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Reseña de Barbara Ehrenreich, "Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos", Capitán Swing, 2014 (traducción de Carmen Aguilar)

El anti-Hollywood y la distopía antiobrera. Sobre la situación real de la clase obrera norteamericana

Fuentes: El Viejo Topo

Un prólogo (¡a la décima edición!) escrito en torno a 2008, poco antes del estallido de la Gran Recensión, una introducción -«Manos a la obra»-, las tres experiencias vividas por la autora -«Camarera en Florida», «Empleada del hogar en Maine», «Dependienta en Minnesota»- y las conclusiones forman este más que recomendable libro: Por cuatro duros. […]

Un prólogo (¡a la décima edición!) escrito en torno a 2008, poco antes del estallido de la Gran Recensión, una introducción -«Manos a la obra»-, las tres experiencias vividas por la autora -«Camarera en Florida», «Empleada del hogar en Maine», «Dependienta en Minnesota»- y las conclusiones forman este más que recomendable libro: Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos, una digna aproximación no interna -«por razones que, a la vez, alientan y limita, desde luego soy muy distinta de quienes normalmente desempeñan en Estados Unidos los puestos más humildes»- a la situación de la clase obrera norteamericana. Si recordamos, aquel Cabeza de turco de Günter Wallraff de los años ochenta, por el mismo sendero de comprensión y empatía con los más desfavorecidos.

En el caso que comentamos en esta reseña, hacia los trabajadores norteamericanos, inmigrantes o no. Sin ceguera y sin olvidarse de lo más básico, de los privilegios de cada uno. Palabras de Barbara Ehrenreich [BE], de la autora: «Lo único que pido que se tenga en cuenta cuando dé un traspié es que las mías eran, sin duda, las mejores circunstancias: las de una personas con todas las ventajas que la etnia y la educación, la salud y la motivación pueden conceder, en tiempos de desbordante prosperidad, para sobrevivir en las profundidades de la clase económica más baja» (p. 30).

Algunos datos para situarnos en el contexto económico de las clases trabajadoras usamericanas. Un salario mínimo de 15 dólares la hora (unos 10,8 euros; actualmente es de 7,25 dólares a escala federal y oscila entre este importe y el tope de 9,30 dólares según el Estado) es en la actualidad una de las reivindicaciones más populares y extendidas en EE UU. La movilización la iniciaron los working poor («pobres con trabajo») de los establecimientos de comida rápida y de las grandes superficies. Encontró un amplio eco en el seno del movimiento Occupy. Incluso los más que moderados y sistémicos sindicatos usamericanos la apoyan.

El presidente Obama se ha declarado, es decir, se ha visto obligado a mostrarse partidario de un compromiso en torno a los 10,10 dólares para los trabajadores y trabajadoras del sector público. ¡Menos de 7 euros por hora! Por lo demás, desde 1997 hasta hoy, los salarios de los nuevos contratados en la industria automovilística noretamericana han descendido un 40% (50 a 60% si se tienen en cuenta primas y ventajas suprimidas), mientras que los salarios de los trabajadores más antiguos están congelados en 17 dólares. Los convenios distinguen entre una categoría de nuevos contratados con salarios bajos y derechos sindicales muy cercenados. La Nissan es un ejemplo destacado de estas prácticas de desigualdad. Lo sabemos bien por sus hazañas entre nosotros. Este proceso se ha acelerado desde el comienzo de la recesión, en 2007-2008. El salario mínimo digno aparece como un umbral absolutamente indispensable, en Estados Unidos y en «nuestra» Europa neoliberal. La «quinta Alemania», por supuesto, no excluida. Se ha regulado recientemente, y con excepciones, en un mínimo de 7,5 euros/hora.

Durante estas movilizaciones en EEUU, los sindicatos estuvieron a la altura de las circunstancias (lo que no siempre suele ser así). En la mayoría de los casos, interpretaron el movimiento como una expresión de rabia e indignación de los trabajadores y trabajadoras más jóvenes. Había que apoyarles. En aquellas marchas de protesta participaron decenas de miles de trabajadores, en muchos casos sindicados, con o sin el apoyo de su propio sindicato, poniendo así de manifiesto la fuerza de una idea simple pero esencial: el 99% debe defender sus intereses de manera solidaria contra el 1% que acumula la mayor parte de la riqueza. Las desigualdades aumentan y perjudican gravemente la salud, las esperanzas y la vida e incluso el sentido que a ella imprimimos.

La reivindicación de un aumento del salario mínimo ha suscitado, como decíamos, una oleada de luchas en los establecimientos de comida rápida y las grandes superficies. En la pequeña localidad de Immokalee, en Florida, un grupo de trabajadores inmigrantes lanzó una campaña en los puntos de venta de la cadena para exigir una mejora salarial, junto con un precio mejor por los tomates adquiridos a los agricultores de la región. Obtuvieron el apoyo de los estudiantes, que organizaron un boicot nacional contra Taco Bell, creando así una amplia coalición en defensa de estos objetivos… Y han conseguido lo que se proponían. Es posible arañar conquistas buscando aliados. La historia del movimiento obrero internacional, también del usamericano, está lleno de estos ejemplos.

Hay mucha más cera que cortar pero volvamos a nuestro ensayo.

BH es una escritora y activista social norteamericana. Doctora en biología por la Universidad Rockefeller de Nueva York, abandonó la investigación científica y se implicó en el activismo por el cambio social. Es miembro de la dirección del Partido Socialdemócrata de EEUU y desde 1991 a 1997 fue columnista habitual de Time, escribiendo igualmente para Mother Jones, Z Magazine y Salon.com. Desde 2005, colabora con The Progressive. El ensayo que comentamos, que ha inspirado documentales como «Wage Slaves» y se ha llegado a representar en teatros principales y pequeñas salas, fue éxito de ventas a lo largo y ancho de Estados Unidos. La autora se muestra especialmente orgullosa del Premio Christopher Award concedido por un colectivo de activistas católicos a los libros que «reafirman los más altos valores del espíritu humano.»!

BH recoge en Por cuatro duros su propia experiencia desempeñando trabajos poco o muy mal remunerados, los de una parte importante, y creciente, de la clase obrera usamericana (y de la mayoría de países del mundo). La autora se oculta o se presenta como trabajadora «no cualificada» (¿qué será eso de «no cualificada» por cierto?) y escribe y reflexiona sobre ello como parte de un proyecto de investigación sobre las condiciones laborales de las clases trabajadoras empobrecidas. BH decidió refutar para siempre, sin ser necesario por supuesto, ¡hace años que nadie informado se cree ese cuento!, el alienante e insultante mantra neoliberal: cualquier trabajo, vivido con esfuerzo, entrega y dedicación, puede ser, será de hecho, pasaporte para una vida mejor. Uno de los lemas centrales, uno de los valores más básicos, de la ideología de clase media. ¡No más cuentos! ¿Vida mejor? ¿Cómo puede sobrevivir -y mucho menos progresar- alguien trabajando por seis dólares a la hora (unos 4 euros, el pago medio que la multinacional FNAC ha intentado imponer a sus trabajadores en Barcelona y probablemente en España en general)?

¿Qué puede destacarse de esta odisea obrera vivida por una mujer valiente y sensible de clase media que dejó su cómoda casa, alquiló las habitaciones y casas más baratas que pudo y estuvo dispuesta a admitir cualquier trabajo que se le ofrecía: camarera de hotel, mujer de la limpieza, auxiliar de enfermera, empleada del monstruo antihumano Wal-Mart, desde Florida al Maine pasando por Minnesota? Cabe destacar algunas aristas:

1. Un solo puesto de trabajo, en general, ya no es suficiente para poder subsistir con dignidad o, simplemente, para salir adelante en Estados Unidos. Es tarea sobrehumana.

2. Es prácticamente imposible conciliar la vida laboral y la vida familiar. El trabajador/a, un «recurso» humano sin apenas derechos en la cosmovisión capitalista americana, debe estar siempre a disposición de las «necesidades» de las industrias y empresas. A su servicio, como una pieza sin alma del mecanismo insaciable.

3. No hay horarios, no hay límites. Los ritmos de producción son durísimos y casi imposibles de aguantar por un trabajador/a mayor o con salud delicada. La máquina lo devora todo. No hay piedad, sin perdón ni compasión. Las personas están al servicio de la economía, del capital, no a la inversa.

4. El papel de los sindicatos norteamericanos, sin entrar en detalles concretos, es cada vez menos importante. El erial sindical que se vislumbra produce vértigos.

5. Las contradicciones irrumpen con toda su fuerza. En 2003, la Universidad de Carolina, lo cuenta la propia autora, estableció como obligatoria la lectura de su libro para todos los nuevos estudiantes. ¡Qué buen hacer, qué acierto pedagógico! La reacción de la derecha, incluida la estudiantil no se hizo esperar: típico desvarío marxista, pornografía intelectual. Un anuncio en el Observer y en Raleigh News acusaba a BH, sin apenas hablar del libro, de ser marxista, atea y una declararada enemiga de la familia americana. ¿Enemiga de la familia? ¿Por qué esto último? Por la convicción de BH de que las familias de madres solteras deben merecer el mismo apoyo que las familias de parejas casadas. Por eso, básicamente por eso.

6. De hecho, en algunos programas de radio y televisión la autora fue presentada así: «¿Qué tal sienta ser el anticristo de Carolina del Norte?». De entrada: golpe en la sien.

7. Hay más sobre Carolina. El personal de limpieza del campus de la UNC-CH decidió presentarse un día en el trabajo con una camiseta en la que figuraba el lema: «Pregúntame cómo vivo con cuatro duros». Aprovecharon el revuelo mediático del libro. Pues bien, la misma administración universitaria que había recomendado-obligado la lectura del libro llevaba años luchando para que no se reconocieran los derechos sindicales de los trabajadores de la limpieza de la propia Universidad. La autora participó en mítines organizados por los trabajadores del campus y los estudiantes de postgrado. No consiguieron el reconocimiento del sindicato de las trabajadores de la limpieza. La inconsistencia universitaria en el puesto de mando.

8. BH hace referencia a investigaciones que calculan en un 29% las familias norteamericanas que malviven en lo que puede definirse como pobreza (estudios más recientes han confirmado la cifra). 47 millones de ciudadanos carecen de seguro médico porque sus trabajos no se los proporcionan ni quieren proporcionárselos. De hecho, en USA, el 67% de las personas que recurren a la ayudan a la ayuda alimentaria de emergencia, son personas que tienen trabajo.

9. Wal-Mart, uno de los gigantes corporativos norteamericanos, la empresa privada «que más puestos de trabajo proporciona a la nación» (la expresión, inadecuada si se piensa bien, es de BH) presenta una imagen «básicamente desalentadora». A principios de la primera década del siglo XXI, «se reveló que abusaba de su trabajadores de formas» que ella misma nunca se hubiera imaginado en su «temporada como socia de Wal-Mart». Un compañero de trabajo, señala BH, le contó que la empresa se negaba a pagar horas extras «pero no había entendido entonces que eso podía significar que no se pagara en absoluto horas de trabajo.»

10. Por cuatro duros ha tenido su influencia en el ámbito del activismo. En Harvard, nada menos, recuerda la autora, en 2001, los estudiantes habían tomado un edificio de la administración para protestar por los bajos salarios que se pagaban a los conserjes. Su libro influyó en ello. En muchos campus, se extendía la idea de crear alianzas entre estudiantes y trabajadores. Como en los viejos y añorados tiempos.

Mike Davis ha escrito sobre el libro y la autora: «Desde H. L. Mencken nadie ha sabido darle la vuelta a la engreída retórica de la prosperidad con tal ingenio y precisión». El autor de Los holocaustos de la era victoriana tardía no suele equivocarse en sus apreciaciones. No habla por hablar. De acuerdo con él. Creo que al gran intelectual norteamericano le complacería leer de nuevo las palabras con las que BH cierra su libro: «Desde luego, algún día -y no voy a hacer predicciones sobre cuándo ocurrirá con exactitud- se cansarán de recibir tan poco por lo mucho que dan y exigirán que se les pague como merecen. Cuando llegue ese día se desatará la ira, habrá huelgas y se quebrará el orden establecido. Pero, al final, no se nos caerá el cielo encima y todos acabaremos por estar mucho mejor».

Todos ciertamente no. El 1% saldrá tocado… pero incluso ese privilegiado 1% podrían «vivir mejor», podría tener una «buena vida» si no estuviera tan cegado. La lucha de clases, exclaman y han exclamado miles y miles de ciudadanos, millones en todo el mundo, todos aquellos y, sobre todo, aquellas que no pueden apañárselas con cuatro duros ni con tres euros. Lo que a los no pobres les cuesta, nos cuesta ver, es que la pobreza es angustia profunda, que no es en absoluto una condición austera pero soportable. Cientos, miles de cosas supuestamente insignificantes «están hechas, responsable y rutinariamente todos los días, sin que parezca haberlas hecho nadie». Y no es el caso. Hay mucho trabajo duro tras ello, muchos esfuerzo olvidado, no reconocido de trabajadores y sobre todo de trabajadores que nunca son tenidas en cuenta.

 

PS: Tras el estallido de la gran recensión, el 1% capturó el 95% del crecimiento económico post crisis financiera desde 2009, mientras el 99% de la población se empobreció. Ese 1% es dueño de más de un tercio de la riqueza nacional. Los ejecutivos en jefe de las 350 empresas más ricas de USA recibieron una remuneración que es 331 veces más alta que el trabajador promedio estadounidense (ingreso promedio de esos ejecutivos fue de 11,7 millones de dólares; el del trabajador promedio, no el de salario menor, fue de 35.239 dólares).