Se produjo la anunciada protesta del 8N, y conviene comentarla desde un enfoque integrado de economía y política, o viceversa si se quiere, aunque por vocación y formación señalo que se trata, en definitiva, de un análisis a realizar desde la Economía Política. ¿Tiene intencionalidad política la manifestación? ¿Existen demandas económicas en la protesta? A […]
Se produjo la anunciada protesta del 8N, y conviene comentarla desde un enfoque integrado de economía y política, o viceversa si se quiere, aunque por vocación y formación señalo que se trata, en definitiva, de un análisis a realizar desde la Economía Política.
¿Tiene intencionalidad política la manifestación? ¿Existen demandas económicas en la protesta? A ambos interrogantes contestamos afirmativamente.
Se salió a la calle con demandas políticas y económicas, asumiendo un formato instalado históricamente por el movimiento popular, que tantas críticas generaron en los mismos sectores que ayer obstaculizaron calles e imposibilitaron la circulación.
Pareciera que el piquete está bien en dependencia de quien lo lleve adelante. Habrá que recordarles a los manifestantes del 8N la situación de movilización y ocupación de calles y espacios públicos cuando a fines de mes salgan los trabajadores a protestar en la convocatoria de la CTA, la CGT, y otros agrupamientos para movilizarse contra la ley de riesgos del trabajo; la ley del impuesto a las ganancias sobre los trabajadores, entre otras cuestiones; e incluso reivindicaciones políticas, por la libertad sindical y en crítica a la intromisión del Ministerio de Trabajo en la disputa política sindical.
Las movilizaciones son políticas y/o por reivindicaciones económicas; pero no es lo mismo reclamar por la eliminación a las restricciones del dólar que demandar un salario mínimo de 5.000 pesos mensuales, aunque ambas protestas se orienten al Poder Ejecutivo. De igual modo, no es asimilable la demanda política por libertad de comercio (del dólar) que el reclamo por la libertad sindical (reconocimiento a la CTA y más de 2.000 organizaciones sindicales sin personería).
Pretendemos apuntar que existen diferentes tipologías de protestas sobre el gobierno, que economizando en el lenguaje señalamos que existen algunas planteadas por derecha y otras por izquierda, con lo que el espacio político no solo se define entre gobierno y oposición sistémica; sino que existe una política gubernamental que es cuestionada a dos puntas.
En definitiva, la disputa reconoce tres espacios, aún cuando sea menos visible la opción crítica de izquierda.
La derecha busca su base social
No hay duda que el 8N es una protesta por derecha contra el gobierno, aún cuando no todos los movilizados sean de derecha.
Es una iniciativa impulsada, en carácter de responsables ideológicos, por sectores sociales asociados a las clases dominantes (medios monopólicos de comunicación, fundaciones, partidos, y organizaciones sociales y culturales).
Se trató de una masiva movilización inducida y orquestada por ámbitos (políticos, ideológicos, económicos, sociales, culturales) que promueven un agrupamiento para hacer coherente una política de gobierno con los objetivos de liberalización económica según el imaginario hegemónico en la década del 90´.
Detrás de las movilizaciones están los principales medios de comunicación (empresas cuyo objeto es la rentabilidad y que se sienten afectadas por la legislación de medios y la descapitalización y desmonopolización promovida), y varios ámbitos políticos e ideológicos favorables a una política explícita de alineamiento con el poder mundial, sea la política exterior de EEUU, o el alineamiento sin reservas con los organismos internacionales, OMC, FMI, BM.
Es por ello que los reclamos se inspiran, por ejemplo, en la crítica a las restricciones a la compra venta de divisas, promoviendo la «libertad» de comercio. El libre cambio es la consigna por excelencia del régimen del capital desde la instauración de las políticas neoliberales.
Claro que la protesta arrastra a otros sectores sociales, no dominantes, ni socioeconómicamente hegemónicos, lo que le otorga masividad a la movilización y a la protesta. Insistamos que no todos los movilizados son adherentes a una política de derecha, y mucho menos sectores pudientes, pues de lo contrario nunca sería masiva. Lo que sí queremos enfatizar, es que esos sectores sociales son hegemonizados por una lógica política de las clases dominantes y sus instrumentos de mediación para el consenso.
Los argumentos que arrastran a estos descontentos son variados, y entre ellos se destaca la inflación, que afecta principalmente a los sectores de menores ingresos.
También aparece la cuestión de la inseguridad personal, algo que trasciende la coyuntura y se proyecta como tema estructural de un capitalismo cada vez más orientado a la extensión del delito como forma de producción de valor y plus-valor (negocios de drogas, armas, trata de personas, etc.).
Estos sectores sociales movilizados, que ganan la calle, lo hacen contra los valores políticos que difunde el gobierno mediante su relato (el denominado modelo).
Es una movilización con múltiples demandas, pero concentradas en la crítica al gobierno y a sus proyectos, más allá de los recientes acuerdos parlamentarios entre el gobierno y la oposición. Son acuerdos entre legisladores de los partidos de gobierno en la Nación y en la Ciudad de Buenos Aires, tal el caso de la ley de riesgos del trabajo, o la reorganización territorial de Buenos Aires para negocios inmobiliarios; o aun antes, la ley antiterrorista, o la reapertura del canje de la deuda.
Esos acuerdos no impiden la disputa de consensos sociales para la competencia electoral. Por ello Macri y sus seguidores y aliados se sintieron parte de la iniciativa, y el gobierno intentó minimizarla.
Todos saben que disputan política y orden económico social. Es que la protesta se afirma en un sesgo ideológico «por la libertad» (de mercado, por ejemplo) y que se expresa con algunos que manifiestan «aunque yo no tengo ahorros, pero si los tuviera quisiera poder invertir en lo que yo quiera, dólares o lo que sea».
Es común escuchar estos comentarios instalados como valor ideológico por encima de la satisfacción de empleo, salario y condiciones de vida para más de un tercio de la población con problemas para resolver condiciones de vida adecuada.
La disputa es por la gestión del capitalismo en el país
El gobierno expresa un sentido y un proyecto de gestión del capitalismo en la Argentina. Aludimos a la «reconstrucción del capitalismo nacional» formulado por Néstor Kirchner en la asunción presidencial del 2003, como a las recurrentes referencias de Cristina Fernández al objetivo capitalista de su gestión.
Al mismo tiempo, vale destacar que se trata de un proyecto de gestión capitalista diferenciado del que expresa el gobierno porteño, más proclive a la lógica ortodoxa neoliberal.
Las acciones cotidianas, y entre ellas la movilización del 8N, como otras, son iniciativas para disputar consenso social y confrontar por la hegemonía de gobierno. Es la búsqueda por constituir el otro, el oponente al hegemónico que obtuvo el 54% hace un año.
Vale el comentario, más allá del dato nuevo en la coyuntura, que es el reconocimiento recíproco de las fuerzas relativas del kirchnerismo y el macrismo para negociar con beneficio mutuo, algo que se manifiesta en los acuerdos parlamentarios.
Todo pacto político constituye la búsqueda de tiempo para el logro de ventajas propias para renovar hegemonía en la gestión capitalista. Del mismo modo, las iniciativas como las del 8N, u otras, son acciones para consolidar base de masas en la confrontación política.
Esas iniciativas políticas, como la del 8N, o las negociaciones para la gestión capitalista, nada aportan al bienestar de los de abajo, más bien los perjudica.
Por todo ello es que pensamos que en el análisis de la coyuntura deben considerarse las diversas iniciativas políticas en curso, y no solo la del gobierno o la del agrupamiento del 8N. Una dualidad que le sirve a ambos, más allá de quien vence a quién.
Pretendemos señalar que no se debe analizar la realidad en la superficie de los acontecimientos y lo que los principales interesados quieren mostrar: la disputa por la hegemonía de la gestión del gobierno del régimen del capital.
El análisis debe completarse con la mirada orientada en la consideración de otras movilizaciones y acuerdos, que manifiestan voluntad por constituir procesos contra hegemónicos, es decir, más allá de la gestión capitalista.
En otras palabras, observar el tercero en discordia en la Argentina. No hay un solo otro y el gobierno; sino otros y el gobierno.
Porque, en definitiva, no es solo el capitalismo, su evolución y su gestión; sino también múltiples procesos socioeconómicos y políticos que piensan y ejercitan la capacidad de propuesta pensando en mejorar la calidad de vida de los trabajadores y otros sectores populares pugnando por el contenido y el sentido del orden económico y social, más allá del neoliberalismo o del capitalismo.
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