerte carga a medio camino entre el símbolo y la metáfora cumplirá un papel crucial en la búsqueda de derrotar al inmovilismo, la terquedad y el fanatismo, de quienes fungían como gobernantes de un país sin Gobierno o mandatarios de una nación sin derroteros éticos ni políticos ni económicos. El cine de C. Saura vino en auxilio de las mentes exentas de prejuicios y libres.

Problema que se extendía a la censura; por otro lado, al de autor y de productor, habría que agregar el cine de guionista. Así, en 1937 el cine depende de la Delegación de Prensa y Propaganda; en el 39, se crea la Subcomisión Reguladora de Cine, dependiente del Ministerio de Comercio e Industria, para vigilar estas áreas. Luego, en 1941, pasa a manos de la Vicesecretaría de Educación Popular de las FET y las JONS, para vincularse en el 45 al Min. de Educación Nacional, dentro de la subsecretaría de Educación Popular. Como se nota, un asunto muy burocrático. Para terminar, en el 51, al crearse el Min. de Inf. y Turismo, el cine dependerá de él hasta la muerte del dictador (nov.75). (4) En lo que concierne al cine de guionista, cabe una breve mención a Rafael Azcona (1926-2008), uno de los mayores de España y quien trabajó con directores como M. Ferreri, L. García-Berlanga, A. Lattuada, P. Olea, J. L. Cuerda y C. Saura, claro, en Peppermint frappé, La madriguera, ¡Ay, Carmela!…

En conclusión, Ana y los lobos es un filme que en clave simbólica cuestiona al Régimen y a la aristocracia española que, empezando por la Monarquía, cohonestó, junto a la Iglesia, los crímenes de Estado. Junto a El jardín de las delicias y La prima Angélica cobra mayor peso la metáfora alusiva a la política, así como Stress es tres… tres y La madriguera son sendas críticas a la conducta de la burguesía. Un papel descollante en el cine de Saura, lo juegan tres de sus más importantes productores: Querejeta, Piedra y Gómez. Los personajes de su cine pocas veces se diseñan a partir de sus propias cualidades, virtudes o fallas, sino que más bien trasmutan ese carácter parcial/relativo en la simbolización general/total: Ana, v. gr. aun culta, preparada, sin prejuicios, se adapta de momento a la condición alegórica de la sumisión, dependencia e inconsciencia, a fin de poder sobrevivir en ese espacio inhóspito de los lobos/hombres que llegan al extremo de someterla al abuso, a la violación, en fin, a la muerte.

Antes de Ana y los lobos, hay un filme modélico sobre la forma como Saura aborda a sus personajes: La prima Angélica. Siendo en esencia emblemas, casi nada importa si se transforman los sujetos, las huellas que el pasado deja en sus rostros, el desempeño emocional o la verdad psicológica que transmitan sus protagonistas. De ahí que a menudo sus obras muestren a uno de ellos que mientras asume al personaje de turno a su vez actúa. En Ana y los lobos ocurre un caso similar con las niñas que juegan a los oficios caseros mientras entonan la canción de cuna: de momento no son ellas, las habita el estereotipo de la mujer soñada por el autor del experimento del ‘gen rojo’, tan parecido al de los nazis y mostrado por A. Kluge (5) en Un experimento amoroso (6); también, con los adultos/niños Juan, José y Fernando, que viven en la abstracción continua, enajenados de sí mismos, con sus vidas prestadas a la represión sexual, al culto marcial y religioso, al pretexto fundamentalista vacío.

Ya con motivo de otra experiencia fílmica relativa a la represión sexual, Peppermint frappé, Saura había expuesto el tema con sofisticación aun tratándose de un conflicto cargado del tinte esquizoide, con lo que ya la cifra rebasaba los ocho filmes rodados de modo difícil hasta el extremo, hecho que definía de una manera singular, no exenta de ironía ni contradicción: ‘Descubrí la necesidad de expresarme indirectamente, al hacer cine, a través de la realización de lo imaginario, pues topaba con la imposibilidad, en la España de hoy, de afrontar la realidad presente’. Luego, viene la ironía: ‘He escapado a la parte física de esa realidad para poder recoger otros aspectos más concretos, como los fantasmas, las obsesiones, los sueños’. (7) Quizás la relativa libertad de Saura al hacer su cine entre las hienas censoras, coincida por contraste con lo que decía Huston: ‘Algunas de mis peores películas las he realizado desde que tengo libertad absoluta’. (8) Para Saura, el hacer cine no era un asunto de creación total…

Más bien, un asunto de control suficiente. Con ello, cada uno de los actores, el montajista, el compositor, contaba con su autonomía. En el caso de Ana y los lobos esto es verificable: los que encarnan a Juan, José y Fernando, igual que la actriz que hace de Ana, son responsables tanto de sus aciertos como de sus excesos: los tres primeros, se desbordan; la cuarta, juega un rol en el que puede pasarse y/o reprimirse sin temor al qué dirán o, mejor, al qué dirá el director; el montajista, Pablo García del Amo, aun siendo un filme lineal, juega con la elipsis, por economía de medios y hace que la historia tenga un tiempo justo; la fotografía (en Panorámica / Eastmancolor) y los encuadres de Luis Cuadrado, quien al quedar ciego optó por el suicidio y a partir de Cría cuervos lo reemplazó Teo Escamilla, son de calidad sin discusión: una, parece cambiar de tono con el tiempo; los otros, son parte de un cine moderno, funcional y eficaz, sin defectos; la música, de Luis de Pablo, funciona con tino y discreción…

Por último, golpear a la mujer sólo es mejor, en apariencia, para quien lo hace, sabiendo de antemano que está en un muladar que no reconoce. Franco salvó a España del marxismo, pero con un costo superior al estimado por él mismo: hoy gracias a la Monarquía y, en especial, al evasor y lavador de activos de nombre Juan Carlos de Borbón, por demás veterano cazador de mujeres, leones y elefantes, especies que nunca diferenció, es un país en ruinas. El Gral. Mola no sólo fue uno de los mayores sembradores de terror durante la dictadura del falangista Primo de Rivera y la II República, sino un exterminador de todo aquél que no pensara como él/ellos, además del planificador del fallido Golpe de Estado que originó la GC. La respuesta de Millán-Astray a Unamuno no tiene parangón en la Historia del mundo: sólo alguien como él podría pensar que un intelectual cuerdo puede traicionar; decir ¡Viva la muerte! es como decir ¡Muera la vida! Lo de Vallejo-Nágera produce náuseas.

Las citas usadas como epígrafes darían para cagarse de la risa si no fuera porque contienen en sí mismas lo peor de la escoria humana y, en ese caso, sería una (mala) suerte de oxímoron, porque significaría cagarse sobre la mierda de estos excrementos bípedos que fungieron como milicos o psiquiatras, como para dar a entender que ellos, y solo ellos, no eran parte de una ‘intelectualidad traidora’: claro, se dirá que un militar no es un intelectual, y ya se sabe, o que los verdaderos intelectuales no fueron traidores y esto sí es correcto, pero el reparo se hace sobre todo por el psiquiatra formado en Alemania que luego aplicó en España sus sesudos/sesgados estudios sobre relaciones entre marxismo y deficiencia mental, ‘en respetuoso homenaje de admiración al invicto Caudillo Imperial, Generalísimo de los Ejércitos Españoles de Tierra, Mar y Aire’, según el propio Vallejo-Nágera, todo él pompa y circunstancia, mera hipocresía: el mismo oscuro personaje de dudosos experimentos raciales.

El final de Ana y los lobos no es el que, inicialmente, piensa el espectador: la cosa no acaba con la expulsión de la protagonista, sino que viene con un Unhappy End que trae de ñapa el abuso, la violación, el corte de pelo a lo nazi (9) y dos tiros en la cabeza de Ana, para terminar con sus sueños de dulce altruista, liberadora sexual, pedagoga reformista. Metáfora política de lo que fue el tirano, aquí representado por una mujer alienada y epiléptica, madre de tres ovejas negras, aquí blancas, paridas por el régimen antes que por vía natural. La ‘empresa’ la lleva a cabo el sujeto más inofensivo en apariencia, en realidad el más canalla, una suerte de alter ego y mixtura entre Napoleón y Franco, aunque más parecido a éste por su carácter que por su fisonomía. Los dos tiros que el amigo de la milicia y los uniformes, en una palabra, de Franco, le pega a la pedagoga reformista Ana, sólo son la metáfora de la impotencia del Poder que pretende doblegar sin remedio, sin lograrlo, al saber, a la conciencia, a la dignidad.

A Santiago y Carolina en sus primeros seis meses de armonía conjunta y a la espera de muchos más semestres en la U. más difícil que hay: la de la vida. En la otra U. es mejor ser autodidacta…

A Marthica, auténtica pedagoga reformista, con quien me he pegado más de dos tiritos.

Espero que la censura no se oponga a esta sincera dedicatoria sin balas de verdad.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://citas.in/autores/francisco-franco/

(2) https://www.revistagodot.com/cartelera-teatro-madrid/las-50-mariposas-de-la-isla-de-kerguelen/#:~:text=Las%2050%20mariposas%20de%20la%20Isla%20de%20Kerguelen%20es%20una,N%C3%A1gera%20en%20la%20prisi%C3%B3n%20malague%C3%B1a.

(3) https://www.diariosur.es/sur-historia/experimento-franco-mujeres-20190126170652-nt.html

(4) HUESO, Ángel Luis. El cine y el siglo XX. Ariel Historia, Barcelona, 1998, 267 pp.: 150.

(5) https://rebelion.org/por-la-conservacion-y-el-uso-practico-de-las-ideas/

(6) HERRERO SALAS, F. y HINA, H. Narrativa alemana de hoy. Plaza & Janés, Barcelona, 1975, 153 pp.: 41 a 44.

(7) SADOUL, Georges. Diccionario del cine. Ediciones Istmo, Madrid, 1977, 491 pp.: 403.

(8) PERKINS, V. F. El lenguaje del cine. Editorial Fundamentos, Madrid, 1976, 248 pp.: 211.

(9) Como se ve en el documental de Alain Resnais Nuit et Brouillard (1955) o Noche y niebla.
https://www.youtube.com/watch?v=FoMhYLZ96nY

FICHA TÉCNICA: Título original: Ana y los lobos. País: España. Año: 1972. Gén.: Drama / Comedia negra / Comedia dramática / Thriller. For.: 35 mm. / Color / 102 min. Dir.: Carlos Saura. Argumento: Carlos Saura. Guion: Carlos Saura / Rafael Azcona. Fot.: Luis Cuadrado. Operador: Santiago Zuazo / Teodoro Escamilla. Mús. / Dir. Musical: Luis de Pablo. Canciones: marchas El dos de mayo y El misterio de Elche, de Federico Chueca. Mon.: Pablo G. del Amo. Prod.: Primitivo Álvaro. Int.: Ana (Geraldine Chaplin; Juan (José Vivó); José (José María Prada); Fernando (Fernando Fernán-Gómez; La Madre (Rafaela Aparicio); Luchy (Charo Soriano); Amparo (Marisa Porcel); Natalia (Anny Quinas / Nuria Lage); Carlota (María José Puerta); Victoria (Sara Gil). Premios: Círculo de Escritores Cinematográficos, 1973: Fernando Fernán-Gómez, Mejor Actor; Rafaela Aparicio, Mejor Actriz de Reparto; Luis Cuadrado, Mejor Fotografía. Prix l’Age d’Or 1974. Asociación de Cronistas Cinematográficos Argentinos 1974: Mejor Película de Habla Castellana. Estreno: Sevilla, 4.jun.1973, en Palacio Central. Barcelona, 8.jun.73, en Fantasio. Madrid, 16.jul.73, en Anaya.

  • (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, desde 2012; columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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