«… El reformismo, por el hecho mismo de sacudir hasta sus cimientos la sociedad burguesa sin atreverse a destruirla, acaba por constituirse en la antesala de la contrarrevolución»
Ruy Mauro Marini, marxista brasileño
Ciertamente que el decrecimiento, es decir, el comportamiento estructural de la economía nacional que implica arrojar un producto anual cada vez menor o, incluso negativo, no tiene un efecto inmediato en el régimen político. Este, a la par, dependiendo de su naturaleza (populista, presidencialista, neoliberal, progresista, dictatorial) posee cierta autonomía frente al ciclo económico y es capaz de intervenir y modificarlo. Por ejemplo, aumentando o reduciendo impuestos, o los precios, o estimulando el mercado interno a través del crédito, contratando deuda externa, o, finalmente, repartiendo recursos monetarios a ciertos sectores de la población como se hace en México a través de múltiples programas gubernamentales. Los pírricos aumentos salariales que se hacen por decreto resultan completamente insuficientes y son inmediatamente absorbidos por el incremento de la inflación y la especulación de precios que realizan los comerciantes y los dueños de los medios de producción, sobre todo, de los productos de la canasta básica que constituyen parte del valor de la fuerza de trabajo, la cual es superexplotada por el capital.
El hecho de fondo es que el capitalismo neoliberal, y más aún el dependiente, tiene una propensión a obtener tasas muy bajas de crecimiento, incluso, a precipitarse al estancamiento estructural. Está tesis la sostiene Valenzuela Feijóo en su artículo: «El modelo neoliberal, contenido y alternativas», Revista Investigación Económica, n. 211, Facultad de Economía, UNAM, México, enero-marzo de 1995, pp. 9-47), donde postula que: «El modelo neoliberal es fundamentalmente, parasitario y, b) tiene una fuerte tendencia al estancamiento estructural de la economía». Es esta una característica común de todos los países dependientes y subdesarrollados que fundamentan su patrón de acumulación de capital y de reproducción en el neoliberalismo, como es el caso de México, aunque con una cierta mezcla de «neodesarrollismo social», que implica una relativa intervención del gobierno, en los asuntos que competen a algunos segmentos de las clases explotadas y oprimidas de la sociedad.
Por regla general, los países que históricamente crecen son los que mantienen una mayor intervención económica e institucional del Estado, mientras que, por el contrario, los que menos lo hacen son aquellos que han retirado dicha participación para incrementarla en las funciones de regulación, represión, y administración de los asuntos institucionales de la economía y de la sociedad.
En nuestro artículo anterior («El decrecimiento de México en un contexto neoliberal bajo un gobierno ‘progresista», La Haine, 14 de noviembre de 2025, en: https://www.lahaine.org/mundo.php/el-decrecimiento-de-mexico-en-un-contexto), dijimos que, si bien bajo un gobierno que se tilda de «progresista», pero no necesariamente de izquierda, en México el patrón de reproducción constituye una mezcla de neoliberalismo y neodesarrollismo —que por esto mismo se diferencia del anterior patrón predominantemente neoliberal que impulsaron los gobiernos y las fracciones burguesas privadas nacionales y extranjeras ligados a los partidos de históricos de la derecha (PRI y PAN) — que, sin embargo, no escapa de esta condición estructural que explica que sea tanto el gobierno de López Obrador como el actual los que hasta ahora mantengan la menor tasa promedio de crecimiento en relación con los gobiernos anteriores desde la década de los setenta, solo por encima del de Miguel de la Madrid (1982-1988). La inversión extranjera (directa y de portafolio que es mayoritaria y tan solicitada por los gobiernos dependientes) se limita a invertir y transferir sus recursos a sus lugares de origen causando internamente descapitalización y desacumulación que normalmente el gobierno salda recurriendo a un mayor endeudamiento externo y la burguesía incrementando la tasa promedio de superexplotación de la fuerza de trabajo. Ello presiona al alza el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos que se tiende a contrarrestar aumentando las exportaciones y recurriendo al endeudamiento externo del país. Es así como, de acuerdo con cifras oficiales del Banco de México, el déficit acumulado de la cuenta corriente de la balanza de pagos entre 2017 y 2024 alcanza la suma de 111,886 millones de dólares, y al primer trimestre de 2025 el déficit arroja 7, 613 millones de dólares. Asimismo, según la misma fuente, el endeudamiento externo total (público y privado) pasó de un monto de 592,728 millones de dólares en 2024 a 623,303 millones de dólares durante el primer trimestre de 2025. De esto, el correspondiente a la deuda externa del sector público alcanzó 315,551 millones de dólares en el primer periodo para sumar 341,870 en el segundo, es decir durante solo un trimestre.
De este modo el “sexenio progresista” de AMLO y Claudia —aunque no de izquierda — se convierte en el más endeudado de la historia nacional desde la década de los setenta del siglo pasado. Un círculo vicioso que culmina por profundizar el ciclo del capital de la economía dependiente. Retomando a Valenzuela, en ausencia de un cambio del patrón de reproducción, para paliar un poco la crisis y los problemas internos de realización de la plusvalía (o excedente económico), la única alternativa dentro del propio sistema deriva del gasto improductivo del gobierno donde se incluyen sus gastos corrientes que son los que mantienen el funcionamiento del aparato gubernamental y la prestación de servicios públicos, incluyendo los salarios del personal contratado, el pago de servicios como agua, teléfono, luz, compra de suministros de oficina y los gastos destinados al pago de los intereses de la deuda pública, entre otros. Además de las erogaciones que hace el gobierno para solventar el gasto en los múltiples programas sociales, sin descontar el gasto en materia militar. Son estos gastos, concluye Valenzuela, «…los que han funcionado como el factor clave en el problema de la absorción o realización del excedente generado. Lo que la acumulación y las exportaciones netas no fueron capaces de realizar (es decir, de comprar), lo tuvo que hacer el gasto improductivo» (p. 27). Y esta condición de cuasiestancamiento se agudiza conforme se mantiene y reproduce el sistema dependiente en el plano económico, político y de la reproducción social.
El neoliberal-desarrollismo mexicano no mantiene una contradicción esencial con el patrón de reproducción vigente, sobre todo, en su núcleo más dinámico y, por ello mismo, subordinado: el Tratado de Libre Comercio en su versión actual que es el T-MEC -[particularmente mediante las «reglas de origen»] — que la burocracia política del gobierno, a través de la Secretaría de Comercio, considera esencial para su «estrategia de desarrollo», aclarando que es ese mecanismo tripartito el que mantiene postrada a la economía mexicana a los intereses de la geopolítica y la economía de Estados Unidos.
Adrián Sotelo Valencia. Sociólogo, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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