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Crónica de una muerte bisagra

El antes y el después del asesinato de Mariano Ferreyra

Fuentes: Rebelión

La juventud es el motor principal de las luchas globales contra los estragos que provoca la actual crisis económica mundial: despidos, recortes salariales, reducción de los presupuestos en educación y salud, incremento de la edad jubilatoria y otros tantos «daños colaterales» que produce el salvataje de los grandes bancos por parte de los estados. En […]

La juventud es el motor principal de las luchas globales contra los estragos que provoca la actual crisis económica mundial: despidos, recortes salariales, reducción de los presupuestos en educación y salud, incremento de la edad jubilatoria y otros tantos «daños colaterales» que produce el salvataje de los grandes bancos por parte de los estados. En Chile, es la juventud la que le pone el cuerpo a los carabineros de Piñera reclamando la gratuidad en la educación.

En nuestro país, el asesinato de Mariano Ferreyra, militante de la juventud del Partido Obrero, marcó un antes y un después: echó luz sobre los oscuros negociados de sindicalistas convertidos en patrones, los funcionarios gubernamentales cómplices y la modalidad de represión «tercerizada» a la que el gobierno ha recurrido para desalentar y escarmentar la protesta social.

La muerte prematura de Mariano a manos de una patota reclutada por la Unión Ferroviaria de José Pedraza, también introdujo en los medios de comunicación y en la cotidianeidad, términos que hasta ese momento sonaban extraños y lejanos: tercerización laboral y precarización.

«Better work, better life» (mejor trabajo, mejor vida), es el eslogan engañoso de Adecco, quien junto a Manpower es una de las dos consultoras multinacionales más importantes de Argentina. Cada día, decenas de miles de jóvenes esperan que estos parásitos del mercado laboral le den una oportunidad: reponer mercadería en Wall Mart o Carrefour, despanojar maíz para Monsanto o Cargill, reparar líneas para Telefónica o Telecom u operar como telemarketer de una compañía de telefonía móvil. A estas nuevas formas de explotación pergeñadas por estas consultoras, debemos agregarle las que se ejecutan desde el Estado a través de becas, pasantías y demás artilugios que tienen como fin único proveer al propio Estado y a las grandes empresas de mano de obra barata.

Contra este nuevo tipo de explotación se hallaba luchando Mariano Ferreyra cuando una bala calibre 22 le provocó la muerte y un proyectil similar hirió de gravedad a Elsa Rodríguez.

Este crimen político, también puso al descubierto la miserabilidad de los escribas oficialistas como José Pablo Feinmann, quien acusó a la dirigencia del Partido Obrero de ser la responsable de la muerte del joven militante. Sólo le faltó decir al intelectual kirchnerista «por algo será» o, parafraseando las propagandas del proceso, que «los padres deben saber qué hacen sus hijos cuando no están en sus hogares».

El periodista Diego Rojas, en su libro «¿Quién mató a Mariano Ferreyra?» relata rigurosa e impecablemente los acontecimientos que culminaron con el asesinato de Mariano y describe con calidad literaria su vida como joven militante.

Hace pocos días, la presidente Cristina Fernández de Kirchner expresó por cadena nacional que «es muy fácil ser revolucionario con este gobierno«; los compañeros de Mariano Ferreyra y Elsa Rodríguez y los miembros de la comunidad Qom, entre otros, la desmienten categóricamente mientras lloran a sus muertos sin abandonar la lucha.

Blog del autor: www.norbertoglavinovich.blogspot.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.