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Novedad editorial

«El asesinato de Patricio Lumumba»

Fuentes: Rebelión

Ludo De Witte Editorial Crítica, Madrid – 336 paginas. El asesinato de Patricio Lumumba, primer ministro de la República del Congo y pionero de la lucha en pro de la unidad y liberación de África, ha sido presentado, hasta fechas recientes, en muchos libros de historia como «un arreglo de cuentas entre los bantúes». Esta […]

Ludo De Witte
Editorial Crítica, Madrid – 336 paginas.

El asesinato de Patricio Lumumba, primer ministro de la República del Congo y pionero de la lucha en pro de la unidad y liberación de África, ha sido presentado, hasta fechas recientes, en muchos libros de historia como «un arreglo de cuentas entre los bantúes». Esta campaña de desinformación ha sido llevada a cabo precisamente por los mismos que fueron responsables del asesinato de uno de los jóvenes estadistas más brillantes del continente africano. Lumumba fue asesinado el 17 de enero de 1961, menos de seis meses después de haber sido elegido primer ministro del antiguo Congo belga.

En su libro, De Witte denuncia las mentiras e hipocresía que rodearon al asesinato del líder africano, hace ahora 43 años. Para la elaboración de este libro De Witte consultó los archivos de la ONU y del Ministerio de Exteriores de Bélgica y recopiló los testimonios personales de aquéllos que estuvieron directamente implicados en el asesinato. El autor pone al descubierto así una red de complicidades que se extendía desde el gobierno belga hasta la CIA norteamericana y el liderazgo de la ONU, que tenía como secretario general entonces a Dag Hammarskold (m. 1961).

En 1960, el Congo era el más grande y rico de los 16 estados africanos que habían conseguido la independencia. El establecimiento de un Congo independiente el 30 de junio de 1960 limitó la capacidad de Bélgica para continuar saqueando los recursos naturales de la nación africana. Para contrarrestar el obstáculo que la independencia suponía, las antiguas potencias coloniales se vieron obligadas a sustituir su política de dominación abierta por otra de control indirecto de los nuevos países independientes mediante la instalación en ellos de regímenes marioneta que aceptaran todas las exigencias de tipo político y económico que dichas potencias quisieran imponerles.

El autor describe, en este sentido, como Lumumba, un nacionalista radical cuya elección había sorprendido a Bruselas, bloqueó la aplicación de estos planes neocolonialistas al defender una completa descolonización del Congo y un control del país sobre sus propios recursos, que beneficiara a la población en su conjunto y devolviera a ésta su sentido de la dignidad y el orgullo.

De Witte señala como el discurso inaugural de Lumumba como primer ministro, pronunciado el 30 de junio de 1960, molestó al gobierno belga, que esperaba mantener su posición privilegiada en el Congo independiente y seguir controlando este país, aunque a través de una fachada africana.. La prensa belga calificó entonces despectivamente a Lumumba de «arribista negro». Las palabras de Lumumba, que mostraban su determinación de luchar contra todo vestigio de colonialismo y neocolonismo, fueron seguidas pronto por acciones y decisiones políticas en este mismo sentido. Esto acabó generando una situación que terminó con el asesinato del líder congoleño.

De Witte describe la forma en que fue fabricada la rebelión secesionista de Katanga, una provincia rica en cobre y otros minerales. La aparición de un movimiento separatista en dicha provincia representó el inicio de una grave crisis en el Congo y supuso también un paso decisivo en los planes de destrucción del nuevo gobierno del país. El gobierno belga, liderado por el primer ministro Gaston Eyskens, apoyó al «gobierno» separatista de Katanga, y muy en especial a los líderes rebeldes Moise Tshombe y Joseph-Desire Mobutu. Los presidentes norteamericanos Eisenhower y Kennedy respaldaron, por su parte, la intervención de la ONU en el conflicto en con el fin de impedir que Lumumba consiguiera el apoyo de los ejércitos de algunos países africanos amigos o recursos del bloque soviético para combatir la agresión de los separatistas de Katanga.

De esta forma, algunos altos responsables de Naciones Unidas, incluyendo Dag Hammarskjold, aprobaron el envío de una fuerza militar de la ONU al país. Estas fuerzas acabaron jugando un papel fundamental en el derrocamiento del gobierno congoleño, al proceder a desarmar al ejército congoleño e impedirle así luchar contra los rebeldes. En este sentido, De Witte señala que la ONU sirvió como un mero instrumento al servicio de EEUU, Bélgica y otros países occidentales en aquel conflicto.

Una unidad secreta de la CIA recibió también el encargo de asesinar a Lumumba, en colaboración con el gobierno de Bruselas, que también montó, por su parte, una operación de comando denominada «Operación Barracuda» con un fin similar. En un telegrama enviado a Lawrence Devlin, jefe de estación de la CIA en el Congo, Allen Dulles, en aquella época director de la CIA, señalaba: «Resulta claro que si Lumumba continúa ostentando su actual cargo, el resultado inevitable, en el mejor de los casos, será el caos en el Congo, y, en el peor, una toma del poder por parte de los comunistas, con desastrosas consecuencias para el prestigio de la ONU y los intereses del mundo libre en general. En consecuencia, hemos concluido que su derrocamiento debe ser un objetivo urgente y prioritario de nuestra acción encubierta». La CIA puso en marcha entonces la «Operación Wizard», destinada a apartar a Lumumba del poder y acabar con su movimiento. Según diversos relatos aparecidos en periódicos como The Guardian o The Washington Post, el propio Eisenhower dio a Dulles la orden de que Lumumba fuera «eliminado». En septiembre de 1960, el coronel Joseph-Desire Mobutu, apoyado por EEUU y Bélgica, dio un golpe de estado y disolvió el gobierno y el Parlamento.

De Witte no se limita únicamente a realizar un análisis de las estrategias de EEUU y Bélgica, a describir los despliegues de tropas o a mencionar las visitas oficiales ocurridas en aquellas fechas, sino que también hace un relato exhaustivo de los últimos días y horas de Patricio Lumumba, que se convirtió en el preso más famoso del mundo en enero de 1961.

De Witte describe cómo Lumumba y dos de sus colaboradores (Okio y Mpolo) fueron llevados, tras su derrocamiento, a Katanga y dejados en manos de sus peores enemigos. Las entrevistas del autor con el antiguo comisionado de la policía, Gerard Soete, son muy relevantes a este respecto. Soete habla de cómo dispuso a su antojo del cadáver de Lumumba y mostró a los periodistas dos de sus dientes y una bala extraída de su cráneo. También afirma que guardó como recuerdo dos huesos de los dedos de Lumumba. Él añadió que los pelos de la cabeza y la barba de Lumumba le fueron arrancados mientras estaba todavía vivo.

La culpa de la muerte de Lumumba recae también sobre los periodistas y medios que le demonizaron. La retórica de dichos medios durante aquel tiempo estuvo dirigida a destruir la imagen de Lumumba ante la opinión pública internacional al describirle, entre otras cosas, como un «tirano» y «un ladrón analfabeto».

En los días que precedieron al estallido de la rebelión separatista de Katanga los medios de Bélgica y algunos del Congo inventaron historias que hablaban de la comisión de violaciones y saqueos por parte los soldados congoleños. Estos reportajes fueron utilizados como excusa por el primer ministro belga, Gaston Eyskens, para intervenir en su antigua colonia. Bélgica aumentó así el contingente de tropas estacionadas en el Congo hasta los 10.000 soldados. El gobierno belga jugó también un papel importante en la ocultación del asesinato de Lumumba al declarar públicamente que su muerte había sido consecuencia de «una acción defensiva».

De Witte señala que la jerarquía católica jugó también un papel importante en el proceso de derrocamiento de Lumumba. Al igual que sucedió en los casos de Sudáfrica y Ruanda, la Iglesia católica del Congo debe responder, sin duda, por su participación en aquellos hechos.

Cabe añadir que la narración de estos hechos está realizada en un estilo claro y fácil de entender. El libro contiene también un índice detallado y una selecta bibliografía que será de gran utilidad a todos los interesados en la historia del nacionalismo africano. La descripción de la política de «cambio de régimen» promovida por EEUU y Bélgica en el Congo recuerda mucho el caso de la reciente invasión militar de Iraq. Esta política de «cambio de régimen» supone, tanto en el caso del Congo como en el de Iraq, una violación de la ley internacional y un profundo desprecio hacia la soberanía de estos países.

La así llamada «neutralidad de la ONU» es también cuestionada por De Witte. Lumumba invitó a la ONU al Congo con el fin de preservar la paz y el orden. La ONU, sin embargo, se declaró «neutral» y no sólo se negó a prestar su ayuda al gobierno legítimo del Congo, sino que, como ya ha sido mencionado, desarmó a su ejército, mientras que los rebeldes de Katanga aumentaban su poder gracias al abierto apoyo de Bélgica.

El pueblo del Congo fue dejado en manos del dictador Mobutu Sese Seko, que rigió los destinos del país durante más de tres décadas, en las cuales saqueó los recursos del país y creó una enorme fortuna personal, que envió al extranjero. Tras la victoria de la guerrilla de Laurent Kabila en 1997 la historia se repitió. Uganda y Ruanda, los países más pronorteamericanos de la región, enviaron ayuda y asistencia a un nuevo movimiento rebelde que luchó para derrocar al nuevo líder, que acabó siendo asesinado el 16 de enero de 2001.

De Witte señala que Lumumba fue el líder de un embrionario movimiento nacionalista africano que, si Occidente no lo hubiera destruido, podría haber jugado un papel muy positivo en la historia de África. En este sentido, sus asesinos intentaron no sólo eliminarle físicamente, sino también destruir su recuerdo y su legado en la conciencia colectiva de la juventud africana, con el fin de impedir que ésta se «contagiase» de sus ideas. En su carta de despedida a su esposa, Lumumba escribió: «La historia será la que tenga la última palabra. No será la historia enseñada en la ONU, Washington, París o Bruselas, sino la historia que se enseñe en los países que se han liberado del imperialismo y sus marionetas. África escribirá su propia historia, y, tanto al norte como al sur del Sahara, ésta será una historia de gloria y dignidad».

Queda la esperanza de que la denuncia de las mentiras y las manipulaciones llevadas a cabo por las potencias occidentales en el Congo y otras partes de Árica sirva para construir esa historia de gloria y dignidad a la que Lumumba se referió poco antes de morir. Con la publicación del libro «El Asesinato de Lumumba» De Witte ha dado un paso significativo en este camino.